Capítulo 37

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Fernando Miller

Cuando llego a la casa, Laura está sentada tomando un café para tranquilizarse, cuando me ve corre a mí y me abraza.

—Perdoname yo las tenía que cuidar y mira lo que pasó, todo es mi culpa —comienza a llorar.

—No es tu culpa Laura, tranquila. ¿Ya le hablaste a la policía? —le pregunto separandome de ella.

—Sí, vienen en camino —se seca las lágrimas.

—¿Quién las habrá secuestrado? —pregunto curioso y en eso llega la policía.

—¿Hace cuanto las secuestraron? —pregunta el policía y saca un cuaderno.

—Dos horas aproximadamente —respondo y miro a Laura, ella asiente.

—Ya mandé a refuerzos donde la secuestraron, y parece que él o la que la secuestró dejó huellas —lo miro esperanzado.

—Entonces hay que perseguirlo, mi esposa está embarazada de 7 meses, puede tener a los bebés en cualquier momento y mi niña tiene un año y cuatro meses —digo preocupado.

—Tranquilo, haremos lo posible para encontrarlas —afirma y suspira.

—Eso espero —respondo con preocupación.

Abigail Jhonson

Me despierto un poco incomoda por la posición en la que estoy, me enderezo y puedo ver mejor la habitación en donde me encuentro, es una pocilga, como una cárcel. En eso entro ¿Camila? Y ¿Leonardo?

—Veo que ya despertaste zorra —dice Camila y sonríe con malicia.

—No la trates así —la regaña Leo.

Camila lo mira mal y luego vuelve a poner sus ojos en mí.

—¿Donde está mi hija?¿Qué le hicieron? —pregunto con miedo.

—¿Me crees capaz de hacerle algo a mi propia hija? —pregunta Leo indignado.

—Si querías que la matara desde un principio, te creo capaz de hacerlo ahora y más si estás con esta. Además, tú no la quieres —lo miro con odio.

—Esta tiene su nombre —responde Camila acercándose amenazante y yo retrocedo.

Pero para mi suerte Leo la detiene.

—¿Tú cómo sabes que no la quiero? —sonrío sarcástica.

—Tú mismo me lo dijiste, o ¿qué? ¿ya no te acuerdas como la despreciaste? —le grito con rencor.

—Sí, me acuerdo y te pido disculpas. Eso fue un gran error, no pensaba eso de ti y yo sí quería a mi hija. Sólo que lo entendí luego de que te fuiste —lo dice arrepentido.

—No me importa, lo dicho, dicho está. Ahora lo que quiero saber es ¿dónde está mi hija? —pregunto estresada.

No saber de Victoria me está matando.

—Ella está bien, conformate con saber eso —responde Leonardo y me dan ganas de sacarle los ojos.

—Déjanos ir, por favor —le suplico.

—Tú no me dejaste estar con mi hija y te dije que me iba a vengar. Tu castigo será no estar ni con tu amor, ni con tu hija —dice con una sonrisa.

—Tú no puedes hacerme esto —lo miro suplicante.

—Claro que puede y adivina quien va a consolar a tu querido esposo —responde Camila burlona.

—Ni se te ocurra acercarte a Fernando —le advierto acercandome a ella.

—¿Qué me harás tú?, estúpida —pregunta con burla.

—Esto —mi mano se estampa en su mejilla y hace que caiga al suelo.

—¡Eres una idiota! —grita y me devuelve la cachetada, yo la tomo por el cabello.

—¡Ni se te ocurra acercarte a Fernando o a mi hija! —grito halándole el cabello, en eso Leonardo nos separa.

—¡Basta! Parecen dos niñas chiquitas, ni mi hija se comporta así. Más tarde te traerán comida, hasta mañana amor —me va a besar, pero yo ruedo mi cara haciendo que bese mi mejilla.

Luego de eso salen y yo me tiro en la cama a llorar como niña pequeña. Esta situación es horrible.

Fernando Miller

Ya ha pasado una semana desde que secuestraron a mis dos amores. Estoy tan desesperado, ya casi ni como por estar buscándolas, pero no voy a descansar hasta que las pueda abrazar y tener conmigo.

Hoy es miércoles y estoy trabajando, aunque trato de concentrarme, no puedo.

—Doctor ¿qué le pasa?.... —pregunta una de mis pacientes.

—Perdoneme, es que tengo la mente en otra parte —respondo.

—¿Todavía no aparecen su esposa y su hija? —pregunta y yo niego, en eso entra Ana, mi secretaria.

—Doctor Miller lo están llamando de la comisaria —asiento.

—Paseme la llamada por favor —ella sale —disculpe señorita —ella hace un ademán para que atienda.

Digame

Señor Miller hemos encontrado el paradero de su esposa y su hija —al escuchar eso se me acelera el corazón.

—Voy para allácuelgo y me quito la bata.

—Disculpeme señorita, pero tengo que ir con mi familia —salgo del consultorio y pido permiso.

Me dirijo la estación de policia. Hoy por fin veré otra vez a mi familia, no puedo estar más feliz.

Un Pedacito De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora