Capítulo 39.

119 6 0
                                    

Cada una en un extremo del sofá. Ahora mismo no me animo ni a mirarla a la cara, no me atrevo. Desearía saber qué pasa por su mente. Ha sido muy cruel conmigo en el coche, pero también tenía su parte de razón. Estoy bloqueada.

Oigo la puerta abrirse y, como si mi culo estuviera conectado a ella, me levanto de un salto para recibirles. Las primeras en pasar son las pequeñas. Las dos entran dando saltos buscando desesperadas a su madre. Por otro lado, Hugo y James entran conversando, ni siquiera sé de qué, no me entero. Podrían estar hablando de las niñas, de un programa que les guste o incluso de deportes, no tengo ni idea.

Camino a tientas hacia la entrada. Ni siquiera sé por qué me muevo. Solo necesito hacerlo. Es como que... no sé, como si no quisiera que nadie percibiera la tensión que ha habido hasta ahora en el salón. 

Me acerco a James. Él, al percatarse de mi presencia, me mira y sonríe, pero su sonrisa desvanece rápido al ver mi cara. Sigue escuchando a Hugo, pero sus ojos no se apartan de mí. Hasta que me encuentro a un solo centímetro de distancia y él me rodea entre sus brazos. Mis ojos se cierran y mi nariz aspira su perfume. Ya me siento más tranquila. Él me coge fuerte y algunas lágrimas silenciosas se deslizan por mis mejillas.

-Ahora vuelvo-le oigo decir a mi cuñado.

¡Me sabe fatal que corten la conversación por esto! Mi chico asiente y empieza a besarme la cabeza. No afloja su agarre en ningún momento y lo agradezco. Tardo un rato en sacar la tensión que había acumulado y, cuando lo logro, parece que James se percata, porque comienza a separarse de mí para poderme mirar a la cara. 

Me quito las lágrimas intentando ocultar lo que resulta tan evidente y James, cogiéndome por la cintura, me pide que vayamos un momento a solas al jardín. Ahí nos sentamos en un banco. Uno al lado del otro, él entrelaza nuestras manos y las coloca sobre mi regazo. Siento su calor, su fuerza. Me transmite su amor. Y yo no puedo transmitir más que lágrimas. Por arrepentimiento y por incredulidad, por esa falta de confianza y esa acusación tan horrible. Cuando por fin logro relajarme, miro a mi chico a los ojos, intento sonreírle y, para él, eso significa carta blanca para preguntar.

-Michi, mi amor, ¿qué ha pasado?

Aprieto un poco más el agarre de nuestras manos para transmitirme fuerzas. 

-Cuando hemos entrado en el coche, Bambi se ha sentado en la parte de atrás, en verde en el asiento del copiloto y... cuando le he preguntado por qué no se sentaba conmigo me ha dicho que si ya me iba a ir. Me ha dicho que como ya había hecho mi buena acción ante ti que ya no hacía falta que hiciera durante más tiempo el papel de buena hermana. ¡Por Dios! ¿Cómo ha podido pensar eso de mí? Yo he venido porque la quiero, James. 

-Ya lo sé, mi amor. Tu no has de demostrarme nada. Escúchame, te quiero muchísimo, ¿lo sabes?-asiento-Pues quiero que sepas que Bambi también te quiere. Ha vivido muchos años sin ti y ahora le resulta rara tu presencia. Solo tenéis que recuperar la confianza, cariño. Eso es todo.

**Narra Hugo**

Cuando dejo sola a la pareja me siento confuso. No he entendido la bienvenida. Ellas dos estaban genial, ¿qué ha pasado en esta escasa media hora?

Cuando llego al salón, veo a las niñas sentadas junto a su madre contándoles alguna cosa de su día en casa de la abuela. Me alegra que estén mis tres chicas juntas, pero ahora mismo creo que lo que acabo de ver es mucho más importante.

-Niñas, iros un momento a vuestro cuarto, por favor. Mamá y yo tenemos que hablar-las niñas se levantan sin rechistar y se van corriendo. Yo me acerco a mi mujer. Ella me mira cansada. No dice nada-¿Me vas a contar qué ha pasado con Michelle?

-No te pongas de su parte, por favor. Ella solo ha venido a hacer su acto de caridad y ya lo ha hecho. Ya ha quedado bien y ya puede irse.

-¿Te estás escuchando, cariño? No dices más que chorradas. Tu hermana te adora. Te quiere más que a nada.

-¿De verdad lo crees, Hugo? Porque yo juraría que no ha hecho nada por localizarme en 3 años. 

-Tú supiste dónde estaba durante 14 años y no te acercaste.

-Y tú me apoyaste. Ya te dije que no podía, que sentía vergüenza por lo que había pasado.

-¿Y por qué tu tienes excusa y ella no? Es decir, tú puedes sentir vergüenza, pero ella no puede sentir miedo, ¿es eso?

-¿Por qué estás de su parte, querido esposo?-suelta con ironía.

Pero yo no estoy para tonterías de estas.

-Michelle está en el jardín llorando, querida, James está consolándola. 

-¿Enserio?

**Narra Michelle**

James me guía de nuevo hacia el salón. Dice que tengo que hablar con Bambi, que las cosas que no pueden quedar así. No sé muy bien qué quiere que diga que no haya dicho ya, pero dice que debo intentarlo.

Ambos entramos. Él me acerca al sofá y me sienta junto a ella. Cuando quiero darme cuenta, Hugo y James han desaparecido. Miro a mi hermana pequeña y ella me mira a mí. Hay silencio, pero no tensión. Y cuando quiero darme cuenta nos estamos abrazando. 

-Te quiero muchísimo, Michelle. Lo siento por todo, por los 14 años sin hablarte y por haberte juzgado así.

-Te quiero, Bambi. Lo siento muchísimo por estos 3 años, por no darte la oportunidad.

-No te preocupes, te entiendo. Gracias por entenderme a mí en su momento.

Ya no hacen falta más palabras. Está todo dicho. El abrazo continúa. Junto a él, las lágrimas.

Y tres horas más tarde ya nos conocemos al pie de la letra la vida de la otra. Obviamente nos quedan mucho detalles, pero no importa, porque estamos deseando quedar muchísimas más veces para poder pasar el tiempo juntas.

Llega el momento de irse. Es tarde y no tenemos coche, así que vamos en avión y tenemos que llegar pronto. La familia quiere acompañarnos, mi hermana es la que más insiste y yo no me atrevo a negarme porque, en realidad, no quiero hacerlo. Ahora no quiero separarme de ella. Así que todos nos metemos en el coche de Hugo para poder ir hasta el aeropuerto. Lísabet no cabe, así que se sienta en mi regazo. Pasamos todo el camino hablando animados, felices por la nueva unión, cuando llegamos nos negamos a despedir del momento. Agarramos cada segundo como si eso fuera lo único que puede mantenernos con vida. Quedamos en vernos antes de agosto, es cuando ellos vuelven a España. Y, por último, para no olvidar jamás lo que ha ocurrido hoy, mi hermana y yo nos hacemos una foto. Una foto que marca una nueva vida y un amor incondicional entre mi hermana y yo.


Destinos cruzados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora