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Estaba sentada sobre la cama, pensando en que podía hacer, no iba a dejar que aquel hombre me tuviera acá, ni si quiera sabía su propósito, tenía miedo, era demasiado extraño, cuando llegó a calentar la chimenea me pidió que me quedara ahí con él por qué la casa era demasiado fría, no era estúpida, que tal si quiera aprovecharse de mi, o tal vez ya lo hizo mientras dormía, de solo pensarlo me daba escalofríos, o tal vez era por qué en la habitación hacia demasiado frío, me acerque a la ventana que se encontraba en la habitación, estaba quien sabe en dónde ni si quiera una mínima luz se asomaba a kilómetros.

Me devolví a la cama y trate de acostarme, solo había una pequeña sabana fría sobre esta, la tome y me la tapé, me abrace a mi misma mientras intentaba pensar en algo, cómo escaparía de aquí si el había ya cerrado todo con llave y lo se por que en la maldita casa solo había 4  ventanas y todas estaban selladas. Estaba luchando para no quedarme dormida, estaba cansada pero no quería dormir, no debía hacerlo. Antes de acostarme me volví asegurar de que la puerta estuviera cerrada, colocando un colgante en la perilla para saber si alguien entraba.

3:46 AM

S

entí mis mejillas arder, estaba demasiado caliente el ambiente o tal vez muy bochornoso, abrí mis ojos poco a poco para toparme con la chimenea encendida frente a mi a unos tres metros de distancia.

Me levanté poco a poco sentandome en el suelo, una chaqueta café que me cubría caía sobre mis piernas, la tomé, era más  grande que yo, la acerque a mi oegi cubriendo me del frío que ahora sentía y aquel olor varonil inundó mis cosas nasales al instante, olía demasiado a él.

Un suspiro me hizo voltear al de inmediato, era él, estaba dormido sobre un sofá viejo pegado a la puerta, mi vista se dirigió al arma que yacía sobre sus muslos, un escalofrío volvió a apoderarse de mi cuerpo, me tense, era un arma de verdad, grande y brillante ante la luz de la chimenea que aún podía llegar hasta el, me levanté con mucho cuidado, tal vez era mi oportunidad, me acercaría, tomaría el arma y le iba a disparar en...mierda ¿Y si se despertaba?.

Me levanté con mucho cuidado, deje la chaqueta sobre el piso con mucho cuidado y me empecé a acercar a él poco a poco, midiendo cada paso, cuando me acerqué a él, estire mi mano para tomar el arma, me temblaba, estaba temblando.

– Ni se te ocurra Lía –dijo con tanta suavidad, su voz era más ronca y profunda, retrocedí dos pasos sin hacer ruido– Estoy dormido, pero aún te observo¿Entiendes?.

– ¿Por qué me bajaste?.

– Temblabas demasiado de frío y por que no tengo intensión de lidiar con tu cuerpo tieso y sin vida por la mañana, ¿Sabes lo difícil que es cavar una fosa?.

Abrió un ojo primero y después el otros se tallo ambas manos en la cara y se sentó con más comodidad en el mismo sofá. Me miró apoyando sus brazos sobre sus rodillas, seguí retrocediendo hasta llegar al otro sofá.

– Duerme ahí, ponte mi chaqueta, yo lo haré aquí, no intentes algo estúpido, por qué la próxima antes de que te levantes y vuelvas a pensar en desarmarme voy a dispararte y ahí si no tendré ningún problema en hacer una fosa para ti sola.

Él se levantó del sofá y camino hacia el pasillo que conducía a la cocina y la puerta trasera, me coloque la chaqueta con pena, y me recosté sobre el sofá, ¿Por qué me cuidaba? Tal vez era alguna clase de juego sucio para distraerme y después hacer su trabajo.

...


Los rayos del sol comenzaban a lastimarme, me levanté de ahí, el cuerpo me dolía menos está vez, aunque tenía un poco torcido el cuello, traía puesta esa misma chaqueta café de lana, me levanté, olía al desayuno, camine hasta la cocina y entré encontrándome con el ruloso preparando algo, tarareaba una melodía, se veía tan normal, como si no tuviera a alguien secuestrado.

– Siéntate –dijo sin mirarme, él sabía de mi presencia, él sabía todo lo que yo hacía.

– ¿Que habrá hoy? –me sente en un banco, el me miró, pocas veces lo hacía, sus ojos verdes se veían está vez más oscuros, era demasiado guapo para ser un secuestrador.

– Lo mismo que hoy y mañana, solo que está vez traje jugo de sandía –acercó una caja de zumo de sandía.

– Creí que no tenías permitido hablar conmigo –dije quitando la orilla de mi
pan– Ví unas cajas en la entrada.

– Tengo permitido incluso hacerte lo que a mí me plazca, pero te dije eso por qué odio que hables tanto –tome un migajón y se lo avente en la cara, su ceño se frunció al instante– No hagas eso estúpida niña mimada, ¡conmigo no vas a jugar así entendiste!.

– Si –estaba furioso, tomo el migajón del sueño y lo colocó en mi plato, estaba lleno de polvo, ¿En verdad el creía que yo comería eso?.

– Quiero ver qué te lo comas –dijo mientras colocaba las manos aún lado de mi plato, alce la mirada asustada, en verdad el quería que lo hiciera– Hazlo o yo mismo te obligare a hacerlo.

Con la mano temblorosa acerque el migajón a mi rostro, empecé a llorar mientras metía aquel pedazo de pan en mi boca, trataba de masticarlo, pero en verdad quería vomitar, sentía las pequeñas piedritas del polvo aplastarse entre mis dientes, la sensación de comerme algo del suelo, Dios mío.

– Ahora tragatelo –su voz era más suave, aprete mis ojos y trague duro, se sentía incluso esposo mientras caía sobre mi esófago– Buena chica –abri mis ojos, él ya no me miraba estaba comiendo lo mismo que yo, solo que limpio– La comida no se desperdicia Lía, no sabes cuántas personas quisieran incluso un pedazo de lo que tú estás digiriendo.

– Te odio –estaba llorando cuál niña pequeña, él sonreía sin mostrar sus dientes pero si unos oyuelos en sus mejillas miraba su plato, estaba riéndose de mi.

Tal vez estaba apunto de hacer la estupidez más grande, pero adiós impulso de idiotez, tomé el plato aún con comida en el, se la lancé en el rostro, el plato cayó al suelo, sin ver su reacción corrí hasta la puerta, por mi suerte estaba cerrada el gritaba mi nombre enfurecido, ¿Estaría haciendo ya mi tumba?, Corrí hasta las escaleras escuché sus pasos tras mío, maldita sea ahora me moría de miedo, me gire a verlo y él estaba corriendo tras de mi, corrí por todos los pasillos de la segunda planta hasta encontrarme con la primera habitación, debía ser la mía, tenía que ser por qué era la única con ventana amplia, tenía dos opciones, aventarme de ella o esperar a que el mismo me asesinara. Cuando abrí la puerta me lleve con la sorpresa de que no era la mía, no estaba la cama ni mucho menos los escombros, me gire a verlo, el ya estaba tras la puerta, traía todavía pedazos de huevo en sus perfectos rizos, fruncía su ceño y resoplaba enfurecido, retrocedí, pero él no avanzaba, tomó la perilla de la puerta y de un putazo cerró la habitación, corrí hasta ella y comencé a golpearla, se escuchaba como introducia la llave y cerraba.

– ¡Abreme! – le pegué un manotazo pero no hubo respuesta.

– Tal vez dejarte sin comer te enseñe lo que es valorar un pedazo de pan –dijo con mucha tranquilidad– No voy abrirte la maldita puerta, así llores, patales, grites, no voy abrir.

– Por favor –di otro golpe a la puerta– Ábreme por favor... .

...







Mafia Y Pecado |H.S| (Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora