Kendall no podía creer lo que estaban viendo sus ojos. La última vez que había visto a Ana era una adolescente de veintidós años, pero frente a él estaba toda una mujer apunto de cumplir los treinta años. Se acercó a ella y con su mano temblorosa le acarició su cara, para asegurarse que era ella y no era otra más de sus alucinaciones.
- Estás viva... -dijo con voz temblorosa. Ana se llevó la mano de Kendall hacia los labios y la beso.
- Si, estoy viva, he vuelto y esta vez es para siempre.
- Ven... -le dijo tirando de ella y llevándola lejos de los invitados y de los reporteros que los cegaban con los flashes de las cámaras. La llevó a su estudio, pero antes les dijo a su hermano y a su madre que despidieran a todos los invitados y que se deshicieran de los reporteros. Cuando llegaron a la habitación, Kendall la abrazó con fuerza, aún le constaba creer que ella estuviera viva.
- ¿Qué pasó? –le preguntó aún abrazándola-. Yo vi como quedó tu coche, era imposible que salieras con vida...
Ana lo tomó de la mano lo hizo sentarse en el sofá al lado de ella mientras le contaba como había logrado salir del coche antes que este explotara y que después había despertado en un hospital sin saber si quiera su nombre y que desde ese momento había sido Luna Lascada. Le contó como había pasado esos siete años alejada de todos y como finalmente había recuperado la memoria y se había acordado quien intentó matarla. Kendall se levantó furioso del sofá.
- ¿Cómo tu propia hermana fue capaz de hacerte algo tan grotesco? –preguntó él moviendo la cabeza sin poder creerlo.
- No lo sé, esa misma pregunta me la he hecho todo este tiempo –le contestó Ana en voz baja secándose las lágrimas.
- Aunque no debería de sorprenderme después de lo que pasó esta tarde.
Ana frunció el ceño.
- ¿A que te refieres?
- Anabella intentó tirar por las escaleras a Sarah.- Kendall en ese momento se acordó que no había visto a su esposa en toda la noche, miró rápidamente el reloj que se encontraba sobre la chimenea y pudo notar que había pasado varias horas hablando con Ana y ni siquiera se había dado cuenta. Se dirigió rápidamente hacia la puerta.
- ¿A... adonde vas? –le preguntó Ana poniéndose de pie.
- Tengo que ver como está ella –le contestó mientras se alejaba de ella rápidamente. Tenía un mal presentimiento y necesitaba asegurarse de que ella se encontraba bien.
La buscó en la habitación que habían compartido desde el regreso de ella, pero inmediatamente se dio cuenta que ella no estaba ahí, lo cual lo hizo preocuparse aún más. Ella no podía haberlo abandonado nuevamente, se dijo. Fue a la habitación de ella y ahí la encontró acostada. Caminó hacia la cama y se acercó a ella.
- Sarah... -la llamó suavemente. Pero no le respondió y siguió durmiendo, ante esto Kendall se inquietó ya que ella se encontraba muy pálida además tenía el rostro sudado.
- Sarah despierta –la removió suavemente pero con firmeza. Kendall preocupado la destapo y se quedó paralizado al notar la sangre en las sabanas.
- ¡Oh Dios! –exclamó completamente blanco. Corrió hacia la puerta de la habitación y gritó para que lo fueran ayudar y llamaran a una ambulancia. Volvió al lado de ella y trató de despertarla, estaba helada.
- Cariño, por favor despierta... -le acarició el rostro con dedos temblorosos.
Ash junto a Lucas entraron rápidamente a la habitación, ya que habían escuchado los gritos desesperados de Kendall. Al ver a su amiga en ese estado Ash se tapo la boca para ahogar un sollozo mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, pero se recuperó rápidamente al entender que debía ayudarla.
- ¡Lucas llama a una ambulancia!, date prisa –lo apresuró-. Ustedes vayan a buscar toallas para poder parar la hemorragia –le dijo a las muchachas del servicio que habían entrado a la habitación para ver que era lo que pasaba. Todos comenzaron hacer lo que Ash había dicho.
- ¿Qué pasó? –dijo agitado Joe quien también había escuchado los gritos junto a Ana, también se encontraban los padres de Sarah y la madre de Kendall.
- Es... es Say –dijo Ash. Kendall no podía quitar la vista de la cara pálida de su mujer, ni siquiera escuchaba a la gente que se encontraba a su alrededor.
- ¡¿Por qué no llega esa maldita ambulancia?! –gruñó. En ese minuto se escucharon las sirenas. Ash intentó detener la hemorragia mientras esperaba que los paramédicos entraran a la habitación.
- Kendall... el niño... -jadeó ella, quien estaba recuperando la conciencia.
- Tranquila cariño, ya vendrán ayudarte –la trató de tranquilizar Kendall.
- Me duele... -gritó al sentir una punzada en el vientre, cada vez sentía contracciones más fuertes.
- Amor, no pasará nada te lo prometo... ni a ti ni al niño les pasará nada... –dijo mientras su voz se quebraba, angustiado.
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Amandote
RomancePor uno de los grandes ventanales que daban a la calle, Kendall observaba como su esposa se subía al coche del que había sido su amigo por varios años... Separando la de el, por su propia culpa. ...