Reencuentros

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Reencuentros

Una llamarada de coraje abrasaba su corazón. Quizá era el alcohol. No estaba acostumbrada a beber, y a la segunda copa de whisky de fuego sentía un leve mareo. No fue muy consciente de sus actos cuando pronunció aquellas tres palabras, pero una imperiosa necesidad de hacerlo había sido más fuerte que su razonamiento:

-Por Severus Snape- El rostro desencajado del hombre le pareció muy divertido. Olvidó la penosa escena vivida momentos antes y fue en ese mismo instante que se dio cuenta el cariño que le producía el profesor.

Intentaba mostrar un semblante impasible, impenetrable, pero ella sabía que en lo más profundo de su desconocido ser, él también sentía lo mismo por ellos. Aquel descubrimiento aplacó el dolor por la disolución de La Orden, no era capaz de sentir más que un afecto entrañable por él. Lo encontraba, dentro de todo, un poco tierno. Nunca imaginó que se pudiera llegar a amar a alguien como él lo había hecho. Después de todo, Dumbledore había tenido la razón (como siempre): "El amor es más fuerte". Se conmovió hasta las lágrimas.

Cuando todos se hubieron retirado, Harry, Ron y Hermione paseaban tranquilamente por los terrenos de La Madriguera disfrutando de la quietud del anochecer. Ella se sentía infinitamente agradecida de la vida por darle aquellos maravillosos amigos (y novio). Ron la tomó de la mano.

-¿De dónde sacaste eso?- le preguntó mientras caminaban entre el descuidado césped.

-¿Qué cosa?- Sólo recibió la elocuente mirada del chico, e inmediatamente supo a qué se refería-. ¡Ah! Eso... sólo me nació. De alguna forma hay que agradecerle, ¿no? - Ron soltó una fuerte risotada.

-Por supuesto que sí. Es sólo que estoy seguro que nadie más se hubiese atrevido. Ya sabes... con lo difícil que es tratar con Snape- Hermione sonrió ante la evidente verdad.

-Atribúyelo al alcohol, ¿sí?- Se miraron intensamente. Hermione pensaba que el muchacho que tenía enfrente era tan distinto al distraído e inseguro niño que conoció unos años atrás. Ahora era un hombre, y la quería con tal honestidad que le era complicado de describir. Y ella lo quería.

Harry carraspeó para dar a entender que se encontraba presente, sacando a la pareja de su envolvente ensoñación. Se sonrojaron, pero él los observaba con ternura. Al fin estaban juntos, después de tantos embrollos y peleas, sus amigos decidieron dejar de lado las diferencias y el orgullo para ser felices... y él había hecho lo propio con Ginny.

-Descuiden, de todas formas yo ya iba a entrar. Se está muy frío aquí- Le lanzó una mirada cómplice a su amigo y entró a la casa.

Hermione y Ron volvieron a mirarse, ahora tomados de las manos. Ella, en un arrebato de cariño, lo abrazó dulcemente y él depositó un suave beso en su frente. No cabían en sí mismos de felicidad, conscientes de que ahora les quedaba toda una vida por delante. Una vida en paz.

*****

Nunca su casa le había parecido tan acogedora y confortable. No quería ni pensar en lo que había sucedido. Aunque no se arrepintió del todo de haber asistido, pues poner fin a una etapa de su vida le ayudaría a comenzar a dar inicio a otras, no sabía cuáles, pero esa era la sensación que le había dado.

Subió con desgano los escalones que daban a su habitación y se sentó en el borde de la cama. Sentía los ojos pesados a causa del alcohol, y se rió de sí mismo. ¿Cómo aquella pequeña ingesta podía hacerlo sentir así? Se pasó una mano por la cara, intentando despejar la mente. Muy dentro de él era plenamente consciente de que ya todos estaban al tanto de las verdaderas razones que lo motivaron a proteger a Potter, de que en algún momento de su vida amó a una mujer, y eso mismo lo destrozó. Pero le daba igual lo que todos pudieran pensar de él, tenía cosas mucho más importantes que atender. Como, por ejemplo, qué haría con su tiempo libre antes de que empezaran las clases. "Leer, investigar, experimentar nuevas pociones... leer". Sus panoramas se auguraban tan aburridos que ni siquiera soportaba pensar en ello. No tenía amigos con quien poder charlar, familia a quien acudir... no tenía nada. Ansió con desesperación que llegara septiembre para comenzar a darle clases a los incompetentes alumnos que lo estarían esperando.

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