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Estar por segunda vez frente a las puertas del Infierno no es exactamente agradable

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Estar por segunda vez frente a las puertas del Infierno no es exactamente agradable.
El ya conocido frío parece instalarse en mis huesos, la perfecta puerta blanca está al final de las escaleras.

Ya no siento el supuesto hechizo de inmovilidad, pero aún así no me atrevo a huir. No tendría sentido, me atraparía en un instante. Bajamos las escaleras en silencio.

Cuando estamos ante las puertas Azazel suelta su fuerte agarre de mi brazo.

—Creo que no tengo que decirte que no intentes escapar, ¿verdad?

Mi silencio es su respuesta.

Saca una llave de su bolsillo, y abre las puertas. No voy a decirle que, cuando yo estuve ante estas puertas, no necesité ninguna llave.

Sin embargo cuando las puertas se abren, no me encuentro con el mismo paisaje de la última vez. Esta vez es un bosque, oscuro. No hay ni rastros del puente por el que cruzamos Lydia y yo. Y tampoco hay luz o niebla. Todo el bosque está oscuro y en silencio.

—Después de ti. —Me sonríe y me hace señas para que entre.

Siento que me voy a arrepentir de no haber huido cuando tuve la oportunidad.

Caminamos por el bosque en silencio. En todo momento sentía que alguien —o algo— me observaba desde la oscuridad de los árboles. Yo a penas veía a unos pasos delante mío, pero Azazel parecía moverse con total confianza, como si se conociera a la perfección aquel tenebroso bosque.

—¿Por qué me llevas con tu jefa? ¿Por qué le intereso? ¿Va a matarme? —Repentinamente sentía curiosidad por todo. Lo cual parece haber molestado al demonio porque paro su caminata y se dio la vuelta, mirándome entre la penumbra.

—Sin preguntas. Eres mi rehén, no te dije que podías hablar. —Sus ojos amarillos brillan en la oscuridad, como remarcando la seriedad del asunto.

No me sentía como un rehén. Sentía que estaba en una excursión terrorífica. Me pregunto si es normal que no sienta miedo estando en un bosque con un demonio, probablemente en el Infierno.

—¿Es esto el Infierno?

—¿No te enseñaron a cerrar la boca Bennett? —Esta vez no se detiene para hablar— ¿Tu padre se murió muy pronto como para enseñarte?

De repente siento ganas de golpearlo, aunque sé que no ganaría nada con eso.

—No hables de él como si lo hubieras conocido. —Sin embargo sabía que mi padre sí había conocido a Azazel.

—Tu tampoco lo has conocido realmente. —Aunque no vea su cara sé que está sonriendo—. Tendrías que haber visto su cara cuando desgarre su garganta con mis garras.

Me detengo cuando escucho sus palabras. Él se detiene también.

—No te hagas el sorprendido, ¿nunca sospechaste que yo podría haber matado a tu padre? Estaba muy cerca de encontrar la daga, y era realmente molesto. —Se da la vuelta dedicándome una sonrisa maliciosa.

—No te creo.

—No te pedí que lo hicieras. Pero es la verdad, Dylan.

Tenía sentido, pero no podía aceptarlo. Según mi madre, él había muerto de un accidente automovilístico, por eso nunca investigue acerca de su muerte. Pero el hecho de que Azazel lo haya matado, me da una razón mas para matarlo a él.

—Voy a matarte con mis propias manos.

Él sonríe mientras ladea su cabeza.

—No tengo tiempo para esto, la jefa nos espera.

~ ~

Cuando Azazel dijo que me llevaría con su jefa me imaginé que me llevaría con Lucifer, y que quizás éste es en realidad mujer, o algo así. Pero no. Estamos delante de una caseta. Sí, la típica caseta abandonada en medio del bosque.

Creí que íbamos a seguir de largo pero Azazel se detiene ante la puerta. La casa está tan destruida que con un mínimo viento podría venirse abajo, confiaba en que no haya viento en el Infierno. No tiene vidrio en las ventanas, en su lugar hay tablones de madera con algunas runas desconocidas dibujadas en ellos.

—Llegamos, chico.

Abre la puerta y ambos pasamos. Sin embargo, no veo absolutamente nada dentro.

—¿Qué les cuesta poner una maldita luz?

Escucho una risa, peor no es de Azazel. Es de una chica. Y como si nada se hace la luz. Literalmente, los focos de la desordenada casa se encienden, dejándome ver todo el interior. Está todo tirado por todos lados, y el lugar es tan chiquito que no sé como estamos todos juntos en una misma sala sin que se termine el oxígeno. Hay una puerta al fondo que supuse que llevaría a la habitación. En toda la casa hay un olor extraño que no llego a descifrar. En frente mío hay una pequeña mesa que podría haber pertenecido al comedor, con una única silla, que está ocupada.

Ante mí se encuentra una mujer hermosa. Alta y de cabello tan negro que se confunde con las sombras de la sala. Es tan pálida que parece brillar en la poca luz de la casa. Sus ojos son verdes por momentos, azules en otros. Tenía los ojos de todos los colores y de ninguno a la vez. Era hermosa.

Siento que me sonrojo y aparto la mirada. Su risita vuelve a llenar el ambiente. Es como una mezcla entre una risita de niña y una risa diabólica. Un escalofrío me recorre el cuerpo por primera vez desde que crucé las puertas.

—Hola Dylan. Esperé mucho tiempo para conocerte. —La mujer se levanta dejándome ver cuan alta es—. Soy Lilith, Madre de los Demonios.

Dylan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora