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La noche era fresca y no había ningún ruido afuera. A pesar de la extraña tranquilidad, yo no podía conciliar el sueño.
Me di vueltas en mi cama, tarareé una canción, conté ovejas pero ni aún así podía dormirme. Me senté en la cama, soltando un suspiro frustrado y miré el reloj de mi mesita de noche, eran las dos con treinta de la madrugada.
Decidí que tal vez sería bueno ir a tomar un poco de agua. Bajé sin hacer ruido y me dirigí a la cocina, encendí la luz y me serví un vaso con agua. Tomé un trago, miré hacia la ventana de la cocina, la luna brillaba resplandeciente en el cielo, robándole protagonismo a las estrellas. Dejé el vaso vacío sobre la encimera y salí al jardín, quizá caminar y admirar el paisaje me relajaría.
El aire frío me azotó de repente, ocasionando que mi piel se erizara y un escalofrío recorriera mi espalda. Me senté en el césped y contemplé el cielo, ahora que estaba fuera podía escuchar a los grillos.
Sonreí levemente y mi mano tocó la hierba húmeda, haciendo que esta crezca unos centímetros. Pasos se escucharon detrás de mi, me di vuelta encontrándome con Sean, el hermoso pelirrojo que hacia que mi corazón se acelerase.
- Disculpa si te he despertado, de verdad no era mi intención- murmuré y él negó con la cabeza suavemente.
- Ya estaba despierto, te vi salir y bueno... quería saber si estabas bien- respondió con sus manos tocando sus rizos, aún en la oscuridad de la noche pude ver como un leve sonrojo adornaba sus mejillas.
- Lo estoy, gracias, solo no puedo dormir- respondí con una media sonrisa.
- Bueno, en ese caso... ¿Por qué no puedes dormir? ¿hay algo que te preocupa o inquieta?- preguntó sentándose a mi lado.
- No, realmente no lo sé, sólo no puedo conciliar el sueño- contesté frunciendo el ceño levemente. Él asintió y soltó un pequeño suspiro-¿Sean?
- Dime.
- Cuéntame algo bueno- pedí mirando su perfil, él se giró para mirarme directamente a los ojos.
- Bueno- se aclaró la garganta y continuó-había una chica de hermosa sonrisa que le encantaba leer y escuchar música, todas las tardes salía a pasear con un libro. Había también un joven, no muy guapo a sus propios ojos, él la veía pasear todas las tardes, él pensaba que era hermosa y poco a poco fue enamorándose de ella, amaba verla sonreír cuando leía algo que le gustaba. Un día, él tuvo el valor de hablarle, se acercó a ella con una tímida sonrisa y le preguntó como se encontraba. Ella le respondió con una sonrisa amable. Luego él se puso realmente nervioso, así que le preguntó lo primero que se le vino a la mente: El clima. Reparó después en que no era un buen tema de conversación y se sonrojó mientras pensaba que podía preguntarle. Ella notó su nerviosismo y buscó conversación. La conversación fue fluyendo por si sola, no hubo silencios incómodos, ni temas malos. A medida que avanzaba la charla, él se dio cuenta que ella era más maravillosa de lo que pensaba pero ella no sabía cuán hermosa era. Desde aquel día él se propuso algo, le haría saber y le demostraría cuán hermosa era ella para él.
En toda la historia mis ojos estuvieron conectados con los de Sean, él sonrió al terminar la historia. Y sentí algo en mi pecho, una punzada aguda de algo que no pude reconocer.
-¿La chica de la historia-comencé y él me miró expectante-es alguien en especial?
-¿No lo recuerdas?-preguntó en voz baja y negué apenada-eres tú, Becca.
Mi corazón comenzó a palpitar fuertemente y sentí mis mejillas arder, sabía que Sean esperaba una respuesta de mi parte, pero mi garganta estaba cerrada.
-Yo... lo lamento, no debí habértelo dicho-farfulló levantándose.
> -Di algo, estúpida, él se va a ir- chilló mi subconsciente.
-Sean- lo llamé y él se detuvo- dios, yo...
-Ya lo sé, no tienes que decirlo- murmuró cabizbajo.
-¿Puedes escucharme?-repliqué- yo pensé que nunca te fijarías en alguien como yo, quiero decir, yo soy tan aburrida y....
No pude continuar, de un momento a otro él estaba frente a mí, sosteniéndome entre sus brazos, mis brazos se enroscaron alrededor de su cintura y aspire su aroma. Su esencia inundó mis fosas nasales y solté un suspiro, él me aprisionó más contra su pecho y besó mi coronilla.
-Te quiero-murmuré y él presionó sus labios en mi sien-Dios, te quiero demasiado.
-Yo te amo- musitó y mi corazón dio un vuelco-yo te amaba antes de que tú lo hicieras.
Sin esperar que él volviera a hablar, me pusé de puntillas, lo tomé del cuello y lo besé. Lo besé tanto como mis pulmones lo permitieron.
