XXVIII

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En otras circunstancias, hubiera ido y abrazado al hombre delante mío, que es mi abuelo

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En otras circunstancias, hubiera ido y abrazado al hombre delante mío, que es mi abuelo.
Pero en estos momentos...

Sonríe de una forma escalofriante y hace que se me pongan los pelos de punta.

—No seas tímido, puedes hablar. —Dice, y me doy cuenta de que todavía no dije ni una palabra.

—Eh... yo... —Todas las preguntas que tenía en mi cabeza parecen haberse esfumado. Finalmente digo la única pregunta que me interesa saber—. ¿Qué estoy haciendo aquí?

Lucifer suelta una sonora carcajada que retumba en toda la sala.

—Un pajarito me ha contado que ya puedes usar la magia...

—No recuerdo haber visto ningún pájaro. —Es lo primero que se me ocurre decir.

Soy idiota.

Lo sé.

Sin embargo, él ignora mi comentario. Por suerte.

—Tengo una propuesta para ti. —Se levanta de su asiento y se acerca hacia mí. Instintivamente, doy varios pasos hacia atrás—. Vivirás aquí y no matarás ningún demonio mío nunca más, y yo no asesinaré a tus seres queridos. Todos felices.—Una gran sonrisa se forma en su cara, como si fuera el mejor trato del mundo.

Claramente yo no quería ni lo uno ni lo otro.

—¿No hay una tercera opción?

En ese momento supe que tenía que salir de ahí, como sea.

—Mmm... —Se hace el pensativo, adoptando la típica postura de la mano en la barbilla—. Puedo dejarte ir. Pero en ese caso tendré que matarte. Y, no me malinterpretes, no me gustaría hacer eso. Somos familia después de todo.

Cuando me doy cuenta ya está en frente mío, con una de sus manos en mi hombro.

—¡No somos familia! —Alejo su mano de mí—. No soy nada tuyo, y nunca lo seré.

Su expresión se oscurece y la sonrisa se esfuma.

—Autoconvencete de ello si quieres —Vuelve a sentarse en su trono—, pero sabes, muy en el fondo, que eso no es verdad. Tienes mi sangre en ti y no tienes idea lo poderoso que eso te hace. Es como un regalo. Por eso no puedo dejarte ir. Tu lugar está junto a mí, y tu madre, claro. Que por cierto, voy a llamarla.

Y dicho eso, desaparece en el aire dejándome solo en la lúgubre sala.

Es mi momento, tengo que encontrar una salida.

Sin pensar, corro por el pasillo en el que llegué. Abro todas las puertas que no están bloqueadas, pero todas dan a habitaciones completamente iguales. De pronto el corredor se divide en dos. Miro a ambos lados. Es todo igual. ¿Quién construyó este lugar?

Finalmente, me decido por el camino de la derecha. Después de unos metros, escucho unas voces hablando. Al principio pensé que era mi madre con Lucifer, que me habían encontrado. Pero después caigo en que son guardias. Esto es como una jodida cárcel. Miro hacia atrás, hay otro, ya es muy tarde para volver. Estoy atrapado.

Estoy seguro de que los guardias son demonios. Estoy seguro que todos en este lugar son demonios. Cuando me ven, rezo porque me reconozcan como el nieto de su jefe y me dejen tranquilo, pero en cuanto sus ojos completamente negros hacen contacto con los míos, corren directo hacia mí.

Desearía tener mi daga en estos momentos. Observo rápidamente hacia todos lados, esperado encontrar algún arma, pero sólo veo un jarrón y un cuadro. Habrá que ser creativo.

Tomo el jarrón y lo arrojo con toda la fuerza que puedo, aunque estoy seguro de que he utilizado un poco de magia, aún no lo controlo del todo. Lo lanzo hacia el demonio que tengo más cerca y el jarrón se parte en mil pedazos en su pecho, derribándolo. Eso me dará un poco de tiempo. Me doy vuelta para enfrentar al otro guardia demonio, pero soy más lento, éste ya me tiene agarrado del cuello, ahorcándome.

A pesar de la frenética situación, intento calmarme como siempre que quiero utilizar la magia. Busco el poder dentro de mí. Y cuando lo encuentro, me siento más fuerte que nunca, más confiado. El demonio parece notarlo porque enseguida titubea su agarre en mi cuello. Aprovecho esto y lo golpeo.
Debo destacar que jamás he pegado una piña a alguien o algo, y duele más de lo que parece. Enseguida el dolor atraviesa mis nudillos. Al menos el guardia cae al piso con la cara ensangrentada, o lo que parece ser sangre, sangre negra.

Le resto importancia y sigo corriendo por el pasillo. Antes de que los guardias se levanten.

Al final del pasillo veo una puerta blanca, por la que entra una fuerte luz por las rendijas. Es la salida. Tiene que serlo.

Cuando estoy a cinco metros de la supuesta salida, una figura femenina aparece de repente en frente mío.

La reconozco en el acto.

—¿Ibas a algún lado, hijo? —En otro momento la sonrisa en su rostro me hubiese parecido linda y acogedora; pero combinada con la ira en sus ojos, solo podía darme terror—. ¿Te has perdido?

—Hola mamá, tanto tiempo. —Sonrío nerviosamente. Mi plan de escapar sigue en pie, lo único que me falta es saber cómo hacerlo.

Ella se acerca, amenazante.

Piensa Dylan, piensa.

Busco la magia adentro mío, pero parece no funcionar.

—Ni lo pienses. —Dice mi madre, como si me hubiese leído los pensamientos. No entiendo porque no puedo utilizar mi poder, pero no le doy muchas vueltas. No tengo tiempo.

Busco a mis amigos los jarrones, pero estos parecen haber desaparecido de el pasillo.

Y ese hubiese sido mi fin si la puerta detrás de mi madre no se hubiese abierto, si Logan no hubiese entrado por esa puerta con mi daga en la mano.

Estoy tan confundido que todo parece ir en cámara lenta. Logan atravesando rápidamente a mi madre con la daga en el momento en el que ella se distrajo. Mi madre cayendo al suelo. Mi amigo mirándome sorprendido y aliviado a la vez.

Me cuesta salir de mi trance y lo hago cuando Logan me pega cachetadas para que reaccione.

—¡Para, para! —Hablo hacia Logan, pero mi vista está fija en el cuerpo inerte de mi madre en el suelo, con sangre negra cubriendo su estómago.

Logan sigue mi mirada y dice:

—No está muerta. No muere.

Levanto la vista hacia él.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo sabes...

—Entré por un portal que hizo tu abuela —Me interrumpe—, y en cuanto a cómo sabemos que estabas aquí... Bueno, notamos tu ausencia.

—¿Mi ausencia? Solo fueron unas horas.

No es que me quejara de que me salvara, era mera curiosidad.

La mirada de Logan evade la mía. Se ve nervioso.

—Bueno, no sé cómo corre el tiempo aquí abajo... pero han pasado semanas. Dos para ser exactos.

De repente el aire parece más denso y siento un mareo. No me caigo sólo porque Logan me agarra a tiempo.

—¿Has usado la magia? —No espera a que responda la pregunta, es como si fuera obvia—. Hora de irnos.

Prácticamente me arrastra hasta la puerta, y cuando la abre la luz incandescente nos absorbe.

Dylan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora