XL

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Alena:

El sol brilla, el cielo está despejado y mi jugo de naranja sabe especialmente bien: otro hermoso día de verano en Australia. Todo indica que para el mediodía se podrán freír huevos en la acera. Increíble, ¿no? Aun así, no estoy para nada emocionada.

"Los sentimientos estropean absolutamente todo", pienso mientras mastico una tostada con Vegemite —es asombrosa la manera en la que me he vuelto adicta a esta cosa, aunque no logre entender bien qué es—. Cuando estaba en América, preparando todo para viajar, me imaginaba lo fantástico que sería pasar un verano aquí. Un verano seco, extremadamente caluroso... y en los primeros meses del año. Ahora, sin embargo, hay un montón de factores que me llevaron a matar esa emoción (pista: uno empieza con a y el otro con m).

En la última semana me he convertido en una máquina viviente. Soy una rutina con patas. Eso me ayuda a no tener tiempo para pensar, porque si pienso, si por dos segundos reflexiono sobre toda la mierda que he generado últimamente, sé que me desmoronaría. "Cause somebody stole my car radio, and now I just sit in silence", susurro, y ruego, para mis adentros que, por favor, no me pase lo mismo. Para Tyler Joseph la radio de su auto era el escape perfecto de sus propios pensamientos; para mí lo es mi rutina. Espero que nadie me la robe.

—¿Estás ahí adentro? —Brooklyn me mira fijamente y sacude una mano frente a mi cara.

Sonrío. Su malhumor matutino es evidente en su expresión facial y el contraste de esta con el piyama rosa es sumamente gracioso.

—Sí, lo siento —respondo—. Estaba a unos cuantos metros sobre la atmósfera.

—Pues baja, literalmente, porque el molesto de tu novio te está esperando —contesta, irritada.

—¿Qué? ¿Ya? ¿Cómo sabes? Es demasiado temprano —Tropiezo con las palabras mientras doy los últimos sorbos a mi jugo.

Desde que empecé a trabajar en la biblioteca del instituto, Ashton pasa a recogerme y me deja allí camino de su trabajo. Hoy pasó media hora antes. La rutina está rota apenas empezando el día, genial.

—¿Quizás porque el portero automático ha sonado el tiempo suficiente como para despertarme y al contestar he tenido el agrado de que fuera él? —responde mi amiga y por un momento creo que está realmente molesta.

—¿El portero sonó?

—Alena, tienes que estar bromeando. ¿No lo escuchaste?

—No...

—¿Cómo es posible que... —comienza casi gritando y se detiene de golpe. Su expresión se ablanda y relaja los hombros.— Ally, si necesitas hablar sabes que... —esta vez lo que la interrumpe es mi teléfono.

Llamando: Ashton

—Lo sé, lo sé, Brook, gracias —le digo apresuradamente, tomo mi bolso y le planto un beso en la mejilla—. Te quiero. Saluda a Luke de mi parte.

El solo hecho de verlo recostado en su auto, con una sonrisa enorme y sus pequeños rizos brillando bajo el sol, cambia mi humor. Me olvido de la rutina, de que no terminé de desayunar y que casi tropiezo con otros dos huéspedes en el camino.

—Buen día —saluda, sonriente.

—Buen día —respondo—. ¿Pasó algo? ¿Debo preocuparme?

—No. ¿Por qué?

—Ash, siempre tengo que esperarte yo a ti en la acera y hoy llegaste media hora antes.

—¿Tan mal criterio tienes de mí? ¿No puedo pasar a buscar a mi novia media hora antes? Quizás me cansé de que me regañaras por venir siempre tarde y... —deja de hablar al ver mi expresión: brazos cruzados, ceja derecha levantada; no le creía nada. Suspira.— Está bien, Ally. Vine antes porque necesito hablar contigo, de veras —sentencia en un tono que nunca le había escuchado y acto seguido rodea el auto para ocupar su lugar.

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