Capítulo 7: Psquiatría con Mamá Lana.

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—¡La salida de ayer resultó terrible! ¡Fue un fiasco! ¡Todo por culpa de Bryan! —exclamé caminando de un lado a otro sobre el pasto—. Siento depresión, no lo sé —añadí airadamente obteniendo como respuesta un simple asentimiento por parte de Lana, quien se mantenía sentada en el césped con su espalda recostada en el tronco del árbol.

—Bien... ¿Y cómo te sientes con eso? —fruncí el ceño en confusión ante la repetida pregunta.

—Eh, ¿con depresión? —le arrebaté a Lana la libreta en la que «escribía sus apuntes» sobre lo que decía—. Lana, ¿no me estás escuchando? —entrecerré mis ojos en ella al notar que sólo miraba su celular detrás de la libreta.

Mi amiga puso los ojos en blanco acomodando su postura contra el tronco del manzano. —Sí, y yo soy la psiquiatra aquí, por lo que soy yo la que hace las preguntas —espetó intentando aniquilarme con sus grises y controladores ojos.

—Primero, no eres psiquiatra, para eso necesitas un título y cientos de investigaciones sobre el comportamiento del cuerpo humano. Y segundo, no creo que tu método de terapia «Déjate Ser» sea real y que esté funcionando.

Lana se levantó dramáticamente del piso observándome con su mirada de «¿Disculpa?», preparándose para hacer su melodramática escena de novela mexicana.

—¿Disculpa? Mi método de terapia es 100% real y sí, está funcionando, ¿o me vas a negar que no te estás relajando mientras te desahogas escupiendo todo lo terrible que le ocurre a tu sensible ser? —entreabrí mis labios para contraatacar, pero me di por vencida suspirando exasperadamente moviendo mis labios cual caballo lo haría.

Me dejé caer junto a Lana nuevamente en el pasto recostando mi cabeza en su hombro con mi mirada fija en el infinito.

—Me siento terrible —murmuré con un exagerado tono de devastación.

—Y volvemos al principio, cariño, Mamá Lana está aquí...

Rato después de contarle nuevamente las desgracias de mi vida a Lana, repentinamente recibí un fuerte de su parte codazo en mi costilla a lo que yo solté un gemido de dolor.

—¡Demonios, Lana! ¡Eso duele! —me quejé sobando mi apreciado pulmón.

¡Shh! Mira eso —señaló un lugar bajo las gradas del campo de fútbol. ¿Eran mi hermano junto a Bradley los dos chicos que se encontraban charlando ahí?

Gateé hasta acercarme un poco a la reja que separaba el campo de fútbol del patio de la escuela, cuidando de no ser descubierta hurgando en su conversación:

—Escucha... ¿Bradley, cierto? —comenzó a decir Bryan—. Yo... venía a disculparme contigo por lo que sucedió anoche en el parque de atracciones, pero el solamente ver a mi hermana con un chico me hace hervir la sangre en celos, ¿entiendes? Es mi hermana; y siendo su hermano mayor siento la necesidad de salvarla de cualquier daño; ayer actué mal y me dejé llevar por mis impulsos, cuando en realidad comprendí mal todo, porque no te conocía y... —se tomó un momento para respirar—. Ahora me pareces un buen tipo; y no odies a Sam, por favor, aunque ella no lo note, se le dibuja en el rostro una sonrisa especial cuando te ve...

—Lo sé, te comprendo y respeto mucho tu deber como hermano mayor —lo interrumpió Bradley—. Aunque me dejaste algunas marcas que podrían pasar desapercibidas a simple vista, no estoy dispuesto a perder mi amistad con Sam por eso —aclaró con su mirada fija en el piso.

—Entonces... Supongo que sin resentimientos, ¿no? —cuestionó con una media sonrisa—. ¿Amigos?

Bryan le tendió su mano a Bradley, quien dudó un momento en levantar su mano para estrecharla y ambos se despidieron tomando caminos distintos. Instantáneamente me levante del suelo y respirando entrecortadamente, apoyé mi espalda en los barrotes del enrejado. No puedo creer lo que acabo de escuchar... y es... ¡Simplemente genial!

—¡Lan-

Mi llamado se vio interrumpido al sentir dos brazos rodear mi cintura, en un cálido abrazo. La deliciosa fragancia a perfume masculino me ayudó a indagar que el autor del repentino abrazo era...

—Bradley, ¿qu-qué haces? —le pregunté al separarme de él.

—Nada fascinante, Julieta —comentó alzando las comisuras de sus labios mientras se hacía a un lado, permitiéndome ver a Bryan en mi campo de visión.

—Lo siento, hermanita, siento todo lo que hice... de verdad —se disculpó como un niño regañado con la cabeza gacha, por lo que alcé una ceja deliberando la situación.

—¿Disculpa? No te escuché... —respondí en tono inocente.

—La verdad es que no logré dormir bien anoche pensando en lo mal que actué —lo miré atentamente incitándolo a que continúe—. Y sé que para ti era muy importante el que salieras con un chico, y yo... lo arruiné.

'Reí un poco por lo bajo, se ve tan vulnerable a la situación; y pensar en presionarlo un poco hace más tentativa mi siguiente acción:

—¿Y...?

—Fui un completo idiota...

—¿Y...?

—Además de ser un imbécil por no saber controlar mis impulsos y... que el que terminó haciendo daño fui yo.

—¿Yyy...? —lo pinché un poco más.

—Que soy tu corderito tierno.

Tanto yo como Bradley y Lana estallamos en carcajadas, aunque probablemente Lana y yo seamos las únicas que conocemos el porqué del apodo. Todo por aquella noche de Halloween, en la que mamá siempre acostumbraba a vestirnos a mí y a Bryan con disfraz de cordero y cantásemos la canción del Corderito. Aunque a Bryan le resulte humillante recordar los viejos tiempos cuando hacíamos eso, a mí me sigue dando gracia.

No dudé en darle un abrazo de oso a Bryan, que poco después pasó a ser uno grupal, sumándosenos Lana y el aspirante a Romeo.

—Bien, supongo que ya estamos todos en paz, ¿no? —intervino Lana al separarnos del abrazo.

—Eso es lo que creo... —contestó Bradley sobando mi hombro, que nuevamente osó por abalanzarse sobre mí en otro abrazo.

Alguien está muy cariñoso hoy, ¿eh? Después de todo, no me quejo.

Claro, porque te mueres por intercambiar saliva con él.

Dios... tú y tu inescrupuloso descaro tan desvergonzado e insolente. Te detesto.

«... al final después de una fuerte tormenta, se vuelven a presenciar los rayos del sol a través de las nubes grises esfumándose. Todo volvió a su normalidad, pero...

Siempre existe la posibilidad de que se derrumbe todo con la misma facilidad en la que se arregla»




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