17. Algo para decir

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Sinceramente, había esperado ese momento por mucho tiempo y ahora que había pasado, no sabía como reaccionar.

-Me gustas desde el primer momento en que te escuche cantar. Sabes, al principio no estaba muy seguro de lo que sentía porque todavía estaba dolido por lo de mi ex novia y la verdad es que no te conocía demasiado, pero desde que te escuché cantando que no puedo sacarte de mi cabeza.

Yo seguía sin poder articular palabra alguna. Grant no dejaba de mirarme y de a poco su cara fue mostrando preocupación.

-Por favor, di algo.

Y no pude evitar decirlo.

-Tu también me gustas, Grant. –Su cara de repente se transformó en una de felicidad pura.

-¿Si?

-Si, pero...

La preocupación volvió a su rostro.

-Pero... –repitió Grant.

- ¿A dónde nos lleva esto? Yo... Hay algo que nunca te conté, algo que no sabes sobre mí.

Los nervios me volvieron a invadir y temía que con lo que había dicho hubiese arruinado la noche.

-¿Qué cosa? –me preguntó, pero yo no dije nada-. Liz, nada de lo que me digas va a hacer que deje de sentir lo que siento por ti, nada. Y a donde nos lleva esto, no lo sé, pero me encantaría averiguarlo.

Lo mejor que podía hacer en ese momento era callarme, y fue lo que hice; pero la ansiedad se abría camino y el miedo de a poco me iba invadiendo. Grant me conocía y sabía que algo pasaba, así que no dijo nada más al respecto.

El camino a casa fue tremendamente incómodo. Me sentía tan mal, sentía que había arruinado todo por haber dicho lo que dije. Pero quería ser sincera con él, no quería ocultarle nada, quería que supiese todo por lo que había pasado. Cuando llegamos, Grant me acompañó hasta la entrada.

-Grant... –empecé, pero no pude continuar.

Me tomó el rostro con ambas manos e hizo eso con lo que había estado soñado desde que lo conocí. Al principio fui incapaz de reaccionar, pero cuando fui consciente de lo que pasaba, pasé mis brazos por su cuello y lo atraje más hacia mí. El separó sus manos de mi rostro y me tomó por la cintura. Sus labios eran suaves y todavía sabían al vino que habíamos tomado. Y en ese momento, juro que el mundo dejó de existir para mí. Creía que nunca me iba a sentir más segura de lo que me sentía cuando el me abrazaba, pero esto, esto era sentirse segura, esta sensación de calidez recorriendo todo mi cuerpo.

Cuando nos separamos, a los dos nos faltaba el aire. Y ahí estábamos, en la entrada de mi casa, bajo un cielo estrellado, con nuestras frentes pegadas y nuestras miradas unidas.

-De verdad que quiero hablar contigo –le dije-. ¿Puedes quedarte un rato?

Grant asintió, sin decir una palabra, y depositó un pequeño beso sobre mis labios. Me tomó la mano y entramos. Ambos nos sentamos en el sillón, cara a cara. Empecé a sonar mis dedos en un acto nervioso y Grant me detuvo, tomando mis manos.

-¿Qué es lo que va mal? –quiso saber, con preocupación en su voz-. ¿Qué es lo que me quieres decir?

Lo miré a los ojos, tragando saliva en un intento de deshacer el nudo que invadía mi garganta.

-Yo... –Grant me miraba atento, acariciando el dorso de mi mano. Respiré hondo, dejando que su tacto me tranquilizara-. Tengo miedo –le solté.

-¿Miedo? –me preguntó confundido.

-Si, tengo miedo de lo que esto significa, tengo miedo de lo que va a pasar con nosotros a partir de ahora...

-Liz... No tienes que-

La luz en mi vida [Grant Gustin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora