—Sam, andando. Es hora de irnos.
—Lo sé, mamá. Solo dame unos minutos y subiré al auto, ¿sí? —le respondí recibiendo de ella una cálida sonrisa maternal antes de que abandonara la puerta principal para terminar de subir todo nuestro equipaje al auto.
Me quedé a solas un par de minutos en el salón de la casa recordando todos los buenos momentos en familia que pasamos, abrazándome a mí misma con ambos brazos para conservar el calor, ya que ahora que todo el amueblado de la casa está en el sótano —dejando preparada la casa para la remodelación— ha dejado de parecer un hogar, eliminándose consigo la calidez del mismo. Ahora solo parece una casa. Una simple y vacía casa.
Siempre he considerado que una casa para ser considerada un hogar, no tiene que cumplir con el estereotipo de edificación de casa familiar. No importa dónde vivas, ya sea en un departamento, quinta, choza o hasta un humilde rancho en el medio de la nada, siempre que se conserven los cálidos sentimientos que brinda una familia unida, será un hogar.
Somos una familia pequeña con un padre ausente que abandonó la casa luego de mi nacimiento, pero aun así somos muy unidos, todo gracias a mamá, quien fue nuestra maestra y compañera, enseñándonos valores y luchando como lo hace hoy en día para mantenernos a mí y a Bryan, haciendo que el Día de la Madre tome significado.
Esbocé una sonrisa ladeada llena de nostalgia al dirigirme a un rincón de la sala. Recordé las mañanas de Navidad en casa, Bryan y yo abriendo los regalos bajo el árbol con esa emoción tan propia de los niños, mientras mamá filmaba nuestros rostros de sorpresa al destaparlos con una vieja cámara que aún conserva.
—¿Sam? —escuché la voz de mi hermano detrás de mí interrumpiendo mis pensamientos—. Es hora de partir.
—Lo sé, lo sé. Solo es que... —murmuré sorbiendo por la nariz tratando de recordar en qué momento comencé a llorar.
—Yo también siento nostalgia, Sam, no sabes cuántos recuerdos conserva esta casa así como está —respondió abrazándome instintivamente luego de escuchar un casi inaudible sollozo—. No sabes cuántos...
Su voz sonó algo sospechosa al decir lo último, por lo que fruncí el ceño sin entender su repentina expresión de resentimiento y aflicción mientras miraba fijamente al piso.
—¿A qué te refieres?
Sus ojos se agrandaron instintivamente realzando el verde de ellos al escuchar mi pregunta, ayudándome a confirmar mi teoría de que habló demás. Mi hermano entreabrió labios para seguramente excusarse, pero fue interrumpido por el grito de mamá desde el patio diciéndonos que se nos acabó el tiempo, en cualquier momento llegarían los contratistas y para ese entonces la casa debía estar desierta. No me quedó otra que darle el último vistazo de lo que era nuestra casa y salir de ahí pasando de Bryan para subirme al auto.
Esto no ha quedado así, hermanito.
El camino al prestigioso vecindario en el que vive la tía Grace fue algo silencioso, o al menos eso fue para mí ya que durante todo el trayecto estuve sumergida entre mis pensamientos con la cabeza apoyada en la ventanilla del coche, viendo cómo pasaban las imágenes distorsionadas de las calles, debido a la rapidez en la que avanzaba el auto.
De repente la velocidad del auto fue disminuyendo, permitiéndome ver con más facilidad el entorno: tulipanes por doquier. Ahora entendía el porqué del nombre The Tulips en la entrada al vecindario. Todas las costosas mansiones y gigantes casas tenían como adorno en el patio delantero una que otra casa con una elegante fuente o figuras elaboradas con arbustos bien podados, pero siempre era imprescindible los tulipanes en ellos.
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El diario de una Nerd
Novela Juvenil(HISTORIA COMPLETA) Samantha Williams no es nada más y nada menos que otra chica que recorre fantasmalmente los pasillos de West High. Aún en sus dieciséis tristes años de vida, nunca se interesó en un chico, ya que tenía su cabeza metida entre los...