Me trasladé en los patines muy rápidamente por el establecimiento, me puse de cuclillas para pasar por debajo de una orden y me levanté de nuevo, deslizándome por la cerámica marrón del negocio. Sweet Coffee era una de las cafeterías más visitadas de todo Brooklyn. Me detuve en la mesa diez, deslicé la comida en su mesa ágilmente y anuncié su pedido.
-aquí están dos hamburguesas de carne de res y de pollo, refrescos coca-cola y dos órdenes de papas fritas. Cualquier cosa solo tienen que tocar ese pequeño timbre. Disfruten su comida.- dije sin mirar a ninguno de los dos hombres que estaban en la mesa.
Antes de que siquiera comenzara a patinar a atender otros clientes, habían tocado el pequeño timbrecillo. Me volteé zarandeado mi cabello a lo largo de mi espalda y por primera vez visualicé a los tipos que estaban sentados en la mesa diez.
El primero era robusto, de hombros y espalda ancha, con brazos grandes y alto, se veía que se ejercitaba, le echaba unos 26 años. Tenía unos ojos marrones hermosos, su cabello era corto y castaño y unos labios rosados imperdibles. Sus cejas eran pobladas y sus facciones muy masculinas, llevaba un rastro de barba de varios días. Lo miré por dos segundos más, porqué me había demorado más de lo normal en analizar a un chico, me había quedado embobada, si, eso era.
Reaccioné y miré de reojo al chico de al lado, era de igual cotextura, pero con cabello dorado, ojos azules verdosos y una sonrisa matadora.
-¿Qué desean?.- pregunté bajando la libreta, agarrando el bolígrafo entre mis dedos.
-ketchup.- pidió, su voz era muy varonil, ronca y demandante, me estremeció por un segundo. Lo miré y luego miré el centro de la mesa.
-ahí está.- señalé con el bolígrafo. Sonrió, casi me desmayo al ver esa sonrisa despampanante.
-¿esto no es un servicio completo?. Mi orden debe de llevar el ketchup dentro de las hamburguesas.- junté mis cejas mirándolo como que "¿en serio?".
-señor, ponemos los condimentos ahí, para que usted los eche como quiera, cuándo quiera y en la cantidad que quiera.- expliqué.
-yo quiero que mi hamburguesa esté con ketchup.- demandó con voz fuerte. Lo miré y me sobresalté un poco, traté de llevarle el paso.
-si quiere lo llevo de nuevo a la cocina a que le pongan ketchup.- agarré el borde de su plato, esperando su respuesta.
-no, quiero que lo pongas tú.- lo miré con desdén. El jefe me miraba desde el otro lado de la cafetería, detrás del mostrador. Suspiré y lo miré, agarré el ketchup entre mis manos y muy delicadamente empecé a poner ketchup en su hamburguesa caliente.
-ni para eso sirves.- miré al frente sin decir nada y luego miré el pequeño envase lleno de ketchup y decidí no hacerle caso, como siempre hago. Terminé de hacerlo y miré al que estaba a su lado y me sonrió, pero al ver mi cara de pocos amigos, su sonrisa se desvaneció.
-¿usted también desea algo, señor?.-pregunté cortés, al chico de la otra silla negó lentamente. Suspiré y los miré a lo dos. -cualquier cosa, solo toquen el timbre.- me volteé, pero al tiempo de hacerlo, el timbrecillo había sido tocado. De nuevo. Gruñí ya molesta, volteé mi cuerpo y miré asesinamente a quién lo tocó. El castaño sonrió malvado, apreté mis dientes y respiré profundo.
-¿algo más?.- pregunté, con un nudo en el estómago de lo irritada que estaba ya.
-necesito mayonesa en mi hamburguesa.
-con mucho gusto.- agarré la mayonesa de mala gana y abrí la hamburguesa de nuevo y puse varias cantidades pequeñas en el sandwich.
Lo cerré y listo. Lo miré.
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Opuestos (Two Souls #1)
Vampir- No me mates - murmuré - No le he hecho nada a nadie. - Será rápido, me han mandado y si no lo hago, me matarán a mí. - No es justo, yo no he hecho nada malo, por lo menos explícame porqué. - No te voy a decir nada, yo sólo cumplo órdenes.- rugió...