capítulo 30.

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—Debo darme prisa, o me voy a mojar cuando comience a caer la lluvia —me digo en mi mente mientras empiezo a correr.

El viento sopla fuerte y se escuchan fuertes truenos. la tarde está joven, pero las nubes negras que arropan el cielo hacen que todo este oscuro.

No se porque traigo pantalones cortos y una franela, con este frío debería traer mi abrigo. Corro por la calle y las personas me miran extraño, pero no hago mucho caso, ya estoy cerca de la casa de mi amigo Franklin y puedo escuchar la fuerte lluvia que se avecína.

—¡Franklin! ¡date prisa abre! —grité antes de llegar a la puerta.

Cuando llegué, la puerta estaba abierta, así que entré deprisa para no mojarme pues la fuerte tormenta había empezado.

Un fuerte viento entra por las ventanas, el sonido de la lluvia es espeluznante, y la casa esta media oscura, sólo alumbrada por la poca luz que se cuela de las ventanas. Camino lentamente por la sala y parece ser que no hay nadie en casa; me parece extraño que la casa esté abierta y sola.

—¡¿Franklin?! —grité mientras seguía caminando despacio.

—Creo que el no está —escuché una voz femenina decir.

Giré hacia la izquierda y vi una chica recostada en el mueble; estaba de lado, de espada hacia mí. una chica con un hermoso cuerpo, piel morena, un coqueto trasero, y una pequeña cintura, de esas que dan ganas de apretar. traía sólo un pantalón corto, blanco, a la mitad de sus nalgas, permitiendo ver su panty negro con los bordes blancos, y tenía una pequeña blusa, blanca también. parecía saber quien era yo, pues se quedó tranquila en el mueble sabiendo que yo me acercaba a ella.

—Se que tu hiciste aquella alucinación. ¿Porque lo hiciste? ¿Porque juegas con mi mente? ¿Te divierte? —Preguntó ella cuando ya estaba muy cerca de ella, sin siquiera voltearse.

—Elizabeth... ¿Tu que haces aquí? —pregunté un poco confuso.

—No me puedo ir sin que antes termines eso que empezaste —dijo ella, esta vez mirando hacia mi con un pequeño vaso en la mano y dentro del vaso unos cuantos cubos de hielo.

—¿De que hablas? —pregunté curioso mientras ponía los ojos medio cerrados y giraba un poco la cabeza, haciéndole una mirada un poco perversa.

—Sabes de lo que hablo —me dijo mientras entraba un hielo a su boca.

No se que pasaba pero mi cuerpo parecía reaccionar sólo, era como si yo solo estuviera mirando lo que pasaba conmigo, como si no tuviera el control total de lo que hacía.

Me acerqué hacia ella intentando quitarle un hielo pero no me dejó.

—Son míos tony... te quedarás con las ganas de tenerlos —me dijo con una mirada muy coqueta.

—Eso lo veremos —dije sujetándola por las manos.

Tomé un hielo del vaso, lo puse en mi boca, y comenzé a rozar su cuello con el, ella se quedó tranquila y solo hacia movimientos leve con la cabeza mientras respiraba profundo. Deslicé el hielo hasta uno de sus pezones mientras que con la otra mano le acariciaba el otro pezón y le daba pequeños pellizcos, sus gemidos comenzaron a sentirse, y su cintura comenzaba a buscar mi pelvis para rozar sus nalgas y sentir mi pene que se encontraba erecto.

—¡Uyy! Siento algo ahí detrás —dijo Elizabeth al sentir mi erección.

Ella llevó su mano detrás de ella, alcanzado tocar mi pene por encima del pantalón, y luego me lo sacaba, bajaba un poco mas su panty y dejaba que mi pene se roce entre sus nalgas mientras ella se movía suavemente, y con sus manos en mi cintura me pegaba a ella con fuerza.

Cheater (origen Del Mal) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora