27. Presente

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Ya era la hora de irnos. Éramos un gran grupo de personas, todos dirigiéndonos a los autos en los que habíamos llegado. Abracé a Grant con todas mis fuerzas, el me devolvió el abrazo con la misma intensidad. Me colgué de su cuello, mirándolo fijamente a los ojos, los ojos más lindos que había visto en mi vida.

-No me quiero ir –le dije, poniendo cara triste.

Me tomó de la mano, sin decirme nada, y empezó a correr en dirección contraria, arrastrándome con él.

-¡Vamos, corre! –me dijo divertido.

Su reacción me tomó por sorpresa y todo el trayecto que corrí lo hice pensando en qué demonios estaba haciendo.

-¡Hey! ¿A dónde van? Liz, ¡vamos a llegar tarde! –Escuché gritar a uno de mis amigos.

Miré a Grant, sin saber qué hacer. Quería quedarme con él para siempre, pero parecía que él no quería lo mismo.

-Tiene razón -me dijo deteniéndose-, llegarán tarde si no vamos con ellos. –Lo miré confundida.

Volvimos con los demás, yo sin soltarlo ni por un segundo; seguía colgada de su cuello, diciéndole que no quería irme. En su cara podía ver que quería decirme algo y no sabía cómo. Yo deseaba con toda mi alma que me dijera: «Quédate conmigo, no te vayas», pero no lo hizo.

No podía despegarme de él ni apartar la vista de sus ojos. Me moría de ganas de besarlo, pero algo dentro de mí me decía que no era lo correcto de hacer en ese momento. Notaba que Grant estaba tenso y no quería arruinar las cosas y ponerlo más tenso de lo que estaba.

Lo solté y en el instante en el que lo hice se alejó de mí. Lo llamé pero no me contestó. Lo volví a llamar y me volvió a ignorar. Me acerque a él, le hable, pero no me dirigió la palabra. Empecé a asustarme, no entendía que pasaba o que había hecho mal; no entendía por qué de un momento a otro había cambiado radicalmente de actitud.

-Grant, por favor, háblame, ¿hice algo mal? -Pero no recibí ni una mirada de su parte.

Lo dejé estar. Cuando llegamos hasta donde estaban los autos, mis amigos empezaron a repartirse entre ellos. Cinco entraron en uno y los otros cuatro entraron en otro. Faltaba yo. Grant se subió a otro junto con dos de sus amigos. Estaba esperando a que me dijera algo, que me saludara. Como no lo hizo, me dirigí hacia el auto en donde estaba. Tenía la puerta cerrada pero pude hablarle desde la ventanilla, que estaba abierta.

-Grant, ¿no me vas a saludar? Por dios, ¿qué es lo que pasa? –Ahora su cara transmitía pena e incomodidad-. Dímelo, no me importa lo que sea, quiero saber –le pedí, muy seria.

Me miró, y en cuanto lo hizo, deseé que no lo hubiera hecho. Fue como si me hubiesen echado un balde de agua fría.

- No creo que tengamos un futuro juntos.

Sentí como mi corazón se partía en dos. El mundo se detuvo.

-Listo –le dije y me di vuelta, intentando con todas mis fuerzas mantenerme en pie y sin romper en llanto.

Sentía que todo se derrumbaba a mí alrededor, incluso mi interior. Me dirigí hasta el auto donde me esperaban mis amigos. Abrí la puerta y entré.

-No pregunten –dije enojada, antes de que alguien pudiera decir algo.

Fui todo el trayecto mirando a la ventana, no quería que me vieran llorar. Mi celular estaba quedándose sin batería, pero no podía dejar de chequear si Grant me había mandado algún mensaje. Sabía que no lo haría, lo sabía muy bien, pero no podía evitarlo.

Decidí mandarle uno yo.

> Eres un maldito.

-No lo hagas, Liz. No lo envíes –me dijo una amiga cuando estaba a punto de apretar el botón de enviar.

La luz en mi vida [Grant Gustin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora