41.

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No abrí los ojos nada más despertarme. Ni siquiera lo hice unos minutos después. En su lugar, preferí apreciar todo lo que me rodeaba con los demás sentidos. Mi mano izquierda yacía sobre un torso desnudo que subía y bajaba con lentitud, consecuencia de la respiración tranquila de quien todavía no ha recibido el primer chute de energía del día. Sonreí al escuchar los leves ronquidos y suspiros del chico que dormía a mi lado. Mis labios estaban sobre su hombro, el cual todavía sabía al rastro de la lluvia que nos había caído encima como una tempestad. Y el olor que impregnaba la habitación era de todo menos inocente. Quizá ansia, deseo, pasión y lujuria habrían sido buenos sustantivos para describirlo. Y amor, de eso también había.

De repente, un ligero cambio en la posición de Stiles hizo que me diera cuenta de que ya no era la única despierta.

—Me estás mirando —murmuré, todavía sin abrir los ojos. La vista es un sentido poderoso, quizá el que más, pero el hecho de no utilizarla no significa no saber qué está ocurriendo a tu alrededor.

Stiles rió a mi lado y me di cuenta de que estaba más cerca de lo que había calculado. Quizá la vista era necesaria, a fin de cuentas. Por fin, abrí los ojos.

—Te miro porque eres preciosa —dijo él. Yo me ruboricé al instante—. ¿Acaso eso está mal?

Apoyé mi barbilla sobre su pecho.

—Si es así, puedes mirarme todo lo que quieras. —Stiles sonrió. Más allá de su cuerpo, sobre su mesita de noche, vi el reloj y me fijé en la hora que era—. Oh, Dios.

De un golpe, me aparté de él, llevándome conmigo la sábana que antes nos cubría a ambos y ahora solo a mí. Me tapé el pecho al quedarme sentada sobre la cama. Stiles se incorporó enseguida, con expresión preocupada.

—¿Qué pasa, pequeña?

—¿Has visto la hora que es? —exclamé señalando el reloj, que marcaba las siete y cuarto de la mañana—. No sé si lo has olvidado, pero tenemos clase.

—Lyds, empezamos a las ocho y media —me tranquilizó Stiles—. Aún tenemos tiempo.

—Ya, pero yo me tengo que duchar y no tengo ropa limpia y...

Stiles se acercó a mí en la cama y puso ambas manos sobre mis mejillas, haciéndome callar en el acto.

—Te puedes duchar aquí —dijo con una sonrisa que enseguida me causó un cosquilleo en el estómago—. Y luego, antes de ir al instituto, pasamos por tu casa y te cambias de ropa...

Pero yo ya no le estaba escuchando. Era como si, tras su oferta de ducharme en su casa, hubiera sabido exactamente qué hacer a continuación.

—Llamaré a Scarlett —le interrumpí. Stiles me miró extrañado—. Sabe que estoy aquí, fue ella quien me animó a venir ayer por la tarde. Puedo pedirle que me traiga ropa cuando ella vaya de camino al instituto.

—Un momento... ¿De verdad? ¿Hablas de Scarlett, tu, y cito, prima la bruja?

No pude evitar reír. Le di un corto beso en los labios.

—Créeme, no es tan terrorífica como pensaba —confesé—. De hecho, es bastante agradable. —Stiles volvió a fruncir el ceño; claramente eso era lo último que se esperaba oír de mi boca—. Larga historia. Puedo contártela ahora y luego ir con extra de prisa, o puedo contártela más tarde y aprovechar ahora para ducharme. —Hice una pausa—. Contigo, claro.

Tras mis últimas dos palabras, Stiles dejó caer la mandíbula sin ningún reparo y yo eché la cabeza para atrás. Sin dejar de sonreír con suficiencia -todavía no sé de dónde me salió tanta confianza-, me levanté de la cama, esta vez dejando la sábana sobre el colchón y revelándole a Stiles cada rincón de mi cuerpo.

Do we have a deal? || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora