VII

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Estoy en un bosque

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Estoy en un bosque.

Las espinas de los árboles arañan mis brazos desnudos y se clavan en mis pies. ¿Por qué estoy descalzo?
Camino y camino, tratando de ver a través de los arbustos pero la luz a penas traspasa la copa de los árboles. Es imposible saber si es de día o de noche.

No sé porqué estoy acá.

Miro hacia todos lados, pero no hay nada. Nada más que bosque.

Siento una presencia a mis espaldas, pero no me giro, empiezo a correr.
Corro sin mirar atrás, no quiero darme la vuelta, sé que hay algo siguiendo mis pasos.

La luz es cada vez más escasa, ya no alcanzo a ver lo que tengo delante, pero sigo corriendo. No sé qué pasará si me detengo, si la cosa me alcanza.

De repente el bosque desaparece, y me encuentro corriendo en la oscuridad absoluta, pero la presencia sigue ahí. Me doy vuelta y, a pesar de la escasez de luz, distingo a mi perseguidor.

La cosa que me persigue, la presencia, es mi padre.

*

Despierto sobresaltado. Todavía no amanece y toda la habitación está cubierta de sombras, lo que hace que el miedo provocado por mi sueño no se vaya. Mi corazón sigue queriendo escaparse de mi pecho, no consigo calmarme.

La oscuridad es cada vez más en la habitación, las sombras aumentan, puedo sentir la pulsación acelerada, el sudor frío que baja por mi espalda y la misma presencia del sueño, pero esta vez no estoy soñando. Lo sé.

Esta vez es tan real.

—...lan.

De repente empiezo a escuchar voces, pero no entiendo lo que me dicen. Cierro los ojos con fuerza y aprieto mis manos en las orejas con la esperanza de que los murmullos cesen, pero no lo hacen. Parecen estar dentro de mi cabeza.

—Dylan.

—Dylan.

Son cada vez más. Por fin entiendo lo que dicen. Miles de voces repiten una y otra y otra vez mi nombre. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo.

—Dylan.

—Dylan.

Mi cabeza duele por culpa de las incesantes voces; mi pecho, por culpa de los fuertes latidos de mi corazón. Mi miedo aumenta junto con mi pulso.

—Dylan.

Una voz distinta al resto, me hace abrir lentamente los ojos, e inmediatamente me arrepiento de haberlos abierto.

Ojos blancos me miran fijamente de todas direcciones, mire donde mire están ahí. No puedo esconderme de su mirada. Las voces siguen susurrando mi nombre repetidamente.

Dylan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora