Capítulo 22

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— ¿Cocinando tan temprano? —la voz de Paul resuena en mis oídos y lo miro.

—Sí, Elena está dormida así que estoy preparando el desayuno a Damon—le regalo una sonrisa y bajo disimuladamente mi short para hacerlo más largo, pero aun así es demasiado corto.

—Oh, eso está bien. Yo quería agradecerte por convencer a Damon de venir a la boda. Steven me lo ha dicho.

—Está bien, en realidad, yo solo le pregunté que si iríamos y él accedió—le miento un poco a Paul, pero no llevo culpa, realmente él se ve más aliviado y me siento feliz con eso.

—Bueno, yo saldré a comprar unas cosas a la tienda, ¿Quieres algo? —él pregunta y yo niego con mi cabeza.

—Estoy bien, gracias—él sale de la cocina y yo acomodo todo sobre una charola. Huevos revueltos, plátano y fresas picadas, hotcakes, jugo de naranja y café. Con cuidado abro la puerta para no despertarlo y regreso por la charola a la cocina. Llevándola con cuidado la acomodo en la mesilla de nuestra habitación y me acerco al tigre que está extendido en el colchón con su cuerpo boca abajo. Sus ronquidos me hacen soltar una risilla y empiezo a esparcir pequeños besos por toda su espalda desnuda, uno tras otro.

— ¿Qué crees que estás haciendo Bambi? —la voz de Damon vibra en su espalda y doy un brinco.

—Traje el desayuno—intento controlar mis emociones, pero parezco una niña de pre escolar esperando que llegue Santa Clos.

Él voltea su cuerpo y se siente en la cama, sus ojos son más pequeños de lo normal cuando despierta y su boca esta hinchada, su cabello está hecho un desastre. Él lentamente bosteza y me mira. Mi pulso se acelera poco a poco y muerdo el interior de mi mejilla.

— ¿Me lo trajiste de verdad? —él pregunta y yo asiento con la cabeza, camino hacia la charola y la coloco encima de las piernas de Damon.

—Mierda. Elena sí se lució hoy—cuando estoy a punto de corregirlo, él se mete un pedazo del panqueque en su boca y cierra los ojos, parece que le gustó.

— ¡Joder! ¡Esto está horrible! —él ruge— ¿¡Qué le sucedió a Elena esta mañana!? —frunce el ceño y toma otro tenedor para meterse un pedazo de huevo a la boca, mi corazón martilla en mi pecho para ver su expresión, pero es igual.

— ¡Esta mierda tiene cáscaras! ¡Maldita sea, que asco! —él toma un trago de jugo de naranja y lo pasa igual, con los ojos cerrados—Demasiado amargo, ¿Es en serio? —grita y mi labio inferior empieza a temblar. Todo lo que me tardé para nada, soy un fracaso en todo.

— ¿Qué te sucede? —me mira con el ceño fruncido y niego con la cabeza.

—Nada, me daré una ducha—tomo una toalla y entro al baño, cuando cierro la puerta me recargo en la pared y suelto un sollozo. Ni siquiera un desayuno puedo hacer bien. Culpo a mi nana porque jamás me dejó entrar a la cocina.

—Hum... Sofia, ¿Estás bien? —la voz de Damon suena del otro lado de la puerta y suspiro.

—Sí, solo moría de calor.

—De acuerdo, iré a comprar un desayuno a McDonald's, ¿Te traigo algo? —mi pecho se encoge más y respondo.

—No, ya desayuné.

Tomo una ducha fría y relajante para tranquilizar mis ideas, y me encuentro como nueva. El incidente del desayuno no volverá a ocurrir, le pediré a Elena que me enseñe a cocinar.

Cuando salgo del baño, Damon está comiendo lo último de sus hotcakes. Al verme, sonríe.

— ¿Cuánto te tardas en bañar? ¿Dos años? —él juguetea con su voz y una risa ingenua sale de mí.

—Solo fue hoy, tengo que relajarme para antes de la boda.

—Cómo sea—él rueda los ojos y me dirijo al ropero.

—Ayer te compré algo—hablo dándole la espalda y sacando la ropa colgada.

— ¿Por qué? —él pregunta.

—Porque podía, ¿Te gusta? Pensé que podrías usarlo en la boda—le digo sutilmente para no enfurecerlo.

—De ninguna jodida manera usaré un traje blanco—él apunta las prendas en mi mano—regrésalo a la tienda.

—Lo compré en oferta, además, no hacen devoluciones. Si no lo quieres usar, de acuerdo—lo suelto en la cama como si ya no importara. Mentí acerca del precio, más sin embargo no creo que se dé cuenta.

—No lo usaré de todos modos—él refunfuña.

—Entonces no lo hagas. Sólo pensé que sería lindo ir vestido como todos los demás a la boda de tu tío.

—Me importa una mierda lo que usen todos, Bambi, no lo usaré—él sigue en su lugar y decido ignorarlo, lo que menos quiero es arruinar las cosas hoy.

—Iré a un local de aquí cerca a que me maquillen y peinen, volveré en menos de dos horas—él mira la hora en su teléfono y acepta.

—Dos horas máximo, si no, iré a buscar tu pequeño culo y lo traeré aquí de vuelta—él promete y yo río.

—Sí, como digas—le volteo los ojos y camino a la puerta.

— ¿No olvidas algo? —él me pregunta y me regreso sonriendo.

—Sí, mi teléfono—sonrío con suficiencia.

—No intentes jugar conmigo Sofía, trae ese culo a la cama y despídete de mí.

—Modera tu lenguaje—le digo riendo mientras me siento en sus piernas-

—No lo creo—contraataca.

— ¿Tal vez lo puedes intentar? —sugiero.

—Aunque hagas esa cara de Bambi tierno no aceré, y no, no lo intentaré. Soy como soy—él me rodea con sus brazos y me besa en los labios. Un cálido y húmedo beso.

—Me voy, se me hará tarde—me levanto y suelta un golpe a mi trasero, suelto una risilla y salgo de la habitación.

*

A las doce del mediodía exactamente, regreso al hotel. Cuando abro la puerta me encuentro con Elena, tomando un vaso de agua. Vestida con un hermoso vestido azul que le llega hasta los pies, y de la parte de arriba en forma de corazón lleno de cristales.

—Te ves hermosa—le digo y ella me sonríe.

—Que va a ser cariño—ella me da un golpecillo en el hombro.

— ¿Dónde están todos? —pregunto.

—Ya todos se fueron excepto tú, Damon y yo. Bueno, yo ya estoy por irme, te veo en unos minutos, se hace tarde.

—Bien, solo me vestiré y salimos. Aviso y camino a la habitación. Cuando entro, todo está en silencio.

— ¿Damon? —le llamo.

— ¡Mierda! —escucho s quejido en el baño y la puerta está abierta, así que entro. Mis ojos se mueven para todos lados sin creer lo que está enfrente.

—Supongo que no me veo mal o alguna mierda—él menciona y yo niego energética con la cabeza. Está usando el traje y todo lo que compré.

—Te ves muy bien—le digo sonriendo y me acerco a él, me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla.

—Apúrate a peinarte, ya es tarde. Me voy a cambiar—él se tarda más de diez minutos en salir, yo ya me encuentro cambiada y lista.

— ¡Mierda! ¿Qué te sucede con ese vestido? —su mirada muestra horros y el aire me abandona.

—¿No... no te gusta? —le pregunto temblorosa.

—Me gusta más de lo que debería, ese es el problema. Joder, allí habrá hombres, hombres mirándote y no quiero pelear con nadie. No hoy, suficiente malo ir a esa boda de mierda como para pelearme con alguien—él pasa su mano por su cabello y sonrío.

—Entonces no lo hagas. Ven, vámonos—tomo su mano y lo obligo a salir del hotel. 

Es MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora