Capítulo 24.

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Todo el camino de regreso al hotel, mi mente me abandona. No hay nada allí, estoy en blanco.

— ¿Te sucede algo? —Steven aprieta mi mano y lo miro.

—Nada.

—Está bien—él parece conforme y hecha su cabeza hacia atrás, descansando un poco.

Estos minutos antes de llegar al hotel mi ansiedad se hace mayor, que apenas lo puedo soportar. Quiero disculparme con Damon por hablarle de esa manera, y también quiero que me explique la razón por la cual me ha ocultado que Paul era su padre.

—Hotel, dulce hotel. Mies pies me están matando—Elena sostiene sus pequeños zapatos de tacón en su mano y camina a la habitación. Como todos hacen al llegar.

Intento retrasar la conversación con Damon, por puros nervios y desidia, así que lleno un vaso de agua y lo tomo en pequeños sorbos. Cuando el líquido se acaba, respiro pesadamente y me dirijo a nuestra habitación.

Cuando abro la puerta, Damon no está, tal vez solo prefirió ir a dormir a otra habitación del hotel. Me doy una ducha rápida y me desmaquillo el rostro, suspiro cambiándome de ropa y entro a la cama.

Mis ojos se mueven por todos lados alrededor de la habitación sin ver nada en específico. Las horas pasan lentamente... dos, tres, cuatro de la mañana.

Escucho las duras pisadas en el pasillo y después en la habitación entrando sigilosamente. No estoy muy segura del porqué, pero cierro los ojos fingiendo estar dormida.

La cama se hunde a mi lado y unos dedos calientes se mueven por mi brazo delicadamente, mi respiración se empieza a acelerar descontroladamente, no tengo otra salida más que moverme hacia él.

—Mierda, te desperté, lo siento—su aliento con olor a Whisky topa en mi nariz y mi corazón tiembla.

—Está bien, no podía dormir. Solo tenía los ojos cerrados—le explico y cierro mis ojos para descansarlos un momento.

— ¿Te divertiste? —él pregunta en un tono herido, que casi no puedo soportarlo.

—No, desde que te fuiste no—le digo despacio.

—Soy un idiota, ¿No es así? Siempre jodo todo. Desde que tengo memoria he sido un dolor en el culo para los que me rodean—él se acerca más a mí y yo trago duro.

—No es así, no para mí—alargo mi mano y lo abrazo. Él se tensa, pero no se opone.

—Eso lo dices ahora, espera conocerme mejor, y verás cómo saldrás corriendo como todos en mi vida—él espeta furiosos y lo abrazo más fuerte. No quiero que empiece a alterarse en este momento que esta con unos tragos de más.

—Tal vez lo diga mañana también—intento relajar el ambiente, pero es inútil.

— ¿Por qué eres tan buena Sofía? —yo guardo silencio y el continúa—No importa cuanta mierda te grite, o cuan jodido maleducado soy contigo todo el día, al final estas aquí, guardándote las lágrimas y las ganas de asesinarme—él niega con la cabeza y se talla los ojos fuertemente. Sé que está intentando encontrar autocontrol para no comportarse como siempre.

—Solo estas ebrio, nunca te asesinaría de todos modos. Claro, si te sirve de consuelo—río en lo bajo y él voltea su cuerpo hacia mí.

— ¿Jamás has querido golpearme? —él pregunta frunciendo el ceño.

—Por supuesto que no. No importa lo que las personas hagan, o digan. Jamás accedería a la violencia física, eso es de animales, no de seres humanos inteligentes—lo reprendo.

— ¿Qué hay de mí? Me gano la vida por practicar violencia física. ¿Eso es lo que piensas de mí, Bambi? ¿Qué soy un animal? ¿Una bestia?

—Solo vamos a dormir por favor. Estás un poco ebrio, son casi las cinco de la madrugada y en unas horas peleas, tienes que descansar—evito su pregunta, y él parece no darse cuenta, pues empieza a refunfuñar por tener que dormir.

— ¿No habrá beso para mí de buenas noches? —él pregunta con ojos de un pequeño cachorro que quiere ser comprado en la tiendo y río.

Sellamos nuestros labios en un casto beso y me acomodo en su cuello. La idea de besar a Damon con un sabor a Whisky no es muy atractiva, así que decido por el simple beso de dos novios de secundaria.

*

Bostezo fuertemente y estiro mis brazos a los lados, me siento un poco indispuesta el día de hoy, pero no encuentro el motivo. Tal vez fue la champaña que bebí ayer en el brindis.

— ¿Estás lista Sofía? —Damon pregunta, parándose frente a mí con solo un pantalón de pijama en la cintura.

— ¿Lista? ¿Para qué? —pregunto mientras me dejo caer en el colchón de nuevo.

—Iremos a comprarte el jodido conejo que quieres—él hace un ademán con la mano y frunce el ceño.

— ¿Estás hablando en serio? —pregunto poniéndome de pie en la cama.

—Sí. Bájate de la cama, puedes lastimarte. Compraremos el conejo más pequeño de este jodido mundo. No quiero ver que haga sus destrozos o mierdas en mis cosas.

Él hace cara de asco y lo desobedezco caminando por el colchón hasta llegar hasta él. Allí, alargo mis brazos dejándolos en sus hombros, mis manos cuelgan en su espalda y mágicamente estoy un poco más alta que él.

—Muchas gracias. Juro que limpiaré sus desechos, lo juro por mi madre.

Le regalo una sonrisa y doy un pequeño brinco a él. Enredando mis pies en su estómago y besándolo eufóricamente, él me sostiene con sus duras manos en mi trasero y da un apretón, antes de bajarme a la cama.

—Esa mierda fue peligrosa, no lo vuelvas a hacer—gruñe por lo bajo y me regala otro beso, esta vez más corto—vístete y has las mierdas que tengas que hacer, en veinticinco minutos te quiero abajo comiendo junto a mí—él camina a la puerta dándome la espalda.

—Damon—lo llamo sonriendo.

— ¿Sí? —él me mira directo a los ojos.

— ¿Tal vez podrías dejar de decir mierda? —me muerdo el interior de la mejilla y él frunce más su ceño. Pero no está molesto.

— ¿Por qué?

—Porque me gustaría mucho que dejaras de decir esa palabra—me encojo en hombros y lo miro divertida.

—A mí me gustarían muchas cosas, pero no todo sale como uno quiere, ¿No es así, Sofía? —él me sonríe de lado y es casi arrogante.

—Supongo—respondo mirando sus pequeños ojos.

—Bien, entonces has tus jodidas cosas y baja a comer conmigo—él da media vuelta, pero se regresa a mirarme de nuevo.

—Olvide una cosa—él dice frunciendo el ceño.

— ¿Cuál? —estoy segura de que él regresará a besarme, pero no lo hace.

—Decir esto...—él me regala una sonrisa y dice: —Mierda.

Y se va. Yo suelto una risotada de niña de preescolar y entro a bañarme. Prefiero ese Damon, a un Damon ebrio o malhumorado.

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