Capítulo 3

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De nuevo mil disculpas por hacerlos esperar, como algunos sabrán me lastimé un hombro y no podía escribir (prácticamente tenía todo el brazo inmóvil), además de que tuve exámenes y bla, bla, bla, ya no importa.

Este capítulo lo escribí en tres días así que ¡merezco un premio! Ok no. La verdad es que siento que quedó medio rarito (como la escritora), además es el capítulo más largo que he escrito para esta historia, y, creo que la narración esta algo pesada o confusa, no sé. Ustedes lean y juzguen, son libres de hacerlo.

Aclaro, este capítulo tiene algunos pequeños saltos en el tiempo pero todos corresponden a un mismo día (lo sé, extremadamente raro)... En fin, no los detendré más (de seguro nadie lee esto). Nos leemos al final.

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Devastación, era la palabra que describía a ese lugar que había sido construido con paz y unión.

Ahora ya no quedaba nada, nada con lo que pudiera demostrarse lo que alguna vez fue más que con vagos recuerdos.

Después de la inminente derrota en manos enemigas el reino fue invadido por aquellos que habían atacado en primer lugar, se apoderaron del lugar autoproclamándose los dueños y esparciendo el temor por todas partes. Berk ya no era lo que antes fue, y, tal vez, jamás lo volvería a ser...

El reino entero se encontraba preso de terror por lo que pudiera ocurrir a partir de ahora, pero bien sabían que nada podían hacer. Los pocos supervivientes Hooligans habían sido encerrados y esclavizados, algunos habían logrado escapar, otros con menos suerte fueron capturados; la aldea principal, conocida como la Ciudad Hooligan, ahora era un lugar en ruinas, desierto y devastado. Solo las aldeas inferiores, las más apartadas se habían salvado de la destrucción que había ocurrido internamente en el reino, pero eso no significaba que no les hubiera afectado, pues los hombres del nuevo rey los vigilaban de cerca y a todo aquel que desobedeciera lo que este decía lo encerraban o, si consideraban que lo que hacían era una traición, los asesinaban...

En poco tiempo Berk se convirtió en el mismo infierno, ya nadie estaba a salvo, y ni siquiera los reinos vecinos se atrevían a intervenir, todos le temían al nuevo rey pues no solo se había apoderado del reino más fuerte del archipiélago, sino que también del mismo archipiélago al haber sembrado el temor en todo y en todos.

A pesar de todo esto aún había quienes seguían teniendo fe y esperanza, pues los rumores de que su heredero posiblemente se había salvado habían llegado a los oídos de todos, era eso lo que iluminaba sus rostros, sabían que, si realmente estaba vivo, él los salvaría y ellos estarían dispuestos a seguirle tal y como lo hicieron con su antiguo líder. El pueblo de Berk solo necesitaba alguien a quien seguir, alguien que los protegiera, y ellos tenían fe de que ese alguien pronto regresara...

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A las afueras del reino, una pequeña aldea era atacada por uno de los escuadrones de guerreros del nuevo rey. La injusticia era algo que ahora se vivía en Berk, y eso era justo lo que ocurría en ese pequeño lugar.

Como siempre, los hombres de Drago rondaban por todas las aldeas vigilando de cerca a sus habitantes y, si encontraban algo que le "disgustaba al rey" se hacían cargo de ello. Destruían todo por diversión, golpeaban a quienes se defendían fueran hombres, mujeres o niños.

Por suerte había quienes no aceptaban ni permitían esas injusticias, y es que solo alguien lo suficientemente valiente, o loco, se atrevería a encarar a los hombres del rey; por eso estaban ellos ahí.

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