Capítulo 61.

78 4 0
                                    

Ha dejado de pegarme. No lo entiendo, pero tampoco me quejo. No hace mucho, tan solo 3 días. No suelo equivocarme en nada, pero si quiere dejarme algo claro o si se emborracha, solo me da una bofetada. Ya no hace nada más.

Hoy vienen sus amigos. Ethan a quedado para desayunar. Ellos no llegan hasta las 10:30. Quería levantarme pronto y limpiar sobre limpio la cocina y el salón. Algo que tiene mi marido es que cuando hay invitados ve suciedad donde no la hay. Pero hacer esto ha sido imposible. Mi marido y único amante se ha despertado con ganas de jugar y yo, que en verde sexo veo bebés, he estado más que dispuesta a satisfacerle.

El problema ha llegado cuando el timbre ha sonado y nosotros dos seguíamos en la cama. Ethan me ha pedido que sea yo quien abra mientras él se viste y que en seguida sirva unos cafés y un par de cruasans. Asiento nerviosa, vuelve a tener la actitud dominante. Lo peor de todo es que se acerca el momento más horrible y de más humillación. Yo que comenzaba a sentirme bien viendo que los moratones y cardenales no se multiplicaban.

Sé que Ethan no quiere quedar mal ante sus amigos. Así que simplemente me coloco mis braguitas y una camiseta suya para poder darme más prisa y voy corriendo hasta la entrada. Abro la puerta. Ahí están todos. No abro la boca, mi marido no quiere que hable más de lo necesario. Les hago un gesto para que pasen y ellos así lo hacen. Mirándome de arriba a abajo, algunos rascándose la entrepierna. Qué incomodidad. Ellos ya están esperando el espectáculo, me pregunto si solo vienen por eso.

-¡Vaya Ethan! ¿Hoy no le dejabas salir de la cama?-ríe uno de ellos.

Al girarme veo que ya ha llegado. Bien arreglado con el conjunto que le aconsejé ayer. Él ríe con diversión. Y yo recuerdo por qué me enamoré. Y a pesar de todo, me digo que esto puede cambiar y puede volver a ser como al principio. Este es solo el primer paso.

El anfitrión se hace cargo de sus invitados mientras yo en dos segundos preparo el desayuno y me acerco para poder servirlo. Espero a su vera hasta que indican que ya no necesitan nada más y yo me alejo incrédula porque Ethan no se ha aprovechado de la situación.

Hoy me he puesto uno de mis mejores conjuntos. Es lo más escotado que mi marido me permite llevar, toda la piel que me deja mostrar. La verdad es que me queda bien y nadie puede negármelo.

Antes de nada quito un poco el polvo de la casa. No tardo mucho. He limpiado tantas veces sobre limpio que la suciedad ya no se atreve a aparecer.

Entonces, con mucho valor (y aprovechando que los amigos estaban distraidos con un programa de la tele) me acerco a Ethan y susurro en su oído.

-¿Puedo ir a hacer la compra? Tenemos la nevera vacía y yo me siento hambrienta.

Él me mira. Me analiza. Está serio, como si intentará conocer todos los pros y los contras de tal acción. No entiendo por qué se lo toma tan así, no voy a escaparme.

-Está bien, pero escucha-me susurra-No hables con ningún desconocido. Vas al mercado Borough, haces la compra y vuelves sin distraerte.

Asiento.

-Sí, papá-sonrío-¿Puedo coger el coche?

-¿El coche? ¿Quieres matarte? Tú no sabes conducir, amor.

-¿No?-me sorprendo-No sé por qué creía que sí-río avergonzada-Pues nada, voy andando.

-Muy bien. Y recuerda, si en dos horas no has vuelto, iré a buscarte y no te van a gustar las consecuencias.

-Tranquilo, Ethan-río-No tengo ningún sitio donde ir más que este.

Parece que la respuesta le satisface, ya que su expresión se suaviza y asiente convencido.

Me voy ilusionada hacia la entrada, pero la voz de mi marido me para.

-¡Ey, Mich! ¿Y mi beso?

¡Era eso! Suspiro. Temía que hubiera cambiado de opinión.

Me acerco corriendo a él. Le doy un apasionado beso lleno de agradecimiento. Y con una sonrisa como última visión me voy de casa. Por fin, por primera vez en mes y medio, me ha dejado salir. ¡Estoy en la calle! Puede que solo pueda ir al mercado Borough, pero ¿qué más da? Es mi momento de paz, mi descando, mi tiempo de ocio.

Paseo hasta el mercado que ojalá estuviera más cerca) casi bailando de la emoción. Aparento una seguridad que no tengo, aquella que perdí hace años. Voy pensando que no hay nadie a mi alrededor, que estoy sola. Solo pienso en una cosa. ¡Estoy en la calle!

Una vez llego ahí, y aunque parezca mentira, me creo en lo más cercano al paraíso. ¿Por qué este es el único lugar que conozco a parte de mi casa? Puede, pero no sé, me encanta.

**Narra James**

Ya no sé dónde mirar, dónde buscar. He recorrido cielo y tierra y nada. ¡NADA! ¿Cómo puede haberla escondido tan bien? ¡Joder! Han pasado 3 días más y nada. ¡Madre mía! ¡¡NADA!!

Espero en el paso de cebra hasta que se ponga en verde mirando todo y nada al mismo tiempo. Entonces me fijo en una falda larga color mostaza conjuntada con un jersey blanco con topos negros. Un pelo castaño claro cae sobre su espalda cual cascada. No sé por qué me impresiona tanto, supongo que porque me recuerda a mi prometida. Me la quedo mirando fijamente hasta que ella, con un millón de bolsas en las manos, se gira. Parece que busca algo, aunque más bien apostaría a que está disfrutando de esto. Como si se encontrara en un mundo de color y fantasia. Como una niña pequeña en una tienda de juguetes. El alma se me cae en los pies cuando veo quién es. No sé si estar feliz o preocupado al ver que está en la calle, sin vigilancia y no intenta escapar. Las lágrimas se me acumulan en los ojos. He de alcanzarla. He de recuperarla.

**Narra Michelle**

He hecho la compra en un tiempo record, aunque creo que me he emocionado. Llevo más bolsas que yo que sé qué. No tendremos que volver a comprar en semanas. ¿Y dónde está mi excusa para salir?

Me sobra tiempo, así que decido tomar el mismo camino, pero por la acera de enfrente, quiero ver qué hay ahí. Deleitarme con lo que me rodea. Es fantástico. Y la sensación de poder probar el aire libre... Mágico.

-¿Michelle?-oigo a mis espaldas. Mi corazón se paraliza y, por instinto, mis pisadas se hacen más largas-¡Michelle, soy yo, no voy a hacerte daño!-Voy más rápido, evito que me alcance-Michelle, por favor, para un momento.

-¡No hablo con desconocidos!-grito más para mí que para ese-Mi marido se enfadará mucho-me recuerdo.

-¡Yo no soy un desconocido! ¡Soy James, tu prometido!

El aire se va de golpe. Y sin latido ni respiración me pregunto cómo sigo en pie. Me tiembla el cuerpo entero, estoy aterrada. Quiero llorar, estoy muy asustada. ¿Quién es este loco? Y, ¿cómo saben lo de mi sueño?

-¡Te equivocas! ¡Yo no conozco a ningún James!-aclaro antes de ponerme a correr.

Mi casa es el único lugar donde estoy a salvo. No sé cómo ese loco ha sabido lo de mi sueño, pero tampoco se lo contaré a nadie o descubrirán que contesté a un hombre.

Cuando entro en casa, voy directa a la cocina para colocar la comida. Todavía estoy en shock y sé que hasta que no llore para sacar toda la angustia que llevo dentro, esto no va a parar. Ojalá tuviera tiempo libre para esconderme y dejarme llevar por el miedo ahora mismo.

Destinos cruzados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora