Una última oportunidad

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Estaba exhausto y adolorido, tanto física como psicológicamente, pero por fin podría descansar... o eso creyó.

Había vuelto a Hogwarts luego de una de las peores semanas de su vida, y ahora se encontraba tendido en la cama de su habitación en el colegio mágico. Durante la mañana, recibió los cuidados de la señora Pomfrey para recomponer sus costillas rotas y curar la herida en el hombro causada por el Sectumsempra, la cual amenazaba con sangrar en cualquier momento si no era tratada adecuadamente, pero era lo de menos. Pudo haberlo hecho él mismo, sin embargo, no se sentía en las condiciones para hacerlo. Sólo debía descansar un poco, se decía a sí mismo.

Después de dejar a Hermione en manos del chico Potter, fue en busca de los Mortífagos restantes. Él sabía cuáles eran los lugares en los que solían reunirse mientras Voldemort vivía. No obstante, no pudo hallar a ninguno, por más que buscó.

Tenía sed de venganza. Quería acabar con cada uno de ellos con sus propias manos... y no pudo.

Además de otros intentos igual de desafortunados en las oficinas de prensa de la revista Corazón de Bruja, ya no le quedaba nada más que hacer.

Estaba atado de manos en todo ese asunto. Por una vez en su vida le haría caso a Potter, y "no se metería en más problemas".

En resumidas cuentas, fue una semana atroz.

No volvió a su casa, y se juró que sólo lo haría para sacar sus pertenencias más preciadas y nunca más regresar. Todavía no sabía cuándo... pero algún día no muy lejano.

"Es sólo una casa", pensaba, mientras trataba, infructuosamente, de quedarse dormido a pesar de ser consciente de que no podría.

La casa era lo de menos, dado que allí sólo quedaban recuerdos indeseables... sin contar en los que ella estaba presente.

Nada dolería más que haber escrito esa carta. Estuvo a punto de no enviarla, de retractarse a último momento.

Sabía que ella estaba bien, lo sabía por los reportes en El Profeta. Lo sucedido ya era de conocimiento público... había sido, por decir lo menos, todo un escándalo. Pero se sentía un poco mejor al estar enterado de que estaba bien.

Era lo único que necesitaba.

Ahora Hermione estaba segura, porque con él siempre correría peligro. Ahora su futuro volvía a ser prometedor, él no la estancaría; podría enamorarse de un hombre joven y sano sin un pasado que llevar a rastras; podría formar una familia... podría vivir la vida que se merecía y que él no le podía dar.

Que la quería, claro que la quería, más de lo que nunca imaginó querer a alguien. Por lo mismo, hacía lo que hacía.

Sí sabía que ella se molestaría, que incluso se enfurecería con él, que aunque se lo pidió, lo buscaría para pedir explicaciones... y se las daría. Aun si fuera por el simple hecho de verla una vez más.

Naturalmente, no recibió respuesta de Hermione. Las únicas personas que lo contactaron fueron la profesora McGonagall, en una visita corta y tensa, y unos agentes de seguridad del Ministerio, quienes -contrario a lo que Severus esperaba- sólo le hicieron algunas preguntas de rigor y le pidieron su declaración de los hechos para luego marcharse dándole las gracias y diciéndole que no se preocupara, que todos los Mortífagos que todavía estaban prófugos habían sido enjuiciados y encarcelados.

Snape no terminaba de confiar en la palabra del Ministerio. Que los Mortífagos ya no anduvieran sueltos no le aseguraba que otros seguidores de Voldemort quisieran hacer de las suyas... no podía bajar la guardia, al menos no en esos momentos.

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