38.

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A la mañana siguiente, seguía sin tener ganas de nada. Me levanté de la cama tras un gran esfuerzo, puesto que lo único que me apetecía era quedarme escondida debajo de las sábanas todo el día, en mi pequeña cueva. La única cosa que parecía buena del día era que era fiesta, y por tanto no había que ir a clase. Mejor, no me creía capaz de soportar ver a Stiles con Erica.

No entendía qué hacía ayer en su casa. Y mucho menos, que Erica se atreviera a reprocharme que yo era la ex de Stiles, cuando ella también lo era. Bueno, quizá las cosas habían cambiado y habían vuelto juntos, gracias a mi increíble capacidad de ser lenta en darme cuenta de mis sentimientos. Nunca se me dio bien controlarlos, no había tenido ninguna experiencia amorosa en mi vida, sin contar la obsesión por Aiden. Todo lo amoroso en mi vida había tenido que ver con Stiles: mi primer beso, mi primer enamoramiento, mi primer corazón roto...

Suspiré antes de dirigirme a preparar el desayuno, aunque no tenía ningunas ganas de ello. Observé que la casa estaba vacía, algo que solía ser bastante corriente estos últimos días. No sabía dónde estaba Scarlett, pero tampoco era nadie para preguntar nada.

Así pues, tras un triste desayuno en silencio, empecé a hacer las tareas de la casa, cualquier cosa que mantuviera a mi mente lejos de Stiles. No funcionó, sin embargo, aunque al menos la casa acabó más limpia.

Un poco antes de la hora de comer, Scarlett apareció por la puerta, aunque en un principio no habría sabido que era ella: traía una inmensa sonrisa plantada en la cara, y su pelo pelirrojo había desaparecido.

—Hola, prima —saludó feliz, sentándose junto a mí en el sofá—. ¿Qué tal todo?

—Bueno, bien. —Primera mentira del día—. ¿Qué ha pasado con tu pelo? —El tono de su pelo volvía a ser rubio, su color natural, mientras que el naranja ya no estaba.

—Quería volver a tener mi pelo normal. En realidad pienso que te queda mucho mejor a ti el pelirrojo, a mí me queda algo artificial. —Me quedé sorprendida ante las palabras de Scarlett; nunca pensé que oiría un cumplido hacia mí salir de su boca.

—Gracias, Scarlett. Sabes, a mí siempre me gustó tu pelo rubio, me dio pena verte sin él —admití—. Me alegro de que esté de vuelta.

—Yo también, la verdad. —Parecía sincera, algo que no estaba muy acostumbrada a ver en ella hasta este año—. Es increíble que me lo tiñera solamente para llevarlo como tú, qué patética fui.

—¿Cómo? —pregunté con sorpresa. Mi prima me miró, antes de asentir con la cabeza.

—Sí, lo hice por eso. Verás, supongo que te has dado cuenta de que a lo largo de nuestra vida te he hecho un poco la vida imposible. —Yo asentí, recordaba perfectamente que era así—. Pues todo lo hice por envidia, Lydia, y me siento verdaderamente estúpida ahora.

—¿Envidia de mí? ¿Por qué?

No podía comprender cómo alguien como Scarlett, que prácticamente era perfecta, podría tener envidia de alguien como yo.

—Porque a pesar de que yo tuviera todo lo que quisiese, siempre tuve envidia de ti. Todos te preferían, prima, y eso me reventaba. —Scarlett tenía la mirada fija en la mesa del salón, como si estuviera recordando todo—. Mi madre siempre me decía que tenía que ser más como tú y yo no podía con ello, es que incluso llegué a odiarte, fíjate. Mi único propósito en la vida era hacerte la tuya más complicada, menudas ideas para una mente de cinco años. —Las dos nos echamos a reír, porque lo que decía era la verdad y ahora sonaba patético—. Ya sabes que yo soy muy competitiva, por eso siempre intentaba ser mejor que tú en todo.

—Aún me acuerdo del moratón que me hiciste cuando me tiraste al suelo jugando a los sacos —dije, enseñando mi marca en el tobillo para toda la vida.

Do we have a deal? || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora