IX

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Calum.

Cuando la campana de salida sonó, salí despedido fuera del salón. No aguantaba ni un segundo más allí dentro, cinco minutos más de clase y moriría por exceso de aburrimiento. Odio la escuela, además del hecho de que algunas chicas llevan la pollera del uniforme increíblemente corta, no hay nada positivo en ella.

Para la gente como yo, que estamos destinados a ser sex symbols e íconos del rock, es una grandísima pérdida de tiempo. En las horas que paso aquí encerrado escuchando a adultos que se creen mejores que yo por tener un título ridículo intentar enseñarme a resolver ecuaciones y por qué Characosky fue una eminencia de la música, y usando esta camisa incómoda, podría estar en mi casa, desnudo, jugando FIFA, tocando mi amado bajo, escribiendo alguna que otra canción, escuchando verdaderas obras de arte de verdaderas eminencias musicales como Green Day, Nirvana, FOB, All Time Low…

-Cal ¿quieres venir a casa un rato? De seguro mamá preparó algo rico. -escucho a Luke decir a mi lado.

Lo miro, lleva la mochila colgada en sus dos hombros y se le curva la postura un poco al caminar. Pienso en cuán pesada debe estar y la comparo con la mía que sólo tiene un par de cuadernos incompletos, dos bolígrafos, una bolsa de Jumpys por la mitad y monedas desperdigadas en el fondo. Nunca podré ser como él.   A diferencia de lo que todo el mundo cree, Luke odia la escuela tanto como el resto de los adolescentes, pero en vez dejar que ese odio lo arrastre a la holgazanería, como hacemos la mayoría, utiliza ese mismo odio como motivador para salir de ella cuanto antes, además claro, de que con su cerebro, le bastan tan solo un par de leídas a cada tema, para sacar la nota máxima en cada prueba.

-¡Calum! -me llama la atención golpeándome un poco el brazo.

Me pienso su oferta anterior: tengo ganas de sacarme estos ridículos pantalones y pasarme lo que resta del día en boxers, pero Luke me deber una revancha en el FIFA y la idea de que Liz haya cocinado algo suena tentadora.

-No lo sé -digo sonando pensativo- Debería quedarme a estudiar un poco, no estoy conforme con mi nota apenas aceptable en música.

El rubio levanta un dedo y rueda los ojos, sabe que lo estoy imitando y Mike carcajea a mi izquierda. Ni siquiera lo había notado allí con su único cuaderno hecho añicos bajo el brazo, hay veces en la que es escalofriantemente silencioso.

-¿Qué hay de ti? -le pregunta Luke- ¿Vienes?

-Paso por hoy -responde con la cadencia de siempre.

-Oh, claro -me doy una palmada en la frente, como si acabara de recordar algo- Debes alimentar a tus Pokémon. Pobres, de seguro extrañan a su mamá.

-Púdrete Hood. Y no es mamá… es entrenador, aprende de una vez.

Mi risa retumba en el pasillo.

Fue después del sexto gol que me di cuenta de que la expresión abatida de mi amigo no era por el juego, y a juzgar por las dos montañas de sándwiches que había comido, tampoco podía ser por hambre.

-Hey ¿te pasa algo? -pregunté sin despegar la vista del televisor.

-No. -respondió de igual manera- ¿Por qué?

-Prácticamente me estás dejando ganarte, normalmente eres más competitivo. Esto está poniendo aburrido, hermano.

-Estoy bien. -dijo suspirando.

Okay, Calum, debes insistir. Será incómodo, será asquerosamente incómodo, pero sabes que él está mintiendo y tienes que hablar con él. Eso es lo que los amigos hacen ¿no?

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