Sueños feos, la festajada y nuevos dramas

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Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a J.K. Rowling, Warner Bross & Salamandra. Yo únicamente juego con los personajes que Jo nos regaló. La historia es de mi muy triste y retorcida imaginación.

Disfruten de la lectura como lo he hecho yo escribiendo...

Sonrisa tuya, suspiro mío

Capítulo : Sueños espantosos, la festejada y los dramas juveniles

Caminabas por los oscuros pasillos de Hogwarts, con los libros apretados a tu pecho y tus piernas apresuradas para llegar a tu habitación, morías por estar en tu habitación; tomar una ducha caliente y dormirte, pero no contabas con la visita que tenías.
—¿Qué haces aquí?—le preguntaste algo temerosa, dejando los libros sobre tu mesita de noche y acercándote a él—Alguien pudo haberte visto entrar.
Él te sonríe de lado. Tú amas esa sonrisa. Sabes que siempre accederás ante esa boca, esos ojos, esas manos. Y como si él lo supiera te tiende una mano, la cual tomas sin dudarlo siquiera un segundo.
Te acerca a él y te va tomando de la cintura, pegándote a él como si fueran amalgamas, un mismo ser. Y te encanta, te encanta totalmente, te fascina sentirte amada por él. Sabes que todo lo que has sufrido y pasado por él vale la pena siempre y cuando él te diga que te ama verdaderamente. Porque tú lo amas, y por más que te lo niegues, lo quieras evitar o castigar; lo haces. Y él lo sabe.
—Nadie me vio—te dice con esos labios que tanto amas. —No nos meteremos en problemas.
Y tú le crees o al menos eso quieres creer al principio, pero sabes que su boca dice más mentiras que otra cosa, aunque con el paso del tiempo te haya demostrado que puede ser sincero. Pareciera que está en su naturaleza mentirte.
Te alejas. Le das la espalda. Te abrazas a ti misma y te preguntas internamente lo que deberías hacer. Te da coraje y mucha tristeza que a pesar de todo y del tiempo, lo sigas queriendo tanto y que siga siendo él la única persona que quieres a tu lado.
Lo escuchas acercarse a ti, te abraza por la espalda. Lo sientes diferente, ves como sus firmes manos se posan en tu vientre y te acorralan contra él.
—Granger, creí que habíamos acordado en que ya no llorarías por ninguna estupidez.
Te paralizas un segundo y luego, como por arte de magia cierras los ojos con una calma abrumadora cayendo por todo tu cuerpo. Volteas la cabeza para verlo.
Y esos ojos grises te aseguran que estarás bien, que tomarás la decisión correcta a su debido tiempo.
Ojos grises.
Grises.

Hermione se sentó sobresaltada de la cama con un sudor perlado en su frente, sentía la boca pastosa y una sensación extraña en su estómago. ¿Se estaría enfermando? ¿Había comido algo en mal estado antes? No, sabía que no era eso.
Esos espantosos sueños donde primero veía a Fred con esa sonrisa arrebatadora y mirada seductora, le daba la espalda y luego otra persona la tomaba en brazos. No lo hubiera encontrado tan extraño si esa persona fuera Sebastian, ¡incluso Harry! Pero, ¿Malfoy? ¿Draco Malfoy? Seguramente tenía que ver todas esas demostraciones afectuosas que le veía con Astoria en la Sala Común, parecían esos noviecitos que les gustaba mostrar su cariño en público. Había pasado ya una semana desde el inicio de clases, y Draco luego del primer día de clases se había alejado de ella notoriamente. No la insultaba, ni la menospreciaba ni nada, simplemente se detenía a ser cortés con ella y Harry, luego toda su atención se basaba en Astoria.
¿Se había enamorado de ella?
¿Y eso a mí por qué me importaría? se regañaba Hermione mientras se ponía sus pantuflas y sin su bata se dirigía hacia la sala común. Bajaba con las cejas fruncidas, y  haciendo más sonido con los pies de lo que normalmente haría. Estaba algo enojada respecto a esos sueños. Todo había comenzado desde que le dijo a Fred que le creía y que quería ser su amiga nuevamente, la había abrazado sin dejarla terminar y sin poder evitarlo ella le devolvió el abrazo. Lo extrañaba. No estaba mal abrazarlo, ¿cierto? Y bueno, luego le aclaró que ya no iba a ser como antes, que no quería que se acercara tanto a ella, quería que le diera su espacio con Harry y Ron, pero que si la veía sola podía acercarse sin ningún problema, que ya no la evitara. Y Fred asintió con la cabeza feliz, no queriéndola soltar todavía y porque no quería que ella viera la lágrima que se le había escapado. Haría lo que ella quisiera, como lo quisiera y cuando lo quisiera. Estaba decidido a recuperarla.
Desde esa vez había comenzado a soñar con Fred. Otra vez. Soñaba con los viejos tiempos, con sus besos, chistes y todo lo que vivieron. Los sueños eran una extraña mezcla de todo lo que fue su relación. Pero hasta hace dos días el sueño era siempre el mismo.
Fred al principio.
Y luego, Draco diciéndole que tomara la decisión correcta.
La chica suspiró, deseando que el Draco de la realidad le hablara como el de sus sueños... ¡¿Qué había dicho...?! Molesta e incrédula se dirigió a la chimenea en busca de calor y dio un grito cuando Draco se paró de golpe del sillón.
—Por Merlín, Granger, ¿por qué gritas?
¿Por qué..? ¡Se había metido en sus sueños! ¡Le hablaba amablemente un día y al otro la trataba como si fuera un retrato más al cual saludar! ¡Le estaba haciendo desear que ella fuera más interesante en su vida! Ah, y aparte le había dado un susto de muerte. ¿Quién, por todos los dioses, estaba en mitad de la madrugada en un sillón incómodo?
—¿Qué haces aquí?—lo regañó, cruzándose de brazos y frunciendo las cejas.
Draco sonrió de lado, fijándose muy bien de su atuendo. Sin pena alguna la recorrió con la mirada.
—Bonita bata, Granger. ¿Se siente igual de cómoda de cómo se ve?—le preguntó como si nada. Su sonrisa se ensanchó cuando la vio sonrojarse.
—Es más cómoda que el uniforme de la escuela—respondió secamente, pasando junto a él, disparándole su esencia a vainilla e ignorando como el rubio cerró los ojos unos segundos para apreciar esa esencia que lo volvía loco y que extrañaba tanto.
—Me quedé dormido—dijo encogiéndose de hombros y observando cómo se dirigía hacia el estante de libros. —¿Y tú? No me digas que vienes a estas horas a adelantar tarea.
Lo fulminó con la mirada.
—No. —volvió a contestar a secas. Él había adoptado esa actitud con ella, así que ella también podía usar esa carta.
Draco tenía una batalla contra sí mismo. ¡Vete! ¡Déjala sola! ¡No te acerques! ¡No la mires! ¡Deja de mirarla como un maldito estúpido! Y la otra parte: acércate, sólo un poco y quizá sientas nuevamente esa esencia a vainilla. No tiene nada de malo que platiques un rato con ella, no quieres que sospeche, ¿eh? Aunque pensándolo bien ahora, ¡estás enojado con ella!
—Las malas lenguas dicen que te vieron salir de un salón vacío con uno de los repetidos Weasley—le dijo fingiendo muy bien indiferencia. Necesitaba saber si era real lo que le había dicho Tori o si sólo lo engañaba para ayudarlo a superarla.
Hermione frunció un poco las cejas, con un nuevo libro entre las manos.
—¿Las malas lenguas se reducen a algún chismoso de Slytherin?
El rubio le sonrió con altanería, con las manos en sus bolsillos.
—Uy, Granger, para ser la más interesada en la inclusión de las casas no suenas muy bien diciendo eso.
Ella bufó, más enojada porque tenía razón.
—No es como parece. Aunque no debería darte una explicación.
—No me la des. Solamente te pregunté si era cierto, lo cual es.—se encogió de hombros, comenzando a retroceder a su oscura habitación. Listo para llorar en silencio, se rió de sí mismo. Ya ni siquiera tenía lágrimas para nada en especial.
Hermione lo vio irse y sin llegar a pensar las consecuencias corrió a él para tomarlo del antebrazo.
—Necesito tu ayuda.
Draco se paralizó. Su tacto le quemaba. ¿Ayuda? ¿Cómo podía ayudar a la bruja más brillante de Hogwarts? ¿Quería que la besara para hacerla olvidar a ese mequetrefe? Claro, con gusto, podía hacer mucho más que besarla, incluso podía hacer que se olvidara hasta de su propio nombre si tan sólo ella se dejaba llevar y...
—¿Malfoy?
Draco salió de su fantasía para enfocar sus ojos grises en ella, una mirada muy similar a la del Draco de sus sueños. Esa mirada que le indicaba que le ayudaría en lo que ella quisiera y que al final estaría ahí cualquiera fueran las consecuencias.
¡Absurdo! se dijo Hermione, ¡Él apenas me soporta!
—¿Una Gryffindor pidiéndome ayuda? Bueno, no me sorprende. Soy jodidamente genial.
—Honestamente...
Draco evitó reírse de su famosa palabra.
—Se trata de Sebastian. —dijo sin soltarlo todavía, sin notar que estaban muy cerca del otro. Tanto que podía respirar la colonia que aún quedaba en el uniforme del chico. —Se irá de Hogwarts.
Draco frunció las cejas.
—¿Qué?
La vio asentir con la cabeza y le contó todo lo que sabía. Odiándose por traicionar la confianza de su amigo.
—¿Y yo qué gano si te ayudo?—preguntó después de un rato. La vio abrir la boca, indignada y hacer indicio de alejarse de él. Llevándose por sus instintos, la tomó de la cintura y le imposibilitó alejarse. —¿Qué gano a cambio, Granger?
Ella lo miraba desafiante, fiera y algo enojada. No por la respuesta, más bien por la respuesta que su cuerpo le daba a los toques de él. ¿Y por qué maldita sea no hacía nada para soltarse de su agarre?
—Mi respeto.
Draco abrió ligeramente la boca, pensando en cuál debería ser su reacción... si reírse a carcajadas de ella y dejarla ahí o seguir observándola. Se encontraba demasiado sorprendido porque ella no hubiera saltado como un gato en cuanto la tomó de su cintura.
—No quiero que me des algo que ya tengo.—le guiñó el ojo—Mejor dame otra cosa. —usó un tono seductor. Sabía que estaba jugando con fuego.
Hermione parpadeó, aturdida por ese tono que usaba con ella.
—No digas estupideces, Malfoy—titubeó, removiéndose un poco. —Es tu amigo.
Asintió con la cabeza, aceptándole lo último.
—Pero tengo más amigos.
—No seas condescendiente. No te queda.
Draco soltó una carcajada.
—Y sabes que lo extrañarías. Es el único que te trata bien.
—Eso no es verdad. Todos en Slytherin me tratan como lo que soy, su rey.
—¡Honestamente! ¡Te tienen miedo! Eso no es lo mismo—dijo mientras se alejaba de él de repente, como si ya se hubiera dado cuenta de lo cerca que estaban y la poca ropa que ella llevaba. —Sebastian ha sido el único que ha hablado bien de ti sin que tú se lo pidas, aún cuando lo trataste mal al principio e hiciste que todo el equipo de Quidditch se burlara de él.
Se encogió ante el recuerdo. Era una de las cosas de las que se arrepentía de verdad.
—Bien, Granger. Aunque no lo creas, de esa sí me siento un poquito mal.
Rodó los ojos.
—Me iré a dormir un rato.
—Recuerda que tenemos asesorías con los de segundo grado a las ocho.
—Sí, mamá.
Hermione le sonrió sin que él se diera cuenta.
Y bien, pensaba Draco mientras se quitaba la camisa, ¿cómo iba ayudar al flacucho de Sebastian?

Sonrisa tuya, suspiro míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora