Capítulo 43: Situaciones imprevistas ft. Drama.

5.3K 304 136
                                    

Desde el momento en que cerré esa puerta detrás de mí y me apresuré en alejarme de él lo más rápido que podía, supe que estaba dejando atrás muchas cosas, pero los sentimientos de arrebato y furor que creaban un torbellino en mi interior no me permitían quedarme por más que mi moribundo ser gritase una respuesta contraria.

Una parte de mí estaba atada a él, pero la otra... aborrecía fervientemente la vil mentira que mi lado racional catalogaba como el peor de los delitos frente a un lazo de amistad.

Reafirmé mi agarre sobre la manilla de la maleta y me dispuse a bajar las escaleras rápidamente para llegar a la sala principal, desde donde logré divisar a Carly hablando con alguien en la puerta.

—Sam... —susurró la madre de Bradley tocando mi hombro para que me girase a verla— ¿Qué ocurrió? ¿Por qué llevas tu equipaje? —preguntó totalmente confundida.

—Yo... lo siento —respondí apenada—, pero tengo que...

Me detuve, las palabras habían muerto en mi boca. En esa pequeña fracción de milisegundos que dirigí mi vista hacia la puerta, dejé de hablar al percatarme de que había una nueva presencia dentro de la sala: la persona que hablaba con Carly.

Y esa persona era mi madre.

—Sam... —musitó con ojos llorosos mientras se acercaba a mí.

—Mamá, puedo explicarte...

—No —me interrumpió tajantemente. Su semblante se había tornado frío y distante, nada parecido a como es mamá usualmente—. No tienes nada qué explicarme. Por ahora solo te diré una cosa y espero que la cumplas, porque es una orden —pronunció cada palabra con un afilado tono autoritario—: ¡No volverás a ver la luz del día a no ser que sea con la compañía de alguien que yo te imponga! —me gritó.

Me gritó...

Mi madre, la mujer más dulce que he conocido en este mundo, la mujer de las sonrisas alentadoras, la mujer de los cálidos abrazos... me gritó. Ella nunca me había gritado de esa manera, y que lo haga ahora es como sentir cien apuñaladas en el pecho que, a la vez, me hacen estar al tanto de la gravedad de mi falta. Estaba completamente estática, sin saber qué decir o qué hacer, solamente sentía: una lágrima rodando por mi mejilla y mi alma destrozándose con el pasar de los segundos de sólo ver que mi madre me observaba de esa manera tan... despectiva.

Entreabrí mis labios en el intento de decir algo, pero me vi interrumpida distinguir la silueta del Sr. Klein acercándose por el pasillo hasta posicionarse al lado de Liz con una expresión de querer saber qué sucedía.

—Andando, Sam, discutiremos esto cuando lleguemos a Los Ángeles —sentenció mi madre nuevamente, pero esta vez con un tono más calmado.

Estuve por obedecer a su orden cuando repentinamente la voz del Sr. Klein hizo presente en la sala:

—Aguarden —pidió e instantáneamente ambas nos giramos a verlo. También miré con algo de disimulo hacia las escaleras, donde yacía Bradley contemplando la escena.

—¿Sí? —pronunció mi madre con algo de confusión.

El Sr. Klein dio un par de pasos hacia nosotras, o más bien: hacia mi madre. De repente el aire comenzó a tornarse denso y pesado con el pasar del tiempo mientras que él y mi madre parecían tener una charla de miradas, como si solo ellos dos existiesen sobre la Tierra.

Un suave carraspeo por parte de la madre de Bradley hizo que tanto el Sr. Klein como mi madre volviesen a la realidad.

—¿Helen?

Y esa interrogante fue como la gota que colmó el vaso para que el momento se volviera aún más tenso de lo que era... hasta que mi madre habló:

—¿Klein? —indagó en medio del desconcierto y el espanto— ¿Eres tú?

El diario de una NerdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora