Capítulo 9.

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Él rompe nuestro beso mirándome directamente a los ojos y pasa su dedo pulgar por mis labios. Mi corazón esta frenético, por cada beso que Damon otorga a mis labios es como si mi corazón haya corrido un maratón.

—Haz tus maletas, viajamos en media hora a Nueva York—él da un casto beso a mis labios. Carraspeo en un intento de recuperar mi voz.

— ¿Cuánto tiempo estaremos allí?

—Estaremos unos días, luego viajaremos a una isla pequeña que pertenece a mi familia, descansaremos diez días y después partiremos de nuevo a California.

— ¿Es una especie de descanso?

—Algo así, necesito alejarme de la mierda del boxeo por un rato—El me mira pero no sonríe, no está enojado, menos feliz. Sólo está en cero, como siempre.

—Bien, iré a hacer la maleta—Le saco la vuelta para irme a la habitación e iniciar con el empacado, pero su grande, áspera y dura mano me toma del brazo y me regresa para dar un casto beso a mis labios.

—Ha sido suficiente de esta mierda de besos por hoy—Frunzo el ceño confundida. Ha sido él el que me ha buscado para besarme y dice eso, a veces pienso en cargar con miles de millones de cajas de aspirinas por los dolores que su carácter me provoca.

—De acuerdo, no estoy en contra de eso—Salgo con los brazos medio levantados, no lo he buscado yo, así que estoy tranquila y libre de humillaciones por hoy.

[..]

— ¿Cuánto falta?—Me remuevo en el asiento incómoda.

—Por quinceava vez en esta hora, faltan 2 horas para aterrizar—Elena ríe y yo bufo.

—He visto al estúpido león tres veces y descargué mi IPod escuchando las mismas canciones, me quiero aventar de aquí—Miré por la ventana fingiendo medir la altura, y pensar en las consecuencias, aunque esa idea comenzaba a ser tentadora.

—Yo igual cariño, pero solo nos queda esperar.

—Eso, o aventarnos—Me encogí de hombros y ella soltó una leve risa.

Después de un incómodo silencio volteo de nuevo a la ventana y busco figuras en las nubes. En mi mente, sólo puedo ver mi escena la noche de la pelea, los besos, mi reloj perdido, en fin, todas mis tragedias.

—Elena, he escuchado que le has dicho Alexander, a Damon—Pregunto mientras meto un cacahuate a mi boca.

—Sí, así le he dicho, es su segundo nombre.

—Pues suena a "Hombre de las cavernas en época de hambruna" Mira que coincidencia, ese es su carácter todo el tiempo.

Ella ríe levemente y me mira—Sí, tiene un carácter... pesado. Oye, acerca de todo lo que ha sucedido, al menos, prométeme que no te harás ilusiones con él.

Su sonrisa no llega a sus ojos, sus facciones expresan las de una madre intentando proteger a su hija del exterior.

Suspiro rendida—Sabes, él me ha besado.

—Claro que lo hizo cariño, y por eso me preocupo por ti, y por él aunque el crea que no lo necesita.

—No, quiero decir, me ha besado sin contar el día que lo conocí—Suspiré como si hubiera cometido un error. De alguna manera defiendo a ese hombre que no me mira ni con respeto.

—Está bien, pero te aviso, estar con Damon requiere estar a alerta total.

—Elena, cambia de lugar conmigo. Ahora—Damon aparece al lado de Elena y le ordena con la mirada. Ella rodea los ojos y me sonríe, le devuelvo el gesto y se levanta dándole un ligero golpe al pecho de Damon.

Me giro para ver el exterior a través de la ventana. No pensaba voltear a verlo pero su mirada taladraba mi nuca y su apretón en la pierna me dio mucho que pensar.

— ¿De qué hablaban?

— ¿Quiénes?—Que pregunta tan más estúpida Dios mío. Parezco retrasada en épocas de navidad.

—Tú y Elena, vi que las dos charlaban y volteaban a verme. ¿Hay algo mal en mí o en mi persona?—TODO. Digo, estem. No nada.

Su tono acusa y mi pulso se acelera, si le digo la verdad hará una escena, y nadie quiere eso verdad amigos.

—Yo le pregunté que por qué te ha llamado Alexander, y ella me dijo que ese es tu segundo nombre, ¿Por qué?—Bueno, no estoy mintiendo, solo oculto algunas cosas. Mentirilla piadosa la que dije.

—Mientes—El pasa una mano por su cabello y las venas del cuello amenazan con reventar. Me tienta a preguntar si eso no le duele.

—No—Respondo fríamente y lo observo.

— ¿Le has dicho que nos besamos en el hotel?—él parece ofendido.

—No le he dicho nada Damon. Tu dignidad aún no está expuesta, tú no te preocupes—Me giré. Vaya idiota, si no le gusta que se enteren que me ha besado, simplemente no me beses y ya.

— ¿A qué te refieres con eso?—Masculla entre dientes. Su mano sigue clavada en mi pierna y por la fuerza que en ella poco a poco ejerce, ahora sé que tendré alguna marca. Alejo su mano con frialdad.

—A que si tanto coraje te da que yo diga lo que ha pasado, no me des razones. No me beses, no te acerques a mí, deja de tratarme como si fuera alguna puta tuya, deja de buscarme cuando quieres besarme. Búscame, cuando necesites de mis servicios, del trabajo únicamente. No te cuesta nada sólo no buscarme. Sí sólo le cambiaste el lugar a Elena para amenazar y joder, mejor vete yendo. Y no te quejes de que te hablo así, tus actos de confianza conmigo me dan razones para ponerme así. Recuerda, mételo bien en tu cabeza. Soy tu masajista, no tu puta—Me giré fastidiada.

Él tomó mi mentón y me hizo girar, en un movimiento brusco y decidido me besó. Lo alejé tomando de los hombros.

—Basta, deja de besarme las veces que se te peguen la gana.

— ¡Mierda! ¿¡No quieres eso!? ¿¡Que te folle y te bese!?

—No gran imbécil, por lo visto lo que te digo, te entra por una y sale por la otra.

Intento levantarme pero el cruza su grande y fuerte brazo por mi cintura deteniéndome.

—Mira, yo lo siento, ¿Está bien? Lo he arruinado una vez más, sólo quería venir aquí y tener una charla civilizada—Un "Já" sale de mis labios.

Él toma el tabique de su nariz con sus dedos y cierra los ojos con el ceño fruncido.

Suspiro, él quería venir a hablar como una persona normal conmigo, aunque en mi defensa, fue el quien llegó insinuando cosas que no debería. Muerdo mis labios y de reojo puedo ver como Damon observa mi gesto y lame sus labios.

— ¿De qué querías hablar?—Intento suavizar la voz pero simplemente no puedo.

—De ti, ¿Tienes familia?—él pregunta.

—Sí, mis padres y mis dos hermanas—Respondo suavemente, el asiente con su cabeza— ¿Y tú, tu familia?

—Sí, mi madre y un perro llamado "Luca"—él me mira directo a los ojos y trago saliva.

— ¿Y tu padre?—Mi pregunta lo incomoda visiblemente.

—Muerto en algún cementerio—Responde agrio, se levanta y se va.

—Lo siento—Le susurro a la nada.


Siento mucho la tardanza.

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Es MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora