Capítulo 24: El momento de la verdad.

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Paso uno: respira hondo.

Paso dos: exhala.

Paso tres: conserva la calma.

Paso cua... ¡Está bien! Esto no está funcionando en lo absoluto, por los mil demonios.

Me separé rápidamente de Bradley, empujándolo a una distancia considerable entre nosotros. Aunque eso no lograba relajar la expresión de Jaden.

Estoy en una de esas situaciones, en las que quieres desaparecer de la faz de la tierra y no regresar jamás.

—¿Qué haces con Sam? —le preguntó a Bradley con el ceño muy fruncido.

—Jaden, yo...

—Sam, no entiendo esto para nada —dijo interrumpiendo lo que decía—. Tú de verdad me gustas mucho. ¿Qué te pasa? ¿Qué estás haciendo?

Oh, no. La necesidad de decirle la verdad amenazaba con salir de mi boca.

Vómito verbal no, por favor.

Sus ojos verdes estaban llenos de tristeza, enojo y... decepción. —Jaden, no pasa absolutamente nada de nada. Confía en mí —estaba clara la mentira. Una vil y cruel mentira. Pero este no era el mejor momento para decir la verdad. No puedo llegar y decir frente a Bradley: «Oye, Jaden, todo esto entre nostros fue una total mentira para darle celos a Bradley. Te usé» No, no y no.

—Hablaremos de esto luego, pero sólamente porque no aguanto estar un segundo más frente a este imbécil —masculló refiriéndose a Bradley—. Pensé que podíamos ser amigos —murmuró antes de alejarse caminando hacia su camioneta.

—Bradley —me volví hacia él.

—No, lo siento, Sam. Lo mínimo que quiero ahora para ti, es darte problemas —traté de tomar su brazo para evitar que se fuera, pero él se zafó de mi agarre—. Lo siento.

Y así, vi como Bradley se alejó de mí y entró nuevamente a la fiesta, con la cabeza gacha.

Sabía que esto pasaría. Jaden seguro está odiándome, muy decepcionado de mí. Tiene todo el derecho del mundo al odiarme.

Estoy siendo la persona más hipócrita del mundo al decir que odio a la gente que sólo juega con los sentimientos de los demás, mientras que yo hice lo mismo. Si no me hubiera dejado llevar por mi sed de venganza y mi torpe desastre de emociones... esto no hubiera pasado.

A veces, la venganza no es la mejor manera de resolver las cosas... 

—¿Sam? —escuché a Lana acercarse a mí, con un tono triste en su voz.

La miré sobre mi hombro. Lana se acercó a mí para luego subirnos al auto. Yo estaba en el asiento del copiloto y sentí que Lana me estaba mirando fijamente.

Sin embargo, no se atrevió a hablarme o a preguntar qué sucedió, y lo agradecía. No tenía palabras, ni ganas de contar lo que acaba de pasar.

Lana condujo hasta su casa en silencio. Obviamente más de una vez casi nos chocamos con un auto y casi morimos. No le di importancia; quería morirme... Bueno, no... pero sí.

El sentimiento de culpabilidad logró expandirse por todo mi cuerpo, haciendo que me doliera terriblemente el pecho, como si algo estuviera quemándome por dentro.

—¿No te bajarás del auto, Sam? —la voz de Lana me sacó de mis pensamientos.

Simplemente asentí, desabrochándome el cinturon de seguridad y entramos a la casa. Hace un tiempo no venía a visitar la casa de Lana.

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