10. Primer nombre

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Grant me esperaba en un pub ubicado en el centro de la ciudad, donde hacían cerveza artesanal, según me comentó más tarde. Se encontraba sentado en una de las mesas de afuera, otra vez con una gorra puesta y una campera que lo protegía del frío. Nunca pensé que lo vería nuevamente después de tan poco tiempo, pero acá estábamos dos días después, otra vez juntos.

Me senté, suspirando y con una sonrisa en mi cara.

—Te ves contenta –observó Grant.

—Bueno, por empezar, es agradable poder ir a cualquier lado sin tener algún paparazzi que te saque fotos. Segundo, cualquier ocasión que amerite una cerveza es motivo para estar feliz. Además, es un lindo día. —Grant asintió, estando de acuerdo.

Como él ya había estado allí antes le pedí que me recomendara una cerveza. Hicimos nuestro pedido y esperamos. Días atrás me preocupaba que, cuando llegara el momento de vernos, hubiera silencios incómodos o que no tuviésemos tema de conversación, pero pasaba todo lo contrario. Siempre estábamos hablando de algo, por más banal que fuera, y cuando nos quedábamos callados simplemente disfrutábamos del momento.

—Recuerdas que el otro día nos sacamos fotos con un par de chicas? –le pregunté después de debatir interiormente si hacerlo o no.

—Sí, lo recuerdo.

—Bueno... ayer me llamó una amiga para decirme que una fanpage mía había subido las fotos... Espera. –Saqué el celular de mi bolso y entré a Facebook–. Aquí, mira.

Se lo pasé a Grant y esperé a que leyera lo que decía. Bajó la vista a la pantalla y a los dos segundos volvió a levantarla. Se me quedó mirando.

- Liz, no entiendo nada de lo que dice, está en español.

Me sentí como una tonta al instante. Tomé el teléfono y se lo traduje.

—Qué bueno que no estabas antes cuando una fan me pidió una foto –me dijo en tono de broma–. Dicen que no van a hacer especulaciones acerca de si salimos o no pero sin embargo preguntan si les gusta la pareja que hacemos –dijo Grant riendo–. Así como no podemos evitar que los paparazis nos saquen fotos y las vendan, tampoco podemos evitar que nuestros fans las suban a las redes sociales. Siempre va a pasar eso –me dijo señalando mi celular–. ¿Te preocupa lo que están diciendo?

—No... Bueno, quizás un poco, pero me preocupa más por ti que por mí.

—¿Por mí? ¿Por qué? –me preguntó sorprendido.

—No quiero que eso impida el poder hacer... esto –le dije, refiriéndome al estar comiendo juntos-, porque no quiero que dejemos de hacerlo –agregué con un poco de vergüenza.

—No lo va a impedir, de verdad. A mí no me importa lo que digan, yo soy muy consciente de lo que hago y dejo de hacer y lo más importante: tengo la verdad, al igual que tú; así que no dejes que te afecte, porque yo tampoco quiero que dejemos de hacer esto.

Escuchar eso me hizo muy feliz, así que decidí hacerle caso a Grant. Si a él no le importaba, a mí tampoco.

Luego de un par de cervezas y algunos tragos, nuestras lenguas empezaron a aflojarse cada vez más y nos la pasamos riendo, entre chistes y anécdotas divertidas. Le pedí a Grant que me sacara una foto con mi cara de: «ESTOY PASANDOLA MEJOR QUE NUNCA». Puse una sonrisa exageradamente grande y abrí los ojos lo más que pude. Grant no paraba de reírse.

 Grant no paraba de reírse

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—Ahora tu –le dije.

—No hay manera de superar esa sonrisa –me contestó, todavía riendo-. Mi foto va a ser una foto de: «Se termina el fin de semana largo y hay que volver a trabajar».

 Mi foto va a ser una foto de: «Se termina el fin de semana largo y hay que volver a trabajar»

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Capturé el momento y Grant volvió a tomar el teléfono. Subió la foto a su Instagram y me sacó un par de fotos más; cuando terminó, dijo mi nombre.

—Elizabeth... -dijo, estirando las vocales.

—Grant... –imité la forma en que lo pronunció.

—¿Tienes segundo nombre? –preguntó.

—Si... Elizabeth –le contesté, divertida.

—¿Elizabeth es tu segundo nombre? –Asentí–. ¿Cuál es tu primer nombre?

—Amelia.

—Amelia –repitió, otra vez estirando las vocales-. Me gusta, ¿por qué no te dicen así?

—Solían hacerlo cuando era pequeña, pero cuando empecé a crecer preferí que me dijeran Liz, porque me gustaba más como sonaba. Ahora el único que me dice así de vez en cuando es mi papá. Él fue el que eligió el nombre, así se llamaba su mamá.

—Me gusta –repitió-. ¿Puedo llamarte así?

¿Y cómo se lo iba a negar?

—Claro –le conteste sonriendo-. ¿Y tú tienes segundo nombre?

—Sí, mi segundo nombre es Grant y mi primer nombre es Thomas.

—Thomas – dije-. ¿Cuál es tu historia?

—La verdad es que se parece a la tuya. Thomas se llama mi papá, también me decían así cuando era pequeño, pero yo siempre preferí Grant.

—Me gusta Thomas, ¿puedo llamarte así? –le repetí la pregunta que él me había hecho.

—Claro –contestó.

A la hora de pedir la cuenta, intenté pagar mi parte, pero Grant no me dejó. Mala idea.

—Mira Grant, hay algo que tienes que saber sobre mí –comencé–. Sé que quieres ser un caballero y todo eso, pero no me gusta que los demás paguen por mí. Me gusta pagar por mis cosas porque me lo puedo permitir.

—Bueno –dijo simplemente.

Lo miré fijamente.

—No vas a dejarme pagar, ¿no?

—No –Grant negó con la cabeza.

Guardé mi dinero.

—Bien, pero la próxima vez lo haré, quieras o no.

Salimos a la calle, listos para irnos. Nos quedamos unos segundos en silencio, mirándonos. Ambos habíamos ido caminando y nuestros caminos quedaban en direcciones opuestas. Nos prometimos volver a vernos en cuanto tengamos un rato libre entre las grabaciones, también propusimos el juntarnos con Danielle. Finalmente nos despedimos.

—Adiós, Amelia –dijo sonriéndome.

—Adiós, Thomas.

La luz en mi vida [Grant Gustin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora