27.

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El día en el instituto no tenía pinta de empezar bien. Tras haber llegado a casa la noche anterior, Stiles apenas se despidió de mí -de ninguna persona, en realidad-, y era algo que me preocupaba, para qué negarlo. Después de haber tenido que oír a Scarlett hablarme de lo perfecto que era Isaac, a pesar de que yo no estaba escuchando, entré en clase.

Me dirigí a mi sitio habitual, donde me senté y esperé pacientemente a que el resto de mis amigos -y el profesor, sobre todo- llegasen.

—Hola, Lydia —oí que se saludaron. Al distinguir de quién era la voz, abrí los ojos como platos, levantando rápidamente la cabeza.

—Aiden —susurré su nombre, claramente nerviosa. Con todo lo sucedido en los últimos días apenas había podido pensar en él, mucho menos hablar con él—. ¿Cómo estás?

—Bien, de hecho. ¿Tú? No hemos hablado estos últimos días.

—¿Deberíamos haberlo hecho? —pregunté, con un notable temblor en mi voz. Tenía que controlarme si no quería que el chico que me gustaba saliese corriendo, asustado.

—Bueno, pensé que podíamos conocernos un poco mejor. Se ve que eres buena chica, nunca viene mal una buena influencia —dijo, mostrándome una amplia sonrisa que congeló mi corazón. Yo sonreí tímidamente—. Quizá podríamos quedar algún día, si te parece bien.

—Por supuesto, cuando quieras.

La entrada del profesor en el aula hizo que Aiden se tuviese que ir a su sitio, aunque a mí me dejó una sonrisa de tonta en la cara. De repente, me di cuenta de verdad de que el profesor ya estaba en clase, por lo que todo aquel alumno que no estuviese no podría entrar. Observé el sitio vacío a mi derecha, lugar habitual ocupado por Stiles. ¿Tampoco había venido a clase? ¿Qué le podía pasar que llevaba mal desde el domingo?

La clase se me pasó más lenta de lo que a mí me habría resultado de normal, y todo era debido a que mis pensamientos estaban puestos en la ausencia de Stiles. Claramente, no estaba enfermo, así que no había faltado por su salud. En la hora del almuerzo también noté su ausencia, al igual que todos, al parecer. Ni siquiera mi prima estaba tan molesta como de normal, apenas hablaba. Me resultó imposible ignorar el hecho de que la persona menos preocupada por Stiles era precisamente su mejor amigo, que se dedicaba a decirnos que simplemente se encontraría mal, nada más. Los demás podían tragarse eso, pero no yo. Por eso mismo, justo nada más terminar nuestra última clase, decidí arrinconar a Scott hasta que me contase lo que realmente pasaba.

—Lydia, de verdad no sé nada.

—Mientes —acusé, frunciendo el ceño—. Sé que sabes algo, además desde ayer.

—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Scott, confuso.

—Tenía alguna duda antes, pero con tu pregunta me has aclarado que de verdad sabes. —Scott maldijo su torpeza, mientras yo esperaba una respuesta que no llegaba—. Además, ayer vi cómo hablabas con Stiles, no hay que ser muy lista para juntar las piezas y resolver el puzle.

—Pero te falta lo principal para acabar el puzle, saber de qué puzle se trata.

—¿Me lo vas a contar?

—No puedo, Lydia. Es algo personal, no soy yo quien debería contártelo.

—Tienes razón. Debo hablar con él. Voy a ir a ver a Stiles —decidí.

—Espera, Lydia. —Scott me cogió de la manga de mi blusa antes de que pudiese irme—. Debes saber que Stiles no tendrá su típico humor hoy, no debes ser muy mala.

—Lo tendré en cuenta. Gracias, Scott.

—Si no se encuentra en casa, ve al cementerio.

Lo miré asustada, aunque asentí igualmente, dirigiéndome a mi coche. Durante todo el camino hacia casa de Stiles, no pude parar de pensar en lo que Scott me acababa de decir, especialmente todo aquello relacionado con el cementerio. No quería sacar conclusiones precipitadas, pero a los cementerios no se va así porque sí, no son lugares agradables.

Do we have a deal? || StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora