Desahucio en el cielo

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La tensión en el cuarto podía casi sacarse a pedazos, cortarse con un cuchillo.

Hermione fue la primera en reaccionar, levantándose de un salto de las piernas de Severus. Él apretaba los dientes con fuerza, mientras se giraba de vuelta a la mesa para no tener que ver por más tiempo la cara de retrasado que tenía Weasley. Ron, aterrorizado y desconcertado por partes iguales, mantenía los ojos y la boca muy abiertos, y miraba a Hermione y a Snape alternadamente. Harry, en apariencia, estaba un poco menos sorprendido que el pelirrojo, sin embargo, el temor también era palpable en él. Temor de lo que pudiera hacer Snape ante semejante irrupción.

—¿Qué demonios crees que haces, Ronald? Si es que me permites preguntar, claro, ya que parece no tengo ni siquiera el derecho de la privacidad en mi propia casa— dijo sardónicamente Hermione.

El chico balbuceó palabras sin sentido, abriendo y cerrando la boca varias veces, pero sin lograr formar una sola oración coherente.

Severus no pudo más con aquello, así que, todavía sentado y dándoles la espalda, habló fuerte y claro.

—Weasley. — Ron apretó los labios y se puso pálido—. ¿Qué cosa en el mundo te hizo pensar, si es que alguna vez lo has hecho, que podías entrar a tus anchas en una casa ajena?— La pregunta fue hecha en el tono de voz más incisivo e intimidante que los tres jóvenes hubieran escuchado jamás—. ¿O es que te falla el cerebro? Porque si es así, no me sorprendería... de hecho, explicaría muchas cosas— terminó el hombre, poniéndose de pie lentamente y volteándose para encarar a su víctima.

Snape y Ron se miraban fijamente. El joven Weasley tenía las orejas rojas de rabia y vergüenza. Harry y Hermione cruzaron una fugaz mirada. La chica estaba completamente segura de que aquello no tenía forma alguna de terminar bien, por lo que dio un paso adelante y quedó parada entre los dos magos. En ese momento, Ron retiró los ojos de los de Severus.

—Ya basta— ordenó Hermione, al tiempo que le ponía una mano sobre el hombro al pelirrojo—. Cualquier cosa que quieras decirme o preguntarme, puede esperar.

—Entonces... es verdad— afirmó el muchacho. Detrás de él, Harry se rascaba la cabeza sin saber muy bien qué hacer—. ¿No te hechizó?— Ella cerró los ojos y movió la cabeza hacia los lados—. ¿No tomaste ninguna poción... nada?— Ron, armándose de valor, buscó otra vez la mirada del profesor. Éste se la devolvió con mucha más intensidad que antes, frunció el ceño y se irguió lo que más pudo, sacando ventaja de su altura, la cual era mayor que la de todos los allí presentes.

—No, Ron, nada de eso— masculló la chica, intentando controlar su voz para no gritarle en pleno rostro. De pronto, la mano de Severus se posó con rígida suavidad sobre su brazo derecho, apartándola hacia un lado.

—¿Qué clase de hombre crees que soy, Weasley?— cuestionó Snape, y dio un paso al frente. La expresión de Ron se endureció en un segundo—. ¿Para hacer una pregunta tan ridículamente estúpida?

La muchacha miró a Harry en busca de ayuda, pero el chico se veía igual o más confuso que ella.

—No sé qué clase de hombre es usted, no lo conozco, por eso quiero asegurarme que no le haya hecho nada raro a Hermione— soltó Ron, apenas moviendo los labios.

Todos sabían que a pesar de que el joven Weasley le tenía respeto y un poco de miedo al profesor, también era lo suficientemente valiente, y quizá tonto, como para enfrentarlo.

Snape sonrió de lado y resopló. Avanzó un paso más, quedando a escasa distancia del muchacho y mirándolo desde arriba de manera desafiante.

En un inútil esfuerzo por alejar a Severus de Ron, Hermione tironeó disimuladamente de la capa del hombre, pero éste no se movió ni un centímetro.

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