Capítulo 20.

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—Definitivamente yo acomodo las prendas de los dos—le digo a Damon, mientras saco su ropa del ropero. La ha medito toda por sin ningún lado y hecha nudo, prácticamente usa todo el espacio de arriba.

—Da igual, solo es ropa de acuerdo, no sé porque te preocupas por mierdas como ésta, no es como si alguien entrara a fotografiar como la acomodaste—él sigue jugando o navegando en su teléfono celular mientras yo doblo cada una de sus camisas y me encuentro decepcionada de que no huelan a él, sino, a jabón de lavanderías.

—Bueno, a mí me gusta tener mis cosas en orden. Así puedo encontrar rápido lo que sea que busque—empiezo a acomodar sus guantes y sus cosas del boxeo en el otro mueble junto con mis cremas medicinales.

— ¿Siempre eres así? —él pregunta y volteo mi cuerpo para ver esos pequeños ojos que tanto me vuelven loca. Su ceja esta erguida y su sonrisa, por un lado.

— ¿A qué te refieres? —pregunto poniendo mis manos en mis caderas.

—A que si siempre así, ya sabes, una jodida perfeccionista—probablemente si un hombre me llamara así en la calle le propinaría una buena cachetada. Pero es Damon, él habla así todo el tiempo, así que no me ofende.

—Siempre lo he sido—él sonríe y me mira por un segundo, después desvía su atención de nuevo al celular.

— ¿Qué haces con el celular todo el día? —pregunto.

—Cosas—responde simple y se encoge de hombros.

— ¿Cosas personales? De todos modos, no te incumben—su tono es más frío, pero aun así relajado.

—Está bien—digo y abro otra maleta para acomodar el contenido.

— ¿Puedes dejar tus manos trabajadoras un momento y traer tu culo a la cama por un segundo? —él juguetea con su tono y mis mariposas aletean.

—Quiero terminar de desempacar todo, así no me siento una inútil—digo levantando mi mano para que vea el vendaje.

—Mierda, lo había olvidado. No llame a tu reemplazo—cuando dice la palabra "reemplazo" un escalofrío corre por mi cuerpo. ¿Hanna no era mi reemplazo? No sé si sentirme más despreocupada o preocupada al respecto. No quiero que Hanna lo toque, pero por supuesto tampoco quiero que otra mujer lo haga.

— ¿No era Hanna mi reemplazo? —pregunto para estar más segura y mi garganta se seca.

— ¡Demonios, no! Primero arranco cada uno de los cabellos de mi cabeza antes de que dejar que esa pequeña zorra me toque con sus manos—él frunce el ceño y mi humor aumenta, pero no lo hago ver.

—Eres demasiado dramático—me burlo de él y él me mira con los ojos filosos riendo.

—Lo dice quien se la pasa llorando en cada esquina—golpe bajo— ¿Ves? Tu cara a esta pálida, ¿Qué voy a hacer contigo? —él prácticamente se ríe de mí y decido continuar su juego.

— ¿Besarme tal vez? —no puedo creer que yo dijera eso. Mi boca hablo antes que mi cerebro. Mi cara arde de vergüenza y su sonrisa desapareció.

— ¿Tal vez algo más que besarte?

Pregunta con la voz más ronca y trago saliva, no debí jugar éste juego.

— ¿Tal vez solo besarme? —hago una pausa— ¿Por ahora? —tampoco puedo creer que dijera eso. Le estoy insinuando que en un futuro podríamos llevar esto más lejos, y no sé si estoy segura de dar ese paso. Al menos no en los próximos días.

Él se levanta del colchón dejando su teléfono en la mesilla de noche y me mira con sus pequeños y dorados ojos. Empieza su camino hacia mí, lento y despreocupado, y en menos de tres segundos ya ha llegado. Así que él pone sus manos en mis caderas y las sube hasta un poco debajo de mis axilas y las vuelve a bajar, y así sucesivamente.

Es MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora