Do we have a deal? || Stydia

43.

Después de que nos invitaran a salir -echaran- de la tienda de trajes y complementos de boda, Stiles me tomó de la mano y me llevó de vuelta hasta su jeep, aparcado justo delante del establecimiento. Me abrió la puerta y se esperó detrás de mí a que me subiera para cerrarla de nuevo. Sin embargo, no le di tiempo a que se alejara, ya que saqué un brazo por la ventanilla, le agarré del cuello de la camisa y acerqué sus labios a los míos para darle otro de esos besos por los que secretamente me moría por dentro.

Una vez nos pusimos en marcha, miré a mi novio con una sonrisa.

—¿Qué acaba de pasar ahí dentro? —pregunté, fijándome en su perfil, ya que él estaba con la vista fija en la carretera.

—¿En la tienda, dices? —Stiles arrugó la frente y me miró rápidamente. Yo asentí sin dejar de sonreír antes de que él devolviera la vista a la carretera—. Estoy bastante seguro de que nos han echado por besarnos en sus probadores. ¿Qué crees tú que ha pasado?

Me acomodé un poco en mi asiento y miré por la ventanilla. Nos estábamos alejando un poco del centro del pueblo, así que no se me ocurría ningún sitio conocido adonde Stiles me pudiera estar llevando.

—Creo que la dependienta estaba celosa —contesté al fin. Stiles soltó una risa—. Y no ha aguantado que una pareja se estuviera dando el lote en su tienda.

—En realidad, la odio por habernos interrumpido —apuntó Stiles.

—Pues sí —repliqué divertida—. Qué poca vergüenza ha tenido.

Stiles me lanzó una rápida mirada por encima del hombro.

—Quizá tengamos que retomar... 

Un estruendoso traqueteo, seguido de un estallido no tan fuerte impidió que Stiles pudiera terminar su frase. Con los ojos muy abiertos por el susto, ambos miramos al frente para descubrir con horror que empezaba a salir un rastro de humo por las ranuras del capó del jeep.

—Mierda, mierda, mierda —murmuró Stiles, y se apresuró a salir para inspeccionar la parte delantera del coche. Yo no tardé en ir detrás de él.

Me puse a su lado y eché un vistazo a lo que él ya estaba viendo: un motor ennegrecido y unas cuantas piezas sueltas que a saber adónde pertenecían.

—¿Por qué tiene que pasar esto ahora? —Stiles no me miraba, así que supuse que estaba hablando más para sí mismo que para mí. Parecía enfadado—. ¿De verdad? ¿Era necesario que explotaras justo ahora, Roscoe? —Corrijo: estaba hablando con el coche.

Decidí darle un poco de espacio, así que me aparté unos pasos y me quedé a la espera de que me dijera cómo estaba el coche. Por cómo movía los brazos y arrugaba la nariz cada dos por tres, me imaginé que esto no podía ser nada bueno. Tampoco era como si el humo que desprendía el motor hubiera desaparecido del todo.

Al cabo de unos minutos durante los cuales empezó a desesperarse, Stiles terminó por darle un puñetazo a la superficie del coche y una patada a la rueda. Me llevé una mano a la boca por la sorpresa de verlo así tan de repente y me acerqué corriendo a él.

—Stiles, Stiles. —Me coloqué delante de él y le tomé de las dos manos para que se mantuviera calmado. Esperé a que me mirara a los ojos para seguir hablando—. No pasa nada, ¿sí? Está bien.

Stiles negó con la cabeza.

—No está bien, Lydia. Esto se ha estropeado y...

—Se puede arreglar —lo interrumpí, y acerqué mi rostro al suyo en un intento de transmitirle seguridad y cercanía.

Una vez más, Stiles negó, aunque esta vez acompañó el gesto con una carcajada seca e irónica.

—Por mucho que me importe mi jeep, Lyds —dijo Stiles—, me importas más tú, y quería que esta cita saliera perfecta. Pero ahora por culpa de este incidente se ha ido todo por la borda.