Capítulo 40.

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La mañana siguiente a la llegada de Bradley, en navidad, lo primero que hice fue enviar un mensaje colectivo a todos mis seres queridos deseándoles una feliz navidad. Luego llamé a mamá y le dije que si no me enviaba una de sus especialidades culinarias navideñas la desheredaba como madre. Ella me llamó mala hija. Yo reí y le dije que tenia regalos para ella y la tía Rosa y que se los enviaría lo mas rápido posible. También les deseé feliz navidad, obvio.

Luego fui a mi maleta y saqué de ella las cosas que había comprado para todos cuando fui con Mich de paseo por las calles de New York City. Compré para los más allegados: A Rowan le compré unos guantes de garras de dinosaurios, obviamente porque combinarían con sus pantuflas; encontré un lindo guante de béisbol para Peyton; el último disco de Pink para Anto; un gorrito de panda para Katherine; una funda para iPhone de tacos para Mel y para Amir otra funda de barra de chocolate. También compré un montón de dulces para mis primos y los señores Figueroa y a Guille le compré unas camisetas de Girl Meets World para chicos que vi por ahí.

Esas cosas para los que no estaban aquí conmigo en estos momentos.

Bajé a esos de las siete de la mañana con los regalos para los chicos, aprovechando que Sab seguía durmiendo como bella durmiente y no se escuchaban ruidos por el pasillo. Fui directo a la sala de estar, dónde había un árbol de navidad con algún que otro regalo debajo. Me acerqué al árbol y, a pesar de que era artificial, olía a pino gracias a un aromantizante que el señor David había puesto.

Dejé los regalos ahí y me levanté, al tiempo en que sentía una voz a mis espaldas decir:

-Feliz navidad, Sarcastichica.

Sonreí y me di la vuelta para ver como Bradley, con las manos en los bolsillos de su suéter de lana rojo, caminaba hasta mi dirección. Traía astas de reno en la cabeza, dándole una apariencia cómica.

-Brad, hermano, te he dicho un millón de veces que ese apodo solo lo puede decir Honguitochico -me quejé pero aún así lo abracé-. Feliz navidad, reno gordito.

-¡Que no estoy gordito!

-Si lo estas, ¡mira! -le piqué el estómago, que de por cierto no era lo que me esperaba ya que se sentía firme-. Aun así estas gordito -repuse y esta vez le piqué las mejillas, que si estaban algo infladas. Él rió-. ¿Y Jake, con quien lo dejaste?

-Fue con su familia a Canadá y no me llevó el muy maldito -comentó sentándose frente al árbol-. La verdad es que tampoco quería. Le prometí a Sab que volvería para navidad y aquí me tienes. ¿Algún regalo que pusiste es para mí? -preguntó, tomando una caja plana entre sus manos.

Yo tomé asiento a su lado, cogí la caja con la que jugaba y la devolví al árbol. Ese era el regalo de Corey y no quería que lo tocara. En su lugar le puse una caja más grande y rectangular, él se sorprendió y me miró con clara expresión de asombro.

-¿Es para mí? -preguntó.

-Noooo, para tu hermano gemelo al otro lado del mundo ¡Claro que es para ti, idiota! -exclamé, golpeándole la espalda pero riendo.

-No debiste, _____, yo...

-Ah, bueno, entonces devuelve...

-¡No, es mío! -chilló, apretando la caja contra su pecho. Quien lo entiende-. De verdad gracias. Los míos están allá en el cuarto de huéspedes. Por cierto, Corey duerme horrible.

-Si, creeme que lo sé -dije, ladeando la cabeza-. Vamos, idiota. Quiero ver tu cara -apresuré.

-Okay...

Con manos tontas rasgó el papel de regalo y admiró la caja y lo que traía en su interior. Sonrió con mas asombro aún y antes de que yo pudiese decir algo, él ya me estaba abrazando.

Al Estilo De Sarcastichica [Corey Fogelmanis y Tú] {AEDDC#2}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora