Capítulo 44: Una Navidad perfectamente imperfecta.

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Dormir con una Lana propensa a tener pesadillas en la misma cama sin duda es uno de los peores errores que se pueden cometer puesto que el resultado es realmente devastador para la todo aquello que conforme la anatomía externa del cuerpo humano. ¿Por qué? Una Lana en plena convulsión a causa de las pesadillas tiende a utilizar todo lo que encuentre en su entorno como un saco para golpear. ¿Y cuáles son los resultados de ello? Un cuerpo totalmente adolorido en lo que comienza de la mañana... la mañana anterior a la Navidad. Perfecta manera de comenzar uno de los días más «alegres» del año, ¿no? Cuando pensé que mi dolor de alma no podía empeorar, ocurre esto.

Por otro lado, lejos de mis quejas matinales, tuve que levantarme quisiese o no de la cama para ir a desayunar. Al bajar las escaleras —aún con mi pijama de gatitos puesta—, eché un breve vistazo a la sala, y me percaté de que con todo el trajín de mi desaparición no hubo nada de tiempo para decoraciones navideñas... y quizás tampoco las preciadas compras para la cena.

—Lo sé —apareció Bryan a mi lado provocando que soltase un respingo—. Ni siquiera pudimos decorar el árbol, y por ello, la tía Grace nos invitó a todos a disfrutar la Navidad en su mansión.

Realmente no tengo idea de si emocionarme por la noticia, o llorar porque fortuitamente Bradley vive en frente de la mansión de la tía Grace y son muchas las posibilidades de que nos encontremos luego de aquél desastroso momento... Pero claro, ese sería el caso si él ya ha regresado de Inglaterra, hecho del que no me fío mucho ya que no han pasado siquiera veinticuatro horas de haberme marchado de Londres y conseguir boletos de avión en plena víspera de Navidad es muy difícil, y eso me tranquiliza porque reduce las posibilidades de que él venga por ahora. Así que, literalmente, mi día se resumió en tres simples —pero tediosas— tareas: buscar algún atuendo decente en mi armario, probármelo —además comprobar si estoy conforme con él— y finalmente, hacer el intento de arreglarme.

Esta vez no contaría con la ayuda de Lana's Make-Up Services —como suele llamarle ella— debido a que se fue antes del mediodía a San Francisco junto con sus padres para pasar la Navidad en casa de sus abuelos y quizás no vuelva hasta después de Año Nuevo, por lo que así están y estarán las cosas: yo lidiando con mis infortunios sin mi apoyo moral, Lana.

Coloqué mi —en realidad, poco— maquillaje sobre mi cama y contemplé cada cosmético durante largos segundos en el intento de descubrir con cuál comenzar un maquillaje decente para la fiesta de Navidad. En eso me topé con el labial rojo que había utilizado en la cena de Liz, e inmediatamente recuerdos de aquella noche vinieron a mi mente, teniendo por consiguiente el que mis mejillas enrojecieran al instante.

Calma, Sam, Bradley está a miles de kilómetros de ti —con su ahora reconciliada familia y disfrutando como la gente rica lo hace, sin importarles en absoluto los inferiores a su clase— y asimismo existen muy, muy pocas posibilidades de que esta noche aparezca frente a tu puerta, ¡así que no pienses en él!

Aparté el objeto rojizo de mi vista y comencé con mi casi interminable proceso de maquillarme. Y al acabar con ello, para el atuendo me decidí por el vestido naranja de falda acampanada que había utilizado para el Baile de la Reina de Calabaza, ya que, aunque me repetí mil veces que ese vestido sería demasiado extravagante como para usarlo casualmente, no está nada mal para una fiesta navideña en un vecindario de gente rica, aparte de que el vestido es lindo.

Al terminar de dar mis últimos retoques, bajé las escaleras y me percaté de que todos —incluyendo también al señor Jefferson y Mackenzie— estaban listos para irnos, pero obviamente no sin antes...

—¡Una fotografía familiar para el álbum! —exclamó mi madre con la cámara digital del flash aniquilador de globos oculares incluido en manos.

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