Capitulo 26

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Los meses pasaron y el invierno dio paso a la primavera.

- Vine lo más rápido que pude, ¿para qué me has llamado? –preguntó preocupada Ana mientras entraba a la casa.

- Es por Kendall, estoy seguro que eres la única que puede ayudarlo.-Lucas hizo pasar a la mujer.

- ¿Qué le pasa a Kendall? –le preguntó inmediatamente.

Lucas se pasó los dedos por sus cabellos desordenándolos, no sabía si había sido buena idea la de llamar a Ana, pero había intentado de tantas maneras ayudar a Kendall, que no perdía nada con la llamarla.

- Está mal, pésimo, nunca lo había visto así bebiendo tanto –Lucas negó con la cabeza -. Ni siquiera cuando te creímos muerta se comportó de esa manera, estuvo mal, claro, inclusive llegue a pensar en que haría una tontería, pero se volcó completamente en la empresa, trabajaba dieciocho horas diarias, para no pensar en ti. Pero en cambio ahora... ahora ni siquiera el trabajo lo ayuda, los primeros tres meses sí, pero desde hace algunas semanas se pasa horas encerrado en su estudio, ni siquiera le importa la empresa y yo he tenido que hacerme cargo de ella.

Ana estaba callada escuchando a Lucas, sabía que Kendall se había separado de su mujer hace algunos meses, pero no lo había vuelto a ver en todo ese tiempo. También estaba enterada que ese tiempo Sarah estuvo viviendo con su hijo junto a Joe.

- ¿Qué quieres que haga? –preguntó finalmente.

- Qué hables con él, pueda que ti te escuche, ya que ni a mí ni a mi madre nos hace caso.

- No te prometo nada, pero haré todo lo posible por que me escuche.

El estudio se encontraba a oscuras, y había un fuerte olor a alcohol en la habitación. Ana ahogó un grito cuando vio a Kendall recostado en el sofá cubriéndose la cara con uno de sus brazos, mientras que el otro colgaba hacia el suelo con una botella de whisky en la mano.

Se dirigió inmediatamente hacia las pesadas cortinas que cubría los ventanales para correrlas y dejar entrar la luz, en su camino encontró más botellas vacías esparcidas por el suelo, después abrió todas las ventanas que encontró para ventilar la habitación.

- ¡Largo de aquí! –rugió sin quitarse el brazo de la cara.

- No me voy a ir de aquí Kendall Salvatore, primero hablaremos –dijo en forma decidida.

Kendall se sentó bruscamente al escuchar su voz.

- ¿Ana?, ¿qué diablos estás haciendo aquí? –Ana pudo ver el agotamiento y la tensión en su rostro.

- Mejor dime que te estás haciendo tú.

- No creo que sea de tú incumbencia –dijo Kendall poniéndose de pie.

- Es de mi incumbencia por que me importas –se acercó a él y le quitó la botella antes que se la llevara a la boca-. Por Dios Kendall, háblame, saca todo lo que tienes dentro y te está haciendo daño.

Kendall se quedó en silencio, alejándose un poco de ella.

- Desde que la conocí supe que lo mejor era mantenerme alejado de ella, era tan dulce, ingenua, nunca había conocido a una mujer así. Pero a pesar que mi cabeza me decía que me alejara de ella, no le hice caso y la chantajee para que se casara conmigo, aunque no la amaba tenía que ser mía.

Ana se dejó caer en el sillón que se encontraba tras de ella, conocía demasiado bien a Kendall y sabía que esta era la primera vez que él hablaba de sus sentimientos.

- Por sus padres se casó conmigo, yo me justificarme cuando la ignoraba diciéndome que se casó conmigo solo por mi dinero, que era una más de las mercenarias con la que me he encontrado a lo largo de mi vida. Pero rápidamente me di cuenta que estaba equivocado, ella nunca me pidió dinero ni nada parecido, inclusive siguió trabajando con su amiga. La obligue a vivir aquí, en esta casa que había construido para ti, no me importaron su sentimientos, ella nunca consideró esta casa como su hogar, la odiaba.

Kendall se quedó observando un punto sobre la cabeza de Ana.

- La humillé paseándome con docena de mujeres diferentes, según yo lo hacía discretamente, pero en el fondo quería que ella se enterara que yo tenía otras mujeres, que yo en el fondo no me sentía como un hombre casado y podía hacer lo que me viniera en gana.

- Si tú me hubieras hecho aquello, yo te hubiera dejado pero no antes de haberte castrado –dijo Ana enojada.

Kendall por primera vez rió.

- Lo sé, pero ella es diferente.

- ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué seguiste casado cuando te pasabas cada mes con una amante diferente?

Kendall negó con la cabeza.

- Te equivocas yo nunca me acosté con ninguna de ellas.

Ana abrió la baca incrédula.

- Pero...

- Todos los años que he estado casado con Sarah, con la única mujer que me he acostado ha sido con mi esposa.

- ¿Pero por qué te paseabas con todas esas mujeres, haciéndole creer a todo el mundo que eran tus amantes?

- Ya te lo dije, porque quería mantenerme alejado de ella, sabía que si permitía que se acercará demasiado a mí terminaría enamorándome de ella. Es demasiado fácil amar a una mujer como ella –dijo Kendall con tristeza.

Ana se quedó en silencio, las palabras de Kendall solamente significaban una cosa.

- ¿Ana por qué estás aquí? –la voz de Kendall la sacó de sus pensamientos.

Ana se pudo de pie, se quedó observando a Kendall, recordando todas veces que en el pasado habían estado juntos, riendo, charlando, cuando en medio de una playa desierta y llena de velas él le pidió matrimonio, cuando hacían planes de cuantos hijos tendrías. Kendall había sido todo para ella.

- Aún te sigo amando como hace más de siete años, y créeme cuando te digo que daría todo lo que tengo por volver a tener una segunda oportunidad para estar a tu lado.

Kendall con los ojos enrojecidos debido a no haber dormido hacia días y haber estado bebiendo, se fue acercando lentamente hacía ella, estar quedar a pocos milímetros de su cara.

- Todo sería mucho más fácil si siguiera amándote –le acarició la mejilla y Ana cerró los ojos dejando escapar una lágrimas-. Pero no puedo estar contigo amando a otra mujer, si volviera contigo sería por despecho y tú te mereces algo mejor que eso.

Sarah esperaba en la recepción que el abogado la hiciera pasar a su despacho, había decidido ir sola a la cita, no quería que nadie estuviera presente por si se derrumbaba a la hora de firmar. Todas las veces que Kendall había ido a ver a su hijo ella se las había arreglado para no estar presente, sabía que si lo veía nuevamente no podría mantener su decisión de alejarse de él.

Muchas veces se preguntó que sería de la vida de él, si había vuelto con Ana, si finalmente vivirían los dos juntos en la casa que una vez él había mandado a construir para ella. Pero no se había atrevido a preguntarle a nadie sus dudas, preferiría no saber nada de él, debía acostumbrarse a vivir sin el recuerdo de él.

La secretaria la hizo pasar a la oficina,  con las piernas temblorosas saludó al abogado y se sentó frente a él.

- Ha pensado bien el paso que piensa dar.

Asintió, ya habían pasado cuatro meses desde que se fue de la casa de Kendall, y ya que ninguno de los dos se oponía al divorcio, éste se realizo en tiempo record.

- Bien, entonces firme estos documentos, después que lo haga se los llevaré al abogado del señor Salvatore para que su cliente los firme también.

Con su mano temblorosa firmo los papeles que estaban frente a ella, una vez terminado dejó el lápiz sobre la mesa.

- Bueno Señora Salvatore, en poco tiempo más pasara nuevamente a ser la Señorita Mathews .

A pesar de divorciarse de Kendall, ella jamás volvería hacer la misma que era antes de conocerlo, la antigua Sarah creía en el amor y en los finales felices, en cambio la Sarah de ahora, sabía que esos existían solamente en los cuentos de hada.

AmandoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora