Capítulo 31.

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Una vez más me encuentro una mancha en la funda del sofá. Otra vez, tengo que respirar hondo antes de coger la funda y llevarla a lavar. Luego he de poner otra y pedir al cielo que por favor esta sea la última vez.

-¡Adam!-grito.

Justo en ese momento la puerta se abre. James aparece tras ella y me mira extrañado. Al ver mi cara parece que me entiende. Hace una mueca. "Lo siento" susurra. Entonces nuestro hijo aparece escondiéndose tras el sofá y asomando la cabeza.

-¿Mami?-pregunta tan flojito que a duras penas puedo oírle.

Mi chico desaparece. Cómo no, siempre igual, yo soy la mala, la que va a reñirle una vez mas. Comprendo que acaba de llegar de trabajar y lo único que quiere es ducharse y relajarse un poco, pero me encantaría que no estuviera con Adam solo para jugar con él o regalarle algo. Parecemos el poli bueno y el poli malo. Y yo soy la mala.

Suspiro una vez más.

-Adam, hijo mío, ¿cuántas veces te tengo que decir que el pipí se hace en el orinal? Tienes que ir al baño a hacer pipí y popo, ¿entendido? Te lo pido por favor una última vez, la próxima vez mamá se va a enfadar muchísimo y no quieres ver a mamá enfadada, ¿verdad?

Él niega con la cabeza.

-Muy bien. Y ahora vamos al baño a limpiar ese culete.

Mi bebé sale corriendo hacia su habitación. Me froto la cara exasperada. Ojalá aprenda rápido. Estoy cansada de esto. Entiendo que es muy pequeño y que está aprendiendo, pero es agotador.

James sale de nuestro cuarto con el pijama ya puesto. Se acerca a mí, me da un rápido beso y me abraza. Me abraza bien fuerte.

Cuando nos separamos me mira a los ojos, coloca un mechón de pelo tras la oreja y me sonríe.

-Te amo.

-Y yo a ti, mi amor-me separo de él-La cena está en el microondas.

-Genial-sonríe-¿Tú ya has cenado?

-No, te esperaba, pero ahora he de bañar otra vez a Adam y después acostarle. Mejor ve empezando tú, ya cenaré después.

Me doy media vuelta y sigo los anteriores pasos de mi bebé. Ya me lo encuentro desnudo y con la ropita en la cesta de ropa sucia. ¡Qué listo cuando quiere! ¡Es para comérselo!

Le cojo en brazos y le llevo al bañito. ¡Le encantan! Siempre se divierte mucho jugando con sus juguetitos. Pero hoy no puede ser, ya es tarde. Así que, para rematar la faena, he de soportar su berrinche. Una velada encantadora.

Ya vestido con su pijamita, le cojo en brazos y le llevo a la cocina con su padre. Tiene que desearle las buenas noches antes de irse a dormir. Adam me mira muy enfadado. 

-¡Hola campeón!-me lo quita de las manos-¿Qué tal estás? ¿Ya ha tenido que reñirte mamá otra vez?

-Mami mala-se cruza de brazos.

¡Hay que ver! Esto es lo que mejor sabe decir.

-No, mami no es mala. Lo que pasa, Adam, es que tienes que aprender a hacer tus cositas en el orinal.

-No ezo.

-¿No es eso? ¿Entonces qué pasa?

-Lo de siempre, como el baño ha sido rápido no le he dejado jugar y se ha enfadado conmigo.

-¿Por qué no le has dejado cinco minutitos?

-¡No me fastidies, James!-le cojo-¿Es que lo hago todo mal o qué? Siempre tienes que ponerte de su lado y dejarme como la mala. ¿Sabes? No va a ser así siempre.

Vuelvo a la habitación de mi niño para acostarle. 

-¿Quieres un cuento?

Él asiente y en su rostro aparece una pequeña sonrisa.

-Sí, por favor-me dice.

Yo le sonrío. Tan fácil como eso. Mi hijo y yo ya hemos hecho las paces sin necesidad de nada más.

Le leo "Peter Pan". Su favorito. Y, como pasa siempre, se queda dormido justo en el momento en el que el capitán Garfio cae al agua en la boca de cocodrilo. Parece que nunca descubrirá la vuelta a casa de Wendy y sus hermanos.

Se me ha quitado el hambre. Cuando voy a la cocina solo picoteo cuatro patatitas y me dirijo directa a la cama. Quiero dormir.

James, que juraría que estaba viendo la tele, apaga todas las luces y viene a la habitación. Recoge todo lo que ha puesto por en medio y se tumba en la cama junto a mí. Me abraza, pero yo le aparto y así lo siguientes dos intentos. Le oigo suspirar como signo de rendición. Me remuevo en el sitio, pero sigo dándole la espalda.

-No lo hago por dejarte mal, mi vida, pero Adam solo tiene 2 años. Es muy pequeño, está aprendiendo.

Me giro para poder mirarlo. Al segundo opto por sentarme. Le miro cabreada. No le sorprende, cosa normal.

-Por eso mismo, James. Está aprendiendo, es ahora cuando hay que reñirle. Sino, ¿cuándo? ¿Cuando nos llamen de la guardería porque no puede estar ahí si no sabe hacer sus cosas en el baño? O mejor, cuando crea que puede conseguir todo lo que quiera y puede portarse mal siempre porque sus papás no le van a decir nada. ¡Por favor! 

-Vale, vale, tienes razón-me coge la mano-Lo siento mucho, a partir de ahora lo haré mejor. Lo prometo, voy a actuar como un padre responsable-la besa.

-Te lo pido por favor, estoy cansada de ser la mala de la historia.

-Eres la mamá, siempre sois las malas.

-James-ruedo los ojos.

-Ya ya, lo haré bien. Lo juro.

-Está bien.

Vuelvo a tumbarme y a darle la espalda. Un poco más calmada, sí, pero no del todo. James me abraza, esta vez no le quito. Entonces me besa en el cuello y su mano navega hasta mi pecho izquierdo. Lo aparto de un manotazo. Él va a por mi culo. Le vuelvo a apartar.

-Nada de eso, James. No estoy de humor.

-¡He dicho que seré un buen padre!-se queja.

-¿De verdad? Pues ya tendrás el premio cuando lo demuestres.

-Michi-pronuncia como un niño pequeño.

-No-digo firme.

-Ahora entiendo por qué las madres sois las malas de la película-susurra, pero le he oído.

-No me toques las pelotas, James.

-¿Qué pelotas?-pregunta con chulería.

Suspiro una vez más. Me levanto de la cama. Me pongo mi bata de seda y me dirijo fuera.

-¿Dónde vas?-me pregunta extrañado.

-Voy a dormir con nuestro hijo-respondo-Y si pregunta le diré que papá también es malo a veces.


Destinos cruzados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora