5. El único

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Lo único que me despertó fueron los retorcijones que mi estómago empezó a hacer a causa del hambre. Mi habitación estaba completamente oscura, solo entraban unos mínimos rayos de luz a través de las rendijas de la persiana. Busqué mi celular para ver la hora: las doce del mediodía.

Por primera vez en varios días me sentía bien, con energía. Me levanté y abrí todas las ventanas de la casa; cerré los ojos, sintiendo como me invadían el calor y la luz del sol. Era un hermoso día, de ninguna manera podía seguir desperdiciando días así. Puse música con el volumen bien alto y me fui a dar una ducha. A mi pesar, tuvo que ser una rápida, porque tenía mucha hambre y necesitaba hacer las compras cuanto antes. Cuando me vi en el espejo no pude evitar sentirme un poco triste, me veía fatal, pero no me preocupé mucho en tapar las ojeras ni nada. Me cambie, tomé mis lentes de sol, las llaves del auto y salí. Después de haber estado una semana encerrada, se sentía realmente bien el estar fuera, a pesar del tremendo calor que hacía. Para el momento en que terminaba de guardar todo en el auto, ya estaba transpirando. No me gustaba para nada el calor, me irritaba y me hacía poner de mal humor, por eso había disfrutado tanto de estar en Vancouver.


Llegué a mi casa y me preparé un gran almuerzo. Comí todo lo que no había comido en esos días. Aproveché también para ponerme en contacto con mis amigos, mi familia y mi agente, Will, que no había parado de mandarme mensajes.

—Liz, querida, ¿dónde te habías metido?

—Will, lo siento tanto, tuve una mala semana —me disculpé—. Ponme al tanto de todo.

Una revista quería hacerme una nota por mi incorporación a Surrogate People*, otra quería hacerme un photo shoot, y tenía invitaciones para algunos eventos de moda.

El resto del día me la pase tocando el piano mientras me recordaba cantando junto a Grant. Estaba deseando cantar con él otra vez, sentir esa conexión que tuvimos. Me lo imagine ahí conmigo, sentado a mi lado, con esa sonrisa tan suya. Quería estar ya en Vancouver, poder tener la oportunidad de hablar con él, de conocerlo. Danielle me había hablado maravillas de él y yo solo quería confirmar todas esas cosas. No dudaba de que fuera todo cierto, Grant parecía una gran persona, súper amable y atento. Y con la llamada de la noche anterior, demostró serlo al preocuparse por mí; hizo todo lo que estaba en sus manos para animarme, a mí, una persona que conocía poco y nada.

Se hizo de noche y salí al patio para tomar un poco de aire fresco. El cielo estaba despejado, se podían ver las estrellas bien nítidas y, para mi alivio, una brisa fresca acompañaba la noche. Me senté en el sillón que tenía allí afuera, solo yo y la luna que brillaba en lo alto, y me puse a revisar las redes sociales; contesté tuits, comentarios en Facebook y en Instagram, tantos como pude. Me gustaba mantenerme en contacto con la gente que me seguía y siempre trataba de hacerlo. También me comunicaba de vez en cuando con un grupo de fans de Argentina, el primero que se creó cuando recién comenzaba a actuar.

Revisando el Instagram, vi que Grant había subido una foto de su hermano.

Revisando el Instagram, vi que Grant había subido una foto de su hermano

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La luz en mi vida [Grant Gustin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora