Capítulo 46.

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Bambi y Hugo llegan a mi encuentro. Los dos me abrazan, pero mi hermana dura mucho más. No hay manera de separarse de ella. O sí, no lo sé, ni siquiera lo intento. No entiendo por qué, pero mis ojos se cristalizan y siento que quiero llorar y contarle todo. También sé que no puedo hacerlo. Mañana se van, no tiene que ser muy difícil mostrar una relación cordial. Solo espero que James no me ponga en evidencia.

-¡Madre mía, qué guapa!-exclamo-¿Cuándo habéis llegado?

-Hace poquito... ¡Pero bueno! ¿Y este bellezón?-me da una vuelta-¿Qué has hecho desde la última vez que te vi?

-¿Ayer, dices?-me echo a reír-Solo quedar con unas amigas, pero eso lo hago cada viernes.

De repente se me queda mirando fijamente. Su sonrisa se va y su semblante se torna más serio.

-No sé qué pasa, Mich, pero te noto diferente. Y lo peor es que no sé si es para bien o para mal.

Me quedo impactada. ¡Menuda conexión! Pero no dejaré que esto estropee mi actuación. Por eso mismo niego con la cabeza mientras obligo a mis labios a mostrar media sonrisa.

-¿Por qué no vamos al jardín? Tendremos que ir preparando la barbacoa.

-¡Oh, tranquila! James ya ha empezado a prepararlo todo.

-¿De verdad?

Esta vez sonrío sincera. Me alegra que, a pesar de todo, se esté portando bien con mi hermana. Está siendo mucho más amigable que ayer con su amigo.

-¡Claro, tonta! Venga, vamos.

Ahora me doy cuenta de que mi cuñado y mis sobrinas han desaparecido dejándonos a Bambi y a mí solas. Mi hermana me empuja hacia el jardín trasero. Obviamente, este es mucho más grande. Incluso tenemos una piscinita para refrescarnos en los inesperados días de calor.  

Ya desde el salón puedo ver a Hugo empezando a hacer la carne, mientras James juega a fútbol con los niños. Está riendo, parece contento. Me gustaría saber si esta mintiendo, expresando algo que no siente, o si realmente se siente así. Hubiera preferido haber podido hablar con él antes de que mi hermana llegara.

De repente, sin venir a cuento (teniendo en cuenta que la pelota se ha ido hacia la derecha) los niños se van hacia el lado izquierdo del jardín. Hacia el único trozo que no es visible desde el salón. Entonces, ni sé por qué, mi hermana me mira con dulzura y me coge de la mano. Una vez más me repite: "Vamos" y juntas entramos en el jardín.

Y TODAVÍA NO ME CREO QUE LO QUE ME ENCUENTRO. ¡MADRE MÍA!

No es mucho, pero sí más de lo que deberían. Una escultura de 2 metros de altura de la Torre Eiffel es la entrada a un rincón parisino lleno de luz, color y elegancia; sobretodo lleno de ilusión. Me quedo impresionada con lo que veo. Dos mesas decoradas con total elegancia. Manteles lisos de dos colores evidentes, uno rosa pastel y otro azul turquesa; dos de mis colores favoritos. En cada mesa hay cuatro platos servidos y, justo en el centro, unos maravillosos claveles de colores lo decoran. Hay una guitarra a la derecha, cosa que no llego a comprender, pero no digo nada. Prefiero ir descubriendo. Globos de colorines a ambos lados de la estancia decoran con la palabra París plasmado en ellos. 

Es increíble.  Me quedo con la boca abierta, no puedo ni articular palabra. No me lo puedo creer. ¿Quién... Quién ha montado esto?

-¡Dios, Mich, di algo!-grita mi cuñado.

Me cuesta unos segundos contestar a eso.

-Es que... Es que no entiendo nada. ¿Por qué todo esto? ¿Quién lo ha organizado? ¿Por qué París? Yo... No sé qué decir. Os lo agradezco una y mil veces, chicos. Es que...

Al final las lágrimas, rebeldes e insistentes, logran escaparse. Es verdad, el motivo es distinto, pero me da igual, ¡lo necesitaba! Es sencillamente maravilloso, estoy muy emocionada.

-Ha sido cosa de todos, cacho boba-una vez más mi hermana viene a abrazarme, me quita las lágrimas y me sonríe-Lo hemos hecho simplemente porque creíamos que te merecías una sorpresa y porque te queremos. Y, ¿por qué París? Pues porque es la ciudad del amor y porque ahí ibas el día después de reencontrarnos hace 3 años.

-Os quiero más que a mi vida, chicos-los miro-A todos, sin excepción. No sé qué haría sin vosotros. 

Los adultos aplauden y los niños me abrazan. Me siento demasiado querida en este momento, no lo comprendo. Y lo que menos entiendo es que mostrando un detallazo así, James siga sin acercarse a mi vera. Sigue sin dirigirme la palabra, casi casi ni me mira. Necesito hablar con él, pero también necesito que sea a solas.

No me atrevo a entrar en en mi pequeña París particular. No quiero destrozar nada. Entonces veo como mi prometido se adentra en casa, supongo que para ir al baño y yo le sigo. Es el único momento posible para estar solos. Mi única oportunidad.

Va tan concentrado en su cosas que ni se da cuenta de que alguien le sigue. O tal vez se ha percatado de mi presencia, pero sabe como yo, que esto es necesario. Se mete en el baño, pero antes de que la puerta llegue a cerrarse, yo me cuelo y cierro la puerta tras de mí. Él me mira molesto. Entonces me gira la cabeza y, como si yo no estuviera, se abre la bragueta y se pone a mear. Tampoco me molesta que lo haga delante mío, no es la primera vez que hacemos pis delante del otro (puto viaje sorpresa en un hotel sin puertas), pero si me duele que finja que no me ve o me siente.

-Tenemos que hablar-digo-No podemos estar así mucho tiempo.

-¿Vas a negármelo?

-¿Sigues con la misma estupidez?

-¿Sí o no?

Abro la puerta y le dejo espacio.

-Estás comportándote como un idiota.

-Prefiero no decir cómo te comportas tú.

Pasa de largo para poder reunirse con los demás en el jardín. ¡JODER! ¿Cómo puede ser tan gilipollas? Me quito las cuatro lágrimas que, de nuevo, han logrado escapar y me tiro un poco de agua para disimularlas. Un poco más de maquillaje para taparlo todo y listo. De vuelta a la feliz, feliz, feliz reunión familiar.

Destinos cruzados.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora