Un agudo dolor de cabeza despertó a Hermione. Abrió los ojos con gran esfuerzo, ya que los párpados le pesaban una enormidad.
Los recuerdos todavía no llegaban a ella cuando vio un techo blanco. El silencio que la rodeaba sólo contribuía a aumentar su desorientación. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado ahí. Sólo sabía que, además de la cabeza, le dolía cada parte de su cuerpo. Debido a eso no intentó incorporarse, simplemente se giró un poco para ver a su alrededor.
Se encontraba acostada en una cama de suaves sábanas blancas. A la derecha, sobre una mesita de madera pulida, vio varios frascos que contenían líquidos de distintos colores. Supuso que eran pociones, y aquello la llevó a la conclusión de que se encontraba en un hospital. San Mungo, si era más precisa. Era imposible que se tratara de un hospital muggle.
Justo antes de que alcanzara a preguntarse qué hacía ahí, lo recordó. El ataque de los Mortífagos, Severus siendo torturado y la aparición repentina de Harry. Lo demás era oscuridad.
Entonces, la preocupación dejó en segundo plano al dolor. Su corazón comenzó a latir con violencia dentro de su pecho. Sabía que no estaba en condiciones de levantarse y salir a buscar respuestas, pero los minutos pasaban y nadie llegaba para dárselas.
¿Severus estaría en otra habitación? ¿Estaría bien? ¿Dónde estaba Harry?
Todo comenzó a darle vueltas en cuanto se sentó y apoyó la espalda en la almohada. Se tocó la cabeza para palpar el origen del dolor. Sorprendida, se encontró con una venda, y recordó que una pared estuvo a punto de caérsele encima. Pensó que la herida debió haber sido bastante grave, dado que no pudieron curarla por completo mediante magia.
"Severus me salvó", se dijo al rememorar al Mortífago lanzándole un Avada Kedavra. Pero hasta ahí llegaba su conocimiento.
Las dudas la carcomían por dentro. Ya empezaba a desesperarse cuando vio que una puerta ubicada al frente de ella se abría y entraba una enfermera, seguida de un chico de cabello negro y alborotado.
—Harry— articuló Hermione con un hilo de voz. El muchacho le sonrió con cierta dificultad y se acercó a la cama.
—Por fin despertaste— dijo Harry, al tiempo que le tomaba la mano izquierda cariñosamente. En tanto, la enfermera le tomaba el pulso y la temperatura posando la varita a escasos centímetros de su pecho—. ¿Cómo te sientes?
—Adolorida... pero bien— respondió la joven—. ¿Y Severus? ¿Dónde está? ¿Está bien? ¿Qué pasó?— soltó de golpe, volviendo inútiles sus esfuerzos de no soltar la retahíla de preguntas que se agolpaban en su garganta. Con inquietud, vio que Harry desviaba la mirada por un segundo y tragaba saliva, como si le costara trabajo contestar—. Harry— lo apuró con urgencia. Él soltó un suspiro de cansancio y la miró a los ojos.
—No sé dónde está— resolvió decir finalmente. Hermione captó algo de culpa en las palabras de su amigo—. Le dije que tenía que venir aquí, pero... se desapareció, y no hemos sabido nada de él desde entonces.
La muchacha sintió que su estómago se convertía en un témpano de hielo. Dejó de respirar mientras intentaba darle un sentido a todo.
—¿Cómo "desde entonces"?— inquirió confundida—. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Dos días— dijo Harry en un susurro. La mandíbula de Hermione se desencajó—. Tuvieron que usar pociones calmantes para tus heridas— explicó rápidamente, como excusándose.
—Pero... ¿no ha venido? ¿Estás seguro?— Ante la negación de cabeza de él, Hermione buscó una respuesta en la enfermera, que en ese momento escribía distraídamente en una libreta. La mujer la miró y se encogió de hombros, para luego abandonar la habitación sin decir una sola palabra.
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Sentir
FanfictionLa guerra ha terminado. Pero vivir no es lo mismo que sentirse vivo y Severus Snape lo sabe a la perfección. Mientras Harry, Ron y Hermione deciden terminar sus estudios, el reencuentro pareciera ser la única forma de salvarlo. El mundo de Harry P...