Si lo prometes

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-La Poción Reabastecedora de Sangre, como dice el nombre, repone la sangre perdida. Página 238. Procuren no dejar un desastre en mi despacho- Snape hablaba enfrente de la clase de séptimo ante el expectante silencio de sus alumnos-. ¿Esperan una invitación? ¡Pónganse a trabajar!

Si creían que su "noble" actuación durante la guerra produciría cambios en su manera de enseñar, se equivocaban. Los chicos se pusieron en marcha de inmediato y con suma rapidez para no disgustar más a su profesor.

Por suerte para Hermione, Luna, Ginny y Neville (además de Harry y Ron) estaban en el mismo curso, así al menos sería más ameno y podría distraerse de la turbación que le producía Snape al pasearse entre los calderos con cara de asco y reproche.

"No sé para qué lo hace si no nos dice qué es lo que está mal". Su fastidio fue más que evidente para él cuando la vio cortar bruscamente unas extrañas plantas de aspecto vomitivo. Hermione quería que terminara la clase lo más pronto posible. Nunca fue muy buena preparando pociones, no sabía por qué, pero no lograba dar con los resultados esperados a pesar de seguir al pie de la letra las instrucciones del libro.

"Si es tan príncipe como se hacía llamar, podría ayudarnos más". Su frustración iba en aumento a medida que notaba que su pócima era todo lo contrario a lo que indicaban las instrucciones. Se suponía que debía adoptar un color rojo sangre, pero la suya tenía un aspecto marrón espeso horroroso. "¿Qué rayos hice mal?". Releyó una y otra vez los pasos indicados y no lograba percatarse del error que había cometido. "¡Maldición! Odio esta clase del demonio". Estaba obligada a aprenderse cada una de las malditas. El señor Weasley le comentó durante las vacaciones que uno de los tantos requisitos exigidos para trabajar en el Ministerio era saber preparar por lo menos las pociones básicas de memoria. Y ella no podía.

Súbitamente, la invadió un calor extraño para encontrarse en las siempre frías mazmorras. Se sacó la túnica, y aunque llevaba falda, seguía sin poder refrescarse. Debía ser la rabia.

De pronto sintió la respiración de Snape sobre su nuca. La ansiedad que le produjo tenerlo tan cerca la inmovilizó. Sabía que él estaba escrutando su tan asqueroso mejunje, y se avergonzó.

-¿Qué hizo, señorita Granger?- Parecía que el profesor se esmeraba en que todo el salón pudiera oírlo a la perfección-. Nadie en su sano juicio podría beber algo así- Hermione lo miró por encima del hombro, y él le devolvió una mirada fría y altanera-. Arréglelo si puede- Y se alejó. A ella le enfureció tanto que le hablara así que no pudo contenerse.

-Podría actuar como un profesor alguna vez y ayudarme a arreglarlo o por lo menos decirme qué es lo que hice mal.

Snape se giró sobre sus talones muy lentamente. La muchacha no lo miraba, pero él podía apreciar el disgusto en su rostro. Toda la clase los miraba alternadamente, y dio la impresión de que el tiempo se había detenido. Nadie se atrevía ni siquiera a respirar. Aquello era inédito.

-¿Cómo ha dicho?

-Dije... que en vez de sólo criticar, podría ser de ayuda que nos indicara nuestros errores- La voz le tembló aunque había intentado con todas sus fuerzas que sonara firme. Él se le acercó poco a poco sin despegar sus ojos de ella, que continuaba sin mirarlo.

-¿Y qué pretende que haga? ¿Que le enseñe a leer?- Hermione suspiró tan fuerte que sólo logró calentar más los ánimos-. Si no es capaz de seguir las instrucciones del libro que veo que tiene frente a sus narices, puede retirarse... la puerta es bastante amplia- dijo, apuntando con el brazo extendido hacia la salida. Era un reto. Snape estaba jugando con su paciencia, pero ella no caería. Se limitó a mantenerse en silencio y quedarse observando su fracaso de poción-. Si quiere hacerse la rebelde, le sugiero que se vaya. No toleraré sus faltas de respeto.

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