Capitulo 23

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Kendall deseaba con todas sus fuerzas que sus palabras se hicieran realidad, nunca en su vida había tenido tanto miedo, no quería ni siquiera pensar que haría si algo malo les pasara a Sarah y a su hijo. Cuando llegaron los paramédicos rápidamente la atendieron y la llevaron hacia la clínica, Kendall en ningún momento se separó de ella y la acompaño en la ambulancia.

Una vez en la clínica quiso entrar a la habitación junto a ella, pero no le permitieron la entrada y debió esperar en el pasillo para tener noticias sobre ella y su hijo. El doctor salió a hablar con él, en ese minuto ya habían llegado al hospital su hermano y su madre, además de los padres de ella y Ash.

-¿Cómo esta ella? –preguntó angustiado por saber sobre la salud de su esposa. El doctor negó con la cabeza.

- Ha sufrido un desplazamiento de la placenta, lo que pudo haber ocurrido debido a un alza en su presión arterial o a alguna otra causa, aún no estamos seguros. Pero debemos operarla y adelantar el parto, ha perdido demasiada sangre y tuvimos que realizarle una transfusión. No le mentiré tanto su esposa como su hijo están en riesgo vital.-Kendall lo miró aterrado, no podía creer que estuviera pasando todo eso, pero había algo que tenía claro.

- Ella es primero... pase lo que pase, ella esta primero –le dijo con la voz ronca. El doctor asintió.

- Haremos todo lo que este en nuestras manos para salvarlos a los dos.

Kendall se dejó caer en una silla enterrando su rostro entre las manos, ahora que podía perder a Sarah en cualquier momento descubría los sentimientos tan profundos que lo unía a ella, no sabía si era amor u otra cosa, pero de lo que estaba seguro era que no soportaría que le pasara algo malo. Cerró los ojos tratando de reprimir las lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento, de pronto sintió como una delicada mano se posaba sobre su hombro, levantó la cabeza y la vio.

- Debes tener fe, estoy segura que nada le pasará ni a ella ni a tu hijo.- Kendall asintió rezando porque Ana tuviera razón.

Treinta minutos después nació su hijo.

Era un niño precioso, una versión diminuta de Kendall Salvatore, no había duda que era su hijo. Kendall pasó toda la noche entre la habitación de su esposa, que se encontraba en cuidados intensivos, y su hijo que se encontraba en neonatología. Sarah estaba aún débil después del parto, ya que había perdido demasiada sangre y tenían que asegurarse de que no sufriera otra hemorragia, ya que eso podría ser fatal para su salud. Y en cuanto a su hijo, debido a que este había nacido a los siete meses, debería estar ingresado en el hospital algunas semanas, hasta que se desarrollara un poco más.

Comenzaban a colarse los primeros rayos de sol por la ventana cuando ella despertó. Abrió los ojos con un poco de dificultad, estaba muy débil por lo cual no podía moverse.

- Ken... -dijo en voz baja- ¿Mi hijo...?.-Kendall se acercó rápidamente hacia su esposa, él tenía un aspecto horrible, como si esa noche hubiera envejecido diez años.

- Shh, tranquila no te agites, nuestro hijo se encuentra bajo el cuidado de los mejores médicos, en este momento se encuentra una incubadora debido a que nació prematuro. Pero no te preocupes, el doctor me aseguro que esta progresando, nuestro bambino, esta luchando por sobrevivir y te aseguro que lo logrará.

Sarah cerró los ojos, pensó en su niño tan pequeñito rodeado de cables y equipo médico que lo ayudaban a estar vivo. ¡No es justo!, se repitió una y otra vez, no era justo que su hijo tuviera que luchar por su vida. Las lágrimas comenzaron a deslizarse de forma silenciosa por las mejillas de ella. Kendall se sentó en el borde de la cama y le seco las lágrimas con infinita ternura.

- Saldremos adelante juntos –le dijo con suavidad- Pronto esto no será más que un mal recuerdo, te lo prometo.

Ella asintió mientras lo miraba a los ojos, sabía que Kendall estaba sufriendo al igual que ella, por que aunque no la amara si amaba a su hijo, y esperaba con anhelo el nacimiento para poder tenerlo entre sus brazos.

- Leo... -susurró-. Ese será su nombre.-Kendall sonriendo por primera vez asintió.

- Leonardo Salvatore, me gusta.

Habían pasado un par de días cuando ella recibió una visita que no esperaba. Ana Dal Monte vestía elegantemente, parecía una modelo salida de alguna portada de revista de moda, se sentía insignificante al lado de ella, ahora no le cabía duda el por que Kendall se había enamorado perdidamente de esa mujer. Ana se acercó a ella con una sonrisa nerviosa y le acercó un arreglo de flores.

- Hola, te he traído esto, espero que te guste –le dijo insegura. Sarah le intentó devolver la sonrisa.

- Gracias, están hermosas.

- ¿Cómo te sientes?

- Bien, gracias.

Le parecía surreal estar hablando de forma civilizada con la mujer que le podría quitar a su marido solamente con un chasquido de sus dedos. No, se corrigió con tristeza, no le podían quitar lo que nunca había sido de ella.    

AmandoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora