¿Jugamos?

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Alguien me intenta matar. Y no literalmente de te voy a matar cuando le haces una trastada. Esto es de verdad y con un arma por en medio. Intento levantarme,  lo consigo y voy corriendo todo lo que puedo, aunque mi visión y mis mareos no ayudan. Si voy a mi casa quizás me siga y....No, no puedo volver, está Senia. Entonces ¿a dónde voy? Antes de que reacione esa persona dispara, la bala sólo me roza el hombro. Doy gracias a que tiene un poco de mala puntería. Me escuece, mi camiseta está manchada de sangre. Pronto me dormiré y me cogerá. Estoy muerta. Pitidos de un coche me hacen despertarme. Aunque esto me parece un sueño, Aian ha venido a salvarme. Voy corriendo a el asiento del copiloto y el acelera el coche. Una bala atraviesa el cristal delantero y eso me produce que grite. Aian pisa aún más el acelerador hasta perder de vista al pistolero. Mi herida me escuece,  solo me ha rozado pero siento como la piel me pica por todo el cuerpo. Paramos en un aparcamiento donde él deja el coche. Salgo pero mis piernas, nada más poner un pie en tierra firme se me doblan y caigo de bruces al suelo. Aian me coge en brazos. Sube las escaleras y me lleva a su bloque. De alguna manera se las arregla para meter la llave, luego una vez dentro la cierra de una patada y pone el pestillo de seguridad. Me lleva a una habitación que parece ser su cuarto y me tumba en la cama. Me entran náuseas nada más pensar  cuantas chicas habrán estado aquí.

-No...quiero estar aquí. -balbuceo-. Llévame al sofá.

-Eres la única que ha tocado mi cama así que tranquila.

-Dejas que la primera chica que ha estado en tus queridas sabanas las manche de sangre, que irónico.

-Eso no importa, ¿es profunda?

-Sólo me ha rozado, pero pica que no veas. -bromeo.

-Veamos esa herida.

-Aian. Dime todo lo necesario y me la curaré.

-¿Por qué?

-¿No es obvio? Tendría que quitarme la única camiseta que tengo.

-Alza las cejas-. ¿A caso no tienes sujetador?

-Claro que si , idiota.

-Mía, no voy ha saltarte encima por verte en sujetador. Quiero curarte. Y si no te das prisa más te escocerá.

Me doy por vencida y veo como el sonríe. Él se divierte con esto, le parece gracioso y no se acuerda de que hace unos momentos alguien me han intentado matar. Me quito mi camiseta y veo como él finge no sorprenderse.

-¿Te gusta lo que ves? -digo. - Pareces complacido.

-Como para no estarlo. No hay chica más...

- Aian, soy plana y gorda.

-No eres plana, ni gorda. -pone una mueca con forma de fastidio.- Olvidalo. Voy a por el botiquín.

Se va al cuarto de baño y vuelve con un pequeño paquete blanco con una cruz en medio. Saca gasas, alcohol, betadine y vendajes.

-Puede que esto te duela pero aguanta un poco.

Echa el agua oxigenada por el roze y siento como el picor va aumentando. Él pasa la gasa cuidadosamente por la herida, procurando no aumentar mi dolor. Disminuye la sensación de molestia. Me venda  la herida y me da de nuevo la camiseta. Se va al baño y se toma una ducha. Yo meto los pies debajo de las sabanas y voy entrando en calor. Sale y su pelo recién lavado brilla con la luz del baño. Va en pantalones vaqueros pero sin camisa. Y eso me hace babear un rato. No está nada nada requete mal tener estas vistas. Esas curvas tan...perfectas y esos músculos que se le sobresalen en el abdomen. Su pecho bien separado y duro...¿Pero en que estoy pensado? Se sienta y empieza a mover las sabanas.

El amor del odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora