Capitulo 11

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Después de enterarse de esa noticia el día se le hizo eterno, lo único que quería era poder llegar a su departamento para poder lamerse las heridas. Cuando ya estaban por cerrar sonó la campana de la entrada anunciando un nuevo cliente, Sarah que estaba arreglando la ropa en unos estantes no se dio vuelta para ver de quien se trataba, ya que lo más seguro era que Raquel lo atendiera.

- Say, atiende al cliente por favor, que yo tengo que ir hacer una llamada –le dijo Raquel mientras se dirigía a la pequeña oficina.

Sarah que se encontraba sobre una escalera, empezó a descender por esta, pero dio un paso en falso y si no hubiera sido por unas manos que la sujetaron hubiera terminado botada en el suelo.

- Gracias... -murmuró pálida por el susto que se había llevado, si algo le pasaba a su hijo por su culpa nunca se lo perdonaría.

- De nada –dijo una voz masculina con un leve acento italiano mientras la dejaba en suelo pero sin quitarle las manos de la cintura

Ella permaneció inmóvil por algunos instantes, no quería darse vuelta y enfrentar el hecho de que alguien al fin la había encontrado. Las manos que estaban antes en su cintura ahora se posaban sobre sus hombros y con delicadeza la dieron vuelta.

- Hasta que te encontré.

No contestó seguía algo perturbada.

- ¿Por qué no acudiste a mi cuando dejaste tu casa?, sabias que yo te ayudaría sin pedirte ninguna explicación. Levantó con lentitud la cabeza.

- Por que era algo que tenía que hacer yo sola, y tu no debías involucrarte.

- Pensé que éramos amigos, además ni siquiera me avisaste como estabas, me tuve que enterar por Ash que estabas bien y no te había pasado nada malo –le dijo dolido.

- Lo siento, no pensé mucho en ese minuto, lo único que quería era salir de ahí –dijo con arrepentimiento. Joe asintió y al bajar la mirada se dio cuenta del vientre abultado de Sarah. Después de unos instantes sonrió con ternura.

- No preguntaré lo obvio, pero ¿de cuanto estás?

Ella le devolvió la sonrisa, la primera sonrisa verdadera después de meses.

- Cinco meses.

Joe soltó un silbido.

- Entonces no te enteraste hasta que estabas lo bastante lejos de tu esposo.

Ella asintió.

- ¿Y por qué no te volviste cuando lo supiste?

Le iba a contestar pero en ese minuto entró Raquel.

- Say, ya es hora que cerremos.

Sarah asintió.

- Él es un amigo, Joe te presento a mi jefa Raquel Morán –ella prefirió no dar a conocer el apellido de Joe, y al parecer éste se dio cuenta de su intención y no dijo nada.

- Es un placer conocerla, y déjeme que le agradezca por lo que ha hecho por Sarah –Joe de dirigió una sonrisa encantadora. Raquel le sonrió, ninguna mujer era inmune al encanto de Joe ni siquiera aunque fueran mayores.

- No tiene nada que agradecer me encanta trabajar con ella.

- Espero a que termines de cerrar y te llevo a tu casa –Joe le dijo a Sarah.

- No se preocupen, Say ve con él yo cierro –dijo Raquel tomando el bolso de Sarah y dándoselo a ella.

- Pero...

- No lo dejes esperando un hombre como ese si que vale la pena –le susurró al oído.

Sarah caminó hacia la puerta donde la esperaba Joe.

- Un gusto conocerla –le dijo Joe a Raquel.

- El gusto ha sido mío –le dijo coquetamente-. Y cuídela que últimamente ha estado muy cansada –le dijo con preocupación.

- Lo haré.

Ella subió al carro de Joe y le dio la dirección de su departamento. Durante el camino fueron conversando de cosas triviales, sin importancia, lo cual ella agradeció ya que eso le sirvió para relajarse. Cuando llegaron al departamento Sarah lo hizo entrar a la pequeña sala mientras ella guardaba sus cosas en su dormitorio. Unos instantes después Joe la hizo sentarse junto a él en el sofá.

- ¿Cómo me encontraste? –le preguntó finalmente.

- No me fue fácil, en ninguna parte del País pude encontrar a una mujer de nombre Sarah Salvatore o Sarah Monter.

Sarah asintió.

- Me hago llamar Sarah Matthews.

- ¿Matthews?

Se encogió de hombros.

- Era el apellido de soltera de mi abuela.

- Como te estaba contando, me fue difícil encontrarte, estaba seguro que no te habías ido del país, así que pensé que estarías en alguna cuidad pequeña o en algún pueblo. Iba pasando por a fuera de la tienda cuando te ví, pero no te reconocí enseguida, lo único igual que tenías a la Sarah que yo conocía era el color de cabello, pero quise entrar para asegúrame que no eras tú. Estás muy cambiada -dijo mirándola fijamente.

- ¿Entonces fue casualidad? –preguntó sorprendida.

- Así parece.

Sarah se sacó los lentes y los dejó sobre la mesa para así frotarse los ojos.

- Estás cansada –le aseguró Joe.

- Me canso rápidamente.

Joe tenía muchas preguntas que le rondaban por la cabeza todavía, pero dejaría que descansara primero, se notaba que ella apenas podía mantener los ojos abiertos. Sin decir ninguna palabra la levantó entre sus brazos.

- ¿Qué haces? –le preguntó sujetándose de su cuello para no caerse.

- Te llevó a tu habitación, porque si no estoy seguro que te vas a quedar dormida en cualquier lado.

Joe entró al dormitorio y la dejó sobre la cama, se percató de la cuna que había a un extremo de la habitación.

- Ya le estas comprando cosas al bebe.

Ella asintió mientras reprimía un bostezo.

- ¿Sabes algo de Kendall?

Joe quitó la vista de la cuna y la fijo en la mujer que estaba acostada, tomó la frazada que estaba a los pies y la tapo.

- Te ha estado buscando, supe que contrato a algunos detectives para encontrarte.

Sarah se estremeció. Tenía ganas de preguntarle que pasaba entre Kendall y Bella, pero antes de poder hacerlo Joe habló.

- Pero ahora no te diré nada más, mañana hablaremos con más tranquilidad. En la mesa te voy a dejar el nombre del hotel en que me hospedo y el teléfono, cualquier cosa que necesites me llamas.

- Me da mucho gusto verte de nuevo, hasta mañana –le dio un beso en la frente y después salió de la habitación. Kendall la estaba buscando, inclusive había contratado a detectives para buscarla, lo único que rogaba era que no la encontrara ahora que se le notaba cada vez el embarazo, porque no sabía como Kendall podría reaccionar, quizás querría seguir casado con ella o quizás le quitaría al niño.

Trató de alejar esos pensamientos, ya se preocuparía de eso cuando llegara el momento se dijo mientras se quedaba dormida.

AmandoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora