Capítulo 8

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—Terminen de cargar todo—Ordenaba la misma chica pelirroja que ya tuvimos el placer de conocer anteriormente.

Esa misma tarde el barco había anclado en el puerto de una pequeña isla mercantil en busca de suministros para así poder continuar con su travesía, además de que parecía acercarse una tormenta por las aguas que ellos navegaban y, por ende, necesitaban de un lugar donde resguardarse hasta que el peligro pasara.

Un gran nubarrón se distinguía en la lejanía, justo donde el océano y el cielo se unían simulando ser uno mismo; y un viento fuerte azotaba el pequeño puerto al golpearlo con las olas que este producía en el agua.

—Pasaremos la noche aquí y mañana con los primeros rayos de luz partiremos—Continuaba la chica desde cubierta asegurándose de que todo el cargamento estuviera asegurado, así mismo peleaba con sus rebeldes cabellos rojizos por mantenerlos sujetos e...

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—Pasaremos la noche aquí y mañana con los primeros rayos de luz partiremos—Continuaba la chica desde cubierta asegurándose de que todo el cargamento estuviera asegurado, así mismo peleaba con sus rebeldes cabellos rojizos por mantenerlos sujetos en la ligera trenza que se suponía debía mantenerlos apartados de su pecoso rostro.

—Te dije que debíamos volver a casa—Menciono una insistente y molesta voz masculina que bien conocía ella ya.

—Y yo te dije que no—Se giró para encararlo al sentir su proximidad.

—Por favor Kaira—Pidió dejando en el suelo el saco con posible alimento que cargaba sobre su hombro.

—Por favor nada, Edzard—Le detuvo cruzada de brazos y con el ceño fruncido—, ya te dije que primero debemos terminar con nuestro trabajo. Si no estás de acuerdo es tu problema, muy bien puedes irte tu solo—Y tras decir esto dio media vuelta y se marchó dejándolo solo y molesto—. ¡Y quiero ese saco junto al resto en la bodega!—Demandó incrementando la molestia del chico rubio que no tuvo más que obedecer las órdenes de su "capitana".

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Cabalgaban a toda velocidad por ese valle ansiosos, o más bien desesperados, por llegar al lugar del cual provenía esa nube de humo; ambos tenían un mal presentimiento y no podían dejarlo pasar.

El humo si bien ya había comenzado a disiparse en el aire aún era notorio y, según lo que se podía ver, este provenía del bosque de abedules que servía para ocultar el camino que podría conducir al enemigo hasta ellos; pero, lo que más les preocupaba era que, ese mismo bosque, era en donde se encontraba la cabaña de sus compañeros rubios.

¿Qué tal que los descubrieron? ¿Qué tal que fueron capturados? ¿Y si van tras nosotros? ¿Y si...?

No. No podían dejarse llevar por esos pensamientos negativos. Los gemelos podían cuidarse solos, no había razón por preocuparse, ¿o sí? Habían sido cuidadosos, era imposible que fueran descubiertos, ¿verdad? Bueno, solo había una forma de averiguarlo...

Esos eran los pensamientos de ambos, pensamientos que rogaban que no se hicieran realidad. Pero, como se dijo antes, solo había una forma de averiguarlo.

La Última EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora