Capítulo 23.

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Levanto el espejo de mi mano y me miro, mi maquillaje aún está intacto, y mi labial no se ha caído. Vuelvo a guardarlo en la bolsa y miro a Damon, quien parece estar sumergido en sus pensamientos,

— ¿Podemos tomarnos una foto? —pregunto recargando mi cabeza en su hombro.

—Yo no me tomo fotos—él espeta enojado.

— ¿Sucede algo? —pregunto y levanto mi cabeza.

—Elena me ha dicho que ella no hizo el desayuno—él me mira a los ojos y el calor se apodera de mi rostro, por la vergüenza.

— ¿Ah no? —es lo único que digo.

—Lo hiciste tú, ¿No es así? —él pregunta con el ceño fruncido.

—No tiene importancia ahora, ya paso—le digo, regalándole una sonrisa y apretándole la mano.

—Actué como un total imbécil. Yo no sabía que tú lo habías hecho. Mierda, como no pensé antes—él mueve sus manos, pero no aparta la mirada de mí.

—Así que... ¿Usaste el traje para aligerar la culpa? —pregunto mordiendo el interior de mi mejilla.

—No—él mueve los ojos a la venta y exhala— ¡Demonios! Tal vez sí—él refunfuña y suelto una risilla.

—Bueno. Tal vez, si te tomas unas fotos conmigo, olvide lo que sucedió esta mañana—le sonrío, aunque no me pueda ver.

— ¿Me estás chantajeando, Sofía? —pregunta levantando una ceja.

—Tal vez.

—Una foto—él accede.

—Tres.

—Una—gruñe.

—Dos.

—Una.

—Una.

— ¿Realmente pensaste que caería en ese juego de preescolar y diría tres? —él sonríe mostrando los dientes y yo solo quiero olvidarme de las fotos y abalanzarme sobre sus labios.

—Está bien. Una—cedo y saco el teléfono de mi bolsa.

Muevo mi cuerpo más cerca de él, hasta casi estar pegados y levanto el celular poniendo la cámara frontal. Mi estómago se retuerce cuando aparecemos en la pantalla. Mi mente juega conmigo y puedo imaginarme a mí, en una limusina elegante y vestida de blanco, como en este momento, pero dirigiéndome a mi propia boda. Mira a Damon y trago fuerte. No me molestaría en lo más mínimo que fuera él quien me esperara en el altar.

Rápido me reprendo a mí misma y vuelvo a la realidad, apenas y nos besamos todas las noches como para pensar en boda. Mi pensamiento parece el de una niñita de quince años y no una mujer de veinticuatro. Soy ridícula, lo sé. Pero no lo puedo evitar. ¿Quién no suela con un romance de un bad boy convirtiéndose en un ángel?

— ¿Tardarás mil años más? —la voz de Damon resuena en mis oídos y parpadeo dos veces para aclarar mis ideas.

—Lo siento, ¿Estás listo? —le pregunto.

— ¿Me estas preguntando que si estoy listo para una foto? ¿Cuántos años tienes, cincuenta? —él ríe y yo igual.

—Bueno, aquí vamos. Una, dos, tres—digo y presiono el botón. Damon posa serio y yo sonriendo, bajo el teléfono a mis piernas y después lo miro.

—Gracias—le digo y sello nuestros labios en un largo y apasionado beso, él me toma con sus manos la cara e intensifica más nuestro beso. Mi respiración se empieza a agota y él se separa lentamente de mí. Me relamo los labios y abro los ojos sonriendo.

Es MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora