28.

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Stiles no dijo nada el resto del camino hasta su casa, aunque yo tampoco. No sabía muy bien qué decir, por lo que me aseguré de mantener mi mano agarrada fuertemente a la suya. Yo pensaba que él no era muy consciente de lo que estaba pasando, simplemente caminaba. Cuando llegamos a su casa, soltó mi mano para abrir la puerta.

—Pasa, por favor.

Hice lo que me dijo y esperé hasta que él mismo entrase. Una vez cerró la puerta, me quedé de pie en la entrada, no sabiendo muy bien dónde ir.

—Ven, siéntate en el sofá.

Me dirigí al sofá y me senté, sin decir nada. Stiles se sentó a mi lado, a una distancia moderada. Me fijé en que sobre su mesa había una foto que no pude ignorar; era de la familia de Stiles. Sabía de sobra que esa foto de normal no habría estado ahí, ya que, de hecho, cuando vine la última vez no estaba. El padre de Stiles -o el propio Stiles- tenía que haberla sacado, precisamente hoy. Alargué mi brazo para alcanzar la foto y así poder verla desde cerca detenidamente.

—Esa es mi foto favorita con mis padres —dijo Stiles, con una sonrisa nostálgica—. Tan solo tenía ocho años cuando fue tomada, pero me acuerdo de ese día como si fuese ayer.

Observé la foto, en la que se podía ver a un Stiles de pequeño sonriendo en la playa, cubierto de arena. Sus padres estaban junto a él riendo, echándole más arena encima. La fotografía en sí transmitía una felicidad innegable, aunque el saber que una de las personas en ella ya no estaba aquí, hacía que esa felicidad se esfumara irremediablemente.

—Era muy guapa —apunté yo, pasándole la foto a Stiles.

—Sí, lo era. —Pude ver a Stiles sonreír melancólicamente, probablemente reviviendo el momento en su cabeza—. Este día en la playa fue uno de los más felices de mi vida. Simplemente disfrutando... Quién me diría que unos meses más tarde una enfermedad que acabaría matándola se apoderaría de ella.

—Stiles...

—Demencia frontotemporal. Esa estúpida enfermedad nos la arrebató para siempre. —Stiles hizo una breve pausa, tomando aire—. Los días en casa dejaron de ser felices. La sonrisa que siempre adornaba el rostro de mi padre desapareció, y nunca ha vuelto en su plenitud. ¿Sabes que los dos primeros meses tras su muerte mi padre no podía ni mirarme? —Yo negué con la cabeza—. Le recordaba demasiado a ella.

—Es normal, tienes sus ojos y su nariz, además de su pelo oscuro. Eres su viva imagen, Stiles. Pero no es algo que deba hacerte sentir mal, deberías sentirte orgulloso.

—¿Por qué?

—Tu madre no decidió dejaros, ella os quería. Además, estoy segura de que tu padre y tú estáis más unidos ahora.

—Somos casi inseparables. Es lo único que tengo. —Escuché cómo le temblaba la voz al decir eso último, por lo que me acerqué a su lado, poniendo mi mano sobre su hombro.

—No es cierto. Están Scott, Isaac... Yo. Me tienes a mí.

Al nombrarme, Stiles levantó su mirada del suelo para mirarme fijamente a los ojos. Reflejaban tristeza, como si de un momento para otro se fuese a quebrar.

—Tú has estado ahí para mí con lo de mi prima, y en más situaciones. Quiero que sepas que yo también estoy ahí para ti.

—Gracias, Lydia. No sabes lo mucho que significa esto para mí. —Stiles fingió una sonrisa, volviendo su mirada al suelo—. Pero estoy bien, en serio.

—No tienes que fingir delante de mí. Sé que no estás bien. Y llorar no es algo malo, si lo necesitas.

Cogí su barbilla con mi mano, obligándole a mirarme. No podía apartar mi mirada de sus ojos castaños, que no tenían ese brillo de felicidad tan característico en él. Sin embargo, aún con ojos vidriosos, se veían preciosos. Solamente dejé de mirar sus ojos un momento para mirar sus labios, que temblaban. Volví a poner mi mirada en la suya y noté que él no había dejado de mirar mis ojos.

Do we have a deal? || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora