Capítulo 21

243 20 13
                                    

¡DragoViking ha vuelto con un nuevo capítulo! No me maten por la tardanza, ya conocen mi situación :P

En fin, este capítulo es algo corto a comparación del anterior, de hecho es prácticamente la mitad de lo que fue el pasado. Tuve un dilema mental con el final ya que no sabía si poner todo lo que tenía planeado al principio, pero decidí cortarlo y dejar esa parte para el siguiente. Eso que faltó ya lo tengo medio escrito, así que comenzaré a trabajar en él para así apresurar la salida del siguiente capítulo y estoy segura de que cuando lo lean me querrán matar por no ponerlo en este XD pero bueno.

Espero disfruten de este pequeño capitulo e.e

Nos leemos al final.

-.-.-.-.-.-

Todo estaba preparado para partir, la brisa marina se colaba por la entrada de la cueva agitando las velas del barco que poco a poco fue siendo abordado.

— ¡Eleven anclas!—Se escuchaban las ordenes entre gritos de la pelirroja—. ¡Ajusten las velas!—La atención de todos estaba puesta en ella que, de pie junto al timón del barco, sonreía animada y con ojos brillantes—, y denle a ese chico una cubeta—añadió de repente y para sorpresa de todos, apuntando al joven regordete cuyo rostro pálido y mirada aterrada dejaban en clara su situación.

— ¿En serio, amigo?—Le cuestionó Brutacio notando como la pálida piel del chico se comenzaba a tornar verde—. ¡Ni siquiera nos hemos movido y ya vas a vomitar!

—Odio navegar—Se lamentó Patapez aceptando la cubeta que un tripulante del barco le ofrecía—. Estaré en mi rincón feliz por si me necesitan—Anunció abrazando la cubeta y se marchó arrastrando los pies hacia la popa del barco.

Una sonrisa malvada apareció en el rostro de los gemelos ante todas las posibilidades de diversión que tendrían ahora.

—Ni se les ocurra—Advirtió Astrid plantándose frente a ellos con los brazos en jaras—. Aléjense de Patapez, no los quiero rondando cerca de él hasta que estemos en tierra firme de nuevo—Los señaló con un dedo acusador—. ¿Entendido?

Un encogimiento de hombros por parte del par de hermanos fue suficiente para dar por zanjada la conversación.

— ¡Todo listo, capitán!—Se escuchó el aviso de uno de los tripulantes que agitaba una mano en alto para atraer la atención de la pelirroja.

—Excelente—Sonrió apartando de su rostro los mechones sueltos de la trenza que caía sobre su hombro—. ¡Pongamos este barco en marcha!—Apresuró y, acto seguido, el encargado del timón, un hombre alto y de cabello rubio, comenzó con su labor obligando al Speed Stinger a moverse—. Vigías, manténganse atentos, será un tramo difícil—Les recordó a los hombres y mujeres posicionados estratégicamente en mástil, proa, babor y estribor.

Poco a poco el barco comenzó a salir de la protección brindada por la cueva, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

.

.

.

La Luna estaba a medio camino de su descenso cuando el Speed Stinger arribó en la playa oculta. Siguiendo las indicaciones de Hipo, evitaron todas las salientes rocosas que pudieran arruinar el casco del barco y anclaron cerca de una pared de roca que le daria protección.

Tal y como el castaño había dicho, esa playa era lo suficientemente profunda para que los barcos pudieran acceder y anclar sin peligro a quedar varados; siempre y cuando conocieran exactamente como ingresar sin toparse con las rocas esparcidas en el agua, no habría ningún problema.

La Última EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora