"(...) así te amo porque no sé amar de otra manera (...)".
*****
A mediados de semana comenzó a caer una lluvia tenue y ligera, que, con el transcurrir de las horas, se tornó en una verdadera tormenta, incluyendo fuertes vendavales y alguno que otro relámpago. Esa clase de temporales que tardaban en marcharse.
Hermione, alicaída, observaba las gotas caer desde una ventana de su apartamento. No era raro ver llover tan fuerte en esa época del año, pero, aun así, era lo último que deseaba, puesto que le había dicho a Snape que saldrían pensando en "salir" de verdad, ir a algún parque a pasear o algo. Ahora debería cambiar sus planes.
Luego de mucho pensar, llegó a la conclusión de que ir a un restaurante a cenar quizá no era la mejor opción. Por más que intentó imaginarse con él comiendo y manteniendo una larga conversación a la luz de las velas, la idea le resultaba casi descabellada. Suponía que no era el tipo de hombre que disfrutaba de esas cosas.
Tal vez más adelante.
Si tan sólo tuviera a alguien a quien pedirle consejo.
Y tenía que escribirle pronto si no quería que "la cita" terminara arruinándose por completo.
Quedarse en casa tampoco era una opción. ¿Qué harían allí? ¿Ver la televisión? No, claro que no. Además, era un territorio muy arriesgado, ya que podría llegar sin previo aviso alguno de sus amigos... inclusive sus padres.
"¡Mis padres!", pensó de pronto, escandalizada. ¿Cómo rayos se suponía que les diría que estaba saliendo con Snape, su antiguo profesor de Pociones, ex-mortífago y casi veinte años mayor sin que les diera un paro cardíaco? Aquella era una dificultad que había pasado por alto olímpicamente. Sin embargo, decidió dejarlo de lado... podrían esperar un poco más para enterarse.
En ese momento la cuestión era adónde ir. Obviamente no irían al cine ni a tomar un helado, era una tontería; tampoco a pasear al centro comercial, y mucho menos tomarse un café, puesto que, con el tiempo que hacía, todas las cafeterías estarían repletas de personas intentando huir del frío y la lluvia.
De pronto, una idea iluminó su mente: no tenían por qué tomar café...
"Podríamos tomar algo... más fuerte", se dijo la chica, sonriendo de oreja a oreja. Eso era mucho mejor que su idea inicial de salir a dar un aburrido paseo. Suponía que a él no le molestaría beber algo juntos, era una buena forma de comenzar a limar asperezas y conocerse mejor.
Se le ocurrió algo más y soltó una risa suave. Por eso amaba tanto a su cerebro.
*****
Al profesor Snape comenzaba a preocuparle el silencio de Granger. Había creído que no se demoraría mucho en mandarle una carta citándolo para quizá qué cosa. No obstante, ésta no llegaba, y él estaba cada día más inquieto.
Ni siquiera podía hacerse una idea de lo que planeaba ella. Pensaba que mientras no fueran a comer a uno de esos elegantes y costosos restaurantes, estaría bien. No contaba con demasiado dinero, pero estaba casi seguro que Granger no era de las que despilfarraba en nimiedades. En eso se parecían un poco: eran prácticos.
Estaba en su oscuro y silencioso despacho, gozando de la soledad que le brindaban aquellas paredes y meditando sobre la excusa que le daría a McGonagall para salir del castillo. Se sonrió al pensarlo, era como si la directora fuese su madre y él el chiquillo rebelde que se escabullía por las noches para verse con su novia.
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Sentir
أدب الهواةLa guerra ha terminado. Pero vivir no es lo mismo que sentirse vivo y Severus Snape lo sabe a la perfección. Mientras Harry, Ron y Hermione deciden terminar sus estudios, el reencuentro pareciera ser la única forma de salvarlo. El mundo de Harry P...