VII

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Alena.

Desperté con ganas de seguir durmiendo el día entero. Sentía la cabeza pesada y mis párpados parecían no responder a la orden de abrirse. Todo por haber pasado una pésima noche.

Como muchas personas, al cerrar los ojos antes de dormir, suelo, por unos minutos, repasar mentalmente lo sucedido en el día. Pero anoche, esa etapa previa al sueño se prolongó casi toda la madrugada, y pude conciliar el sueño cuando las estrellas se volvían transparentes.

En las largas horas anteriores a mi gloriosa caída en los brazos de Morfeo, mi mente se vio abrumada por dos cosas… personas, mejor dicho. Por alguna razón, cada vez que pensaba que lograría dormirme, Mike o Ashton venían a mi mente. Comprendí lo de Ashton al instante, mientras en mi mente se recreaba su imagen como en un proyector silencioso… su amplia sonrisa, sus ojos avellana cambiando entre tonos verde y miel de acuerdo a la luz. Aunque no lo quisiera admitir en voz alta, ni siquiera para mí misma, muy dentro de mí sabía que el chico me había deslumbrado, que había despertado algo dentro de mí, pequeño, insignificante, pero peligrosamente esperanzador como un rayo de luz solitario en una habitación oscura.  Pero ¿Michael? ¿De verdad había tenido tanto efecto en mí? No había nada específico en él que había captado mi atención, sino todo él y su apariencia rebelde y despreocupada, la forma segura en la que caminaba y hablaba y las sonrisas que se le escapaban como pequeños desliz en su aparente mal humor. Era un perfecto inadaptado, orgulloso de su condición, sin miras de cambiarla, y eso lo volvía fastidiosamente interesante y atractivo.  No, no podía gustarme Mike también ¿o sí? ¿Es posible que…

-¡Ally! -Brook se lanzó en mi cama como enloquecida.

-¿Ah? -respondí mirándola confusa.

-¿Estás bien? -preguntó luciendo preocupada.

-Sí, ¿por qué no lo estaría?

-¿Bromeas, Alena? Salgon a recorrer y vuelvo aquí porque me extrañó no verte en pie antes que yo y te encuentro sentada en tu cama con la vista perdida ¡Y ni siquiera has apagado el despertador! Este chico sigue cantando y cantando, y cantándole a Miss Jackson -señaló mi celular. Debo admitir que no me había percatado de que seguía sonando.

-Ahora, repito, ¿estás bien?

-Sí, estoy bien, sólo fue una mala noche -dije incorporándome y apagando el despertador.

-¿Segura? -insistió ella.

-Ajam… -empecé a juntar mis cosas para darme una ducha.

-Okay, haré como que te creo -suspiró- En fin, hay algo que debemos discutir.

-¿Finalmente te diste cuenta de que mueres por Hemmings? -pregunté y la miré sonriente.

-¿¡Qué!? ¡Alena, no! ¿De verdad crees que me puede gustar ese cereb..

-Todavía quedan seis meses para que lo admitas- la interrumpí.

Ella me lanzó una mirada de odio y dio un largo suspiro. Para calmarse, asumí.

-La única razón por la que no voy a contraatacar, es que tenemos temas más importantes que atender.

-¿Cómo q…

-Como esto -dijo con una sonrisa victoriosa por haber sido ella quién me interrumpía, a la vez que sacudía frente a mi cara el uniforme que nos habían asignado el día anterior.

-¿Qué hay con el uniforme? -pregunté alzando los hombros.

Los ojos de Brook parecieron salirse de sus órbitas.

-¿Estás ciega? ¿¡Qué hay con él!? ¡Mira el color!

-Es un uniforme, Brooklyn, no tiene por qué ser lindo. Además, me gusta el bordeaux.

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